lunes, 26 de octubre de 2020

17. Las vicisitudes del Discóbolo de Mirón


 Si hay una escultura griega antigua que es como un icono que representa a todas las de esa cultura es el Discóbolo de Mirón, realizada por Mirón de Eléuteras en torno al 450 a. C., cuando el escultor tenía unos 35 años Representa a un atleta en un instante anterior al lanzamiento del disco. Mirón representa el cuerpo en el momento de su máxima tensión y esplendor. 


Como ocurre con la mayor parte de las esculturas griegas más importantes, no se ha conservado la obra original en bronce, aunque su forma se conoce gracias a varias copias en mármol talladas en época romana. De entre estas copias, la primera descubierta en época moderna (1781) es conocida como Discóbolo Lancelotti, y proviene de la Villa Palombara de Roma,  propiedad de la familia Massimo.

Los eruditos romanos Lo identificaron inmediatamente como obra de Mirón porque coincide totalmente con la descripción que hace Luciano. Y desde entonces nadie ha contradicho esa aseveración.

 Su primer propietario fue la familia dueña del lugar, que la mantuvo en su poder mucho tiempo, sin ceder a las muchas ofertas de compra. El papa quiso comprarlo y su dueño no quiso venderlo. Napoleón quiso comprarlo y su dueño no quiso venderlo.  El rey Luis I de Baviera quiso comprarlo, y su dueño no quiso venderlo. Luis I  construyó la Gliptoteca de Munich para albergar grandes obras de escultura clásica. Para el Discóbolo, incluso, reservó una sala. Pero su dueño no quiso venderlo. Años después Hitler quiso comprarlo, pero su dueño no quiso venderlo. Hitler ofreció más y más dinero, hasta llegar a una cantidad disparatada, y finalmente el propietario accedió (quizás llegó a pensar que Hitler era capaz de cualquier cosa por hacerse con la escultura y cedió por temor). Las autoridades culturales italianas pusieron el grito en el cielo ante la posibilidad de que la obra saliera de Italia y tuvo que intervenir Mussolini. Finalmente, el Discóbolo llegó a la Gliptoteca de Munich (donde Luis I había pensado colocarla), pero por poco tiempo. Comenzó la Segunda Guerra Mundial. Como muchas otras obras maestras del arte fue escondida por los alemanes para evitar que pudiese ser dañada en la guerra. Cuando la guerra terminó, la escultura apareció de nuevo, y el gobernador de la zona, un militar norteamericano, ofreció a Italia recuperar la escultura, cosa que aceptaron encantados. Los alemanes protestaron, aduciendo que había sido una compra legal, y a cambio de una enorme suma, y no había sido obtenida como "botín de guerra", `por lo que que la propiedad estaba fuera de discusión y los aliados no tenían por qué decidir su destino (y en eso tenían razón) Y reservó una sala especialmente para el Discóbolo. Pero su dueño no quiso venderlo. Muchos años después, Hitler quiso comprarlo pero su dueño no quiso venderlo. Hitler ofreció más y más dinero, llegando a una cifra desmesurada, hasta que los dueños aceptaron (quizás se dieron cuenta de que aquel hombre estaba dispuesto a cualquier cosa por poseerlo y tuvieron miedo de seguir negándose). Las autoridades culturales italianas se escandalizaron de que la obra fuera a abandonar Italia y tuvo que intervenir Mussolini. Finalmente, el Discóbolo llegó a aquel Museo donde lo quería ubicar Luis I de Baviera, pero por poco tiempo, En seguida estalló la Segunda Guerra Mundial y la escultura fue ocultada, como muchas obras maestras del arte acumuladas por los nazis. Cuando acabó la guerra, el gobernador militar de la zona, un general norteamericano, les ofreció devolverlo a Italia. Los italianos aceptaron encantados, aunque los alemanes protestaron, aduciendo que había sido una compra legal, que se había pagado a su dueño una enorme cantidad y no era producto del saqueo (y era verdad). Y asó volvió a Italia, donde entretanto habían aparecido otras copias de la obra de Mirón, como el Discóbolo de Castelporziano que, aunque le falta la cabeza y el brazo en el que sujetaría el disco, es apreciado por ofrecer un tratamiento mucho más suave de la musculatura. Hoy se encuentran expuestos uno al lado del otro en el Museo Nacional Romano y pueden ser comparados fácilmente. 

Otra incógnita es a quién representa ¿Es quizás un atleta ganador de una competición en unos juegos importantes? Nada en la escultura nos da pistas. Algunos autores creen que representa a un vencedor olímpico. El rostro de la estatua muestra solo una tenue concentración. Hay otra teoría interesante, y es que la obra fuera encargada para Esparta, donde había un templo en el que se veneraba a Apolo y simultáneamente al héroe Jacinto. Jacinto era un amante de Apolo que precisamente murió de una forma que tiene relación con lo que vemos en la escultura. Tal como se narra en "Las Metamorfosis" de Ovidio (libro X), estaban ambos jugando a lanzar el disco cuando  Jacinto resultó golpeado en la cabeza por el disco  y murió, bien por su propia torpeza al lanzar el disco impetuosamente, bien porque el disco lanzado por Apolo rebotó en el suelo o en una roca, o bien porque el viento Céfiro, quien celoso al no ser correspondido por Jacinto. lo desvió hacia él.



 
En el Museo Thyssen se conserva una pintura de Tiepolo con este tema.  El dios, ante su incapacidad para devolver la vida a Jacinto, decidió inmortalizarlo transformándo su sangre en la flor que lleva su nombre. La pintura perteneció a la colección, con sede en Bückeburg, del barón Wilhelm Friedrich Schaumburg-Lippe y pudo ser una adquisición directa del aristócrata al propio artista. Mientras que la pintura estuvo entre los herederos del barón, los príncipes de Schaumburg-Lippe, participó en su primera exposición, celebrada en Berlín, dedicada a la pintura italiana de los siglos XVII y XVIII. El lienzo formó parte de los bienes de esta familia hasta 1934, fecha en la que ya está registrado en la colección Rohoncz, antiguo nombre de la colección Thyssen-Bornemisza. En la pintura de Tiepolo con el tema de la muerte de Narciso,  el disco ha sido sustituido por una raqueta y unas pelotas. Este juego, en su modalidad conocida como Pallacorda, fue popular entre la nobleza del siglo XVI y estaba de moda en la época en que Tiepolo pinto el cuadro. Junto a la raqueta aparecen las flores surgido de la sangre del joven.  




  

FUENTE: La mayoría de los datos los he obtenido de la interesantísima conferencia pronunciada por Miguel Ángel Elvira para la fundación Juan March sobre los escultores griegos del siglo V a. C. EL canal de dicha fundación en You Tube es un tesoro que me ha deparado muchas horas de entretenimiento y aprendizaje con conferencias de prestigiosos historiadores, arqueólogos (Bendala, Alvar, Elvira, Aubet, Baquedano....)


También he usado Wikipedia y la web del Museo Thyssen  para buscar fotos concretas y asegurarme de algunos datos en aras de la exactitud. 








martes, 20 de octubre de 2020

16. Cesar Borgia, su muerte en España, sus enterramientos y desenterramientos

 

Retrato de Cesar Borgia.
 Altobello Melone, Academia Carrara (Bergamo)

Es imposible tratar de Cesar Borgia sin hacerlo de su padre, de su hermano Juan. Para mejor comprensión, hay que situar a Cesar y sus acciones en un contexto. Por eso, lo que en principio tenía previsto, empezar con la llegada de Cesar a Navarra y los hechos que dieron lugar a su muerte, finalmente se ha convertido en algo mucho más largo, aunque espero que interesante. Espero y deseo que leerlo os resulte tan distraído como a mí el largo rato que he estado buscando fotos, datos, fechas, etc....


El apellido Borgia procede de la italianización de Borja, nombre de población aragonesa que tomó como apellido una familia que acompañó a Jaime el Conquistador en la conquista del reino moro de Valencia. Encargada de repartir entre los cristianos las tierras de la zona, se estableció en Játiva alcanzando una posición dominante.


De allí salió Alonso de Borja, arzobispo de Valencia, para ser elegido Papa (Calixto III) en un cónclave dividido a partes iguales entre los Colonna y los Orsini, lo que obligó a elegir un candidato "neutro" de elevada edad.


En su corto pontificado (1455-1458) se preocupó por su familia, y llevó consigo a Rodrigo, hijo de su hermana Isabel, nacido el 1 de enero de 1431.


Rodrigo fue nombrado cardenal cuando contaba veinticinco años, y un año más tarde ascendió a vicecanciller de la corte pontificia (no se ordenó sacerdote hasta los treinta y siete años). Cargo en el que permaneció treinta y cinco años a lo largo de cinco pontificados.


A la muerte de Calixto III el pueblo romano asaltó los palacios de "los catalanes" (nombre por el que se conocía a los españoles), pero Rodrigo, que para aquellas fechas había alcanzado uno de los primeros puestos entre los cardenales más ricos de Roma, logró proteger sus bienes y conservar sus cargos.


Rodrigo Borgia
 Frustrado su primer intento de alcanzar el papado (1484), lo consiguió en 1492, contando sesenta y  dos años, en un cónclave en el que repartiendo grandes sumas de dinero, favores y títulos (un coetáneo lo describió como  "la distribución evangélica de sus bienes"), venció a Julián de la Rovere, su más encarnizado enemigo.

Roma celebró la elección con grandes fastos, y Alejandro VI se presentó al pueblo con una pompa que lo asemejaba a "un emperador". Al ser preguntado por el nombre que adoptaría como Papa, respondió que "el de Alejandro Magno, el Invencible", y haciendo honor al general heleno dedicó sus esfuerzos a transformar los Estados Vaticanos en una especie de monarquía hereditaria que legar a sus hijos.


Comenzó su papado con mano enérgica, restaurando el orden y la autoridad, y acabando con el crimen impune, hecho que le reportó el apoyo del pueblo.

Amante de la caza, el cardenal Rodrigo Borgia era, sobre todo, un personaje extremadamente mujeriego (algo habitual en una época cuyo clero ejercía una gran promiscuidad sexual) y sumamente atractivo para el bello sexo. Gaspar de Verona, su preceptor, señala que "tiene la mirada alegre y el porte feliz, y su habla es encantadora y de las más atractivas", y es capaz de seducir y emocionar a las mujeres en forma sorprendente, y atraerlas tan irresistiblemente como un imán.

Cuando alcanzó el papado ya tenía media docena de hijos, a los que naturalizó, legitimó, enriqueció, y utilizó con la pretensión de crear, a través de alianzas matrimoniales, una corriente política que lo apoyara. Los más famosos fueron César, nacido a finales de 1474,  Juan, a comienzos de 1476, Lucrecia, en abril de 1480, y Jofré (o Wilfredo), a finales de 1482.


 

Vanozza Cathanei
Su madre era Rosa Vanozza dei Cathanei, a la que esposó con Domenico d´Arignano para que se le atribuyera la paternidad de César. Abandonada por su primer marido, volvió a ser casada, por parecido motivo, con Giorgio San Croce, persona, al igual que el anterior, de edad avanzada. Durante el tiempo que duró su relación con Vanozza, Alejandro le fue fiel, la trató como si fuera su legítima esposa, y tuvo con ella una convivencia estable, casi monógama.

Acabada la relación, en 1486 casó con Carlo Canale, y terminó su vida, a los setenta y seis años, con fama de piadosa, dejando sus propiedades a la Iglesia.

Otra amante fue Giulia Farnese, conocida como "Giulia la Bella", por su hermosura, y "esposa de Cristo", por su relación con el Papa. Era una mujer graciosa y gentil, que por su hermosura causaba admiración, y de la que se decía que nació con el don de la belleza. Su cabellera dorada le llegaba hasta los pies, y cuando la dejaba suelta hacía hervir la sangre de los romanos.


Investido Papa, con ella tuvo una hija, registrada oficialmente como Laura Orsini. Muerto su verdadero padre (Alejandro VI), casó con Nicolás de la Rovere, sobrino del papa Julio II.


Objeto de una leyenda negra que lo acusó de simonía (compra-venta de beneficios sacramentales y eclesiásticos), de envenenar a los cardenales rivales, de incesto con su hija Lucrecia, y de muchas más cosas, Alejandro VI fue un gran mecenas, un celoso defensor de la independencia de los Estados Pontificios, y un personaje que, rodeado de artistas como Bramante, Miguel Ángel, El Bosco, Galileo, Mantegna, Bellini, Il Pinturicchio o da Vinci, entierra los tiempos góticos para dar paso al Renacimiento.


El papa Borgia reconstruyó la universidad de Roma (La Sapienza), apoyó el teatro y la música, y permitió la libre expresión sin importarle la crítica hacia su persona. Libró al Vaticano de la bancarrota, y saneó sus finanzas.


En su papado hay grandes luces y negras sombras. Reconocido por su labor administradora, fue odiado por sus amoríos, su nepotismo, elevar al cardenalato a diecinueve compatriotas, haberse rodeado de sirvientes "catalanes", y llenar la ciudad de familias españolas.


Los romanos le apodaron "il marrano", intentando hacer escarnio de su supuesta ascendencia judía. Un diploma de la Universidad de Bolonia, donde estudió, dice de él al señalar su muerte: "et sepultus in inferno" (enterrado en el infierno).


Nicolás Maquiavelo dijo de él: "Nada hizo sino decepcionar (...); nunca hubo hombre que tanto prometiera y nada cumplió. No obstante, en todo triunfó, pues estaba bien informado sobre su parte del mundo".


Historiadores católicos, como Luis Von Pastor, dicen en su "Historia de los Papas": "Fue universalmente descrito como un monstruo, además de ser acusado de cualquier tipo de crimen. La investigación moderna le ha juzgado con más justicia y ha rechazado gran parte de las acusaciones que se hicieron en su contra".


El protestante Roscoe señala: "Cuando prácticamente la totalidad de los soberanos europeos utilizaban básicamente los mismos métodos criminales para gratificar sus ambiciones, resulta injusto atribuir a Alejandro la extraordinaria infamia que le ha perseguido (...) Los vicios de Alejandro fueron acompañados, cuando no compensados, por sus muchas virtudes".


Guichardin, que le detestaba, dijo que poseía una astucia y una sagacidad extraordinaria, un juicio excelente, una fuerza de persuasión maravillosa, una gran aplicación y una real capacidad para manejar cuestiones difíciles.


Lucrecia Borgia
Alejandro adoraba a su hija Lucrecia, joven de discreta belleza, cuyo rubio cabello era tan largo y pesado que le producía dolores de cabeza.

Lucrecia vivió una infancia feliz, pero a los trece años, por razón de estado, fue casada con Giovanni Sforza, Señor de Pesaro, que le doblaba la edad y estaba viudo. Cuatro años más tarde, también por razón de estado, invocando impotencia se pidió la anulación del matrimonio. Lo negó el marido (la impotencia no debía ser tal, pues su primera esposa murió de parto, y la tercera le dio un heredero), y contraatacó con una acusación de incesto.

Una delegación papal comprobó la virginidad de Lucrecia, y Giovanni Sforza fue emplazado a mostrar su virilidad. No lo aceptó, pero se avino a la anulación del matrimonio, devolviendo la dote. Refugiada en un convento, pocos meses después dio a luz un niño cuya paternidad no se ha aclarado, pues mientras unos lo atribuyen a Alejandro VI, otros lo consideran hijo de Pedro Calderón, camarero del Papa y enlace entre padre e hija. A los pocos días apareció Calderón ahogado en el Tíber.

Por las mismas fechas nace otro hijo del Papa, conocido como el infans Romanus, por lo que muchos creen que este infante y el hijo de Lucrecia son el mismo niño, fruto de las relaciones incestuosas entre padre e hija.

Poco después Lucrecia fue desposada con Alfonso, Duque de Bisceglia, hijo del rey de Nápoles. Joven de físico agraciado y un año menor que ella, de él se enamoró perdidamente.

Partidario Alfonso de los españoles, y César de los franceses, la convivencia entre cuñados no fue pacífica, encendiéndose entre ellos un vivo odio.


La noche del 15 de julio de 1500 Alfonso fue gravemente herido. Lucrecia le atendió amorosa día y noche. Casi repuesto, y convencido de que sus heridas habían sido auspiciadas por su cuñado, le disparó una flecha, errando el blanco. César envió su guardia a que le dieran una lección, y lo ahogaron con la almohada.


Lucrecia se retiró a Nepi desconsolada, donde la visitó su hermano, que, al igual que el padre, la adoraba y amaba como si fuera su esposa. Esa reconciliación, y las muestras de cariño con que la obsequiaban ambos, hizo que se reavivara el rumor de su relación incestuosa, lo que debe ser falso. Pero la leyenda, y el ser llamada "la hija del Papa, esposa y nuera", ha perdurado hasta nuestros días.


No acabó ahí su vida amorosa. El mismo año fue ofrecida en matrimonio a Alfonso de Este, hijo y heredero del Duque de Ferrara, casándose, al año siguiente, con sólo 21 años de edad.


Lucrecia partió al encuentro del prometido con una comitiva formada por doscientos caballeros, músicos y bufones, y un cortejo de 180 personas entre las que iban cinco obispos. El ajuar lo transportaban 150 mulas. Después de veintisiete días de viaje, la comitiva, nunca igualada, fue recibida en Ferrara con fiestas que causaron admiración.


Nunca más regresó a Roma, ni volvió a ver a su familia. Falleció en Ferrara, en 1519, a los 39 años, a consecuencia de su séptimo parto.


La hija del Papa ha pasado a la historia como una mujer depravada e intrigante, prototipo de corrupción y crueldad, pero su desapasionado estudio la muestra con no pocas virtudes, utilizada para satisfacer las ambiciones políticas de su padre y hermano.


Cuando antes de casar con Alfonso de Este los embajadores de Ferrara informaron al futuro esposo, dijeron: "es una mujer de lo más amable e inteligente, además de estar dotada de todas las bendiciones (...) Extremadamente bondadosa en todos los aspectos, es modesta, tierna y decorosa (...), piadosa y devota cristiana (...) Es una mujer realmente hermosa, pero su encanto es aún más cautivador. Resumiendo, su carácter es tal que es imposible sospechar que exista algo siniestro en ella".


Era el de Alejandro VI un juego a varias bandas de frutos efímeros y gran inestabilidad. Para contrarrestar el efecto de la boda de Lucrecia con un Sforza, que le ganaba el apoyo de la familia milanesa pero le enemistaba con Nápoles, pactó el matrimonio entre Jofré y Sancha de Aragón, hija de Alfonso II, rey de Nápoles, boda que se celebró en 1494.

Jofré fue en todo una nulidad, y Sancha se convirtió en protagonista de escándalos en los que participaron sus cuñados César y Juan, amantes suyos, y numerosos jóvenes cardenales.


Este retrato, según donde se vea,
aparece como de Juan o de Cesar.
No he conseguido saber a cual de 
los dos representa (?)
Juan Borgia, Duque de Gandía, sólo heredó de su padre la afición a las mujeres. Era guapo, simpático y buen hijo, pero no tenía dotes militares. Enviado a España, casó con María Enríquez, sobrina de Fernando el Católico (los Reyes Católicos debían ese título a Alejandro VI). Este Borgia fue un bala perdida, aficionado al juego, que abandonando a su mujer se pasaba las noches alborotando las calles.


Paralelamente, la muerte de Ferrante de Aragón desató las codicias francesas y españolas sobre Nápoles, y motivó que Carlos VIII de Francia invadiera Italia, recibiendo el apoyo de numerosos cardenales deseosos de acabar con Alejandro.


El Papa se atrincheró en el Castillo de Sant Angelo, pidió apoyo al sultán turco, y envió delegados para tratar con el invasor. Éste, que sólo tenía pretensiones sobre Nápoles, pactó el paso de su ejército, y tras conseguir el perdón para los cardenales díscolos, y la entrega de César como rehén, le expresó obediencia formal a la vez que creía asegurarse la colaboración del papado.


Regresa el ejército a su país, César se escapa de Carlos VIII, y el Papa urde la Santa Liga contra el rey francés, que vuelve a invadir Italia, siendo derrotado. Tres años después fallece, sucediéndole Luis XII.


Pasado el peligro francés, Alejandro VI reorganiza el ejército vaticano y, al mando de Guidobaldo de Urbino y de su hijo Juan, lo envia a conquistar las fortalezas de la Romaña que habían aprovechado las incursiones francesas para enfrentarse a Roma.

El ejército sufre una severa derrota, y el joven Borgia, ligeramente herido, alcanza Roma a uña de caballo. Juan queda moralmente hundido, y mientras César desea su regreso a España, Alejandro mueve los hilos para conseguirle el trono de Nápoles.

La rivalidad entre hermanos continúa. Una noche de verano Cesar y Juan cenan con su madre. Tras la cena, Juan se marcha solo, sin séquito, a una cita que dice tener y ya no regresa. Una semana después el cadáver de Juan aparece en el Tíber. Asesinato que los romanos atribuyen a César, porque le tenía una gran antipatía, se había convertido en obstáculo a sus intereses, y tiene su sello: rápido, silencioso, despiadado, sin una palabra antes ni después.

Juan Borgia tenía al morir veinticuatro años, y su cuerpo, conducido a lo largo del Tiber, con la faz descubierta, iluminado por doscientas antorchas, y con un gran cortejo, causó profunda impresión. El Papa, abrumado de dolor, desde la ventana de su aposento lanzaba gritos lastimeros que se oían a gran distancia.

Apesadumbrado porque la futura gloria de su casa hubiera sido echada al río "como una basura", se encerró en su habitación y permaneció tres días sin comer ni beber y llorando amargamente.

Pasado el primer dolor, reunió a los cardenales y les dijo: "... No atribuimos ya ningún valor al pontificado, ni a cosa alguna. Si lo obtuviéramos siete veces, otras tantas lo renunciaríamos para volver a la vida al duque. Quizá Dios lo ha querido así a causa de alguno de nuestros pecados...".

Anunció la reforma de la Iglesia, labor que encomendó a seis cardenales que pronto abandonaron el trabajo porque las necesidades económicas del proyecto político del Papa lo exigieron.

César era bien parecido, rubio, alto, fuerte y valiente, descrito como "joven de gran inteligencia y excelente disposición, alegre y siempre de buen humor". Estudió Derecho en Perugia, y dominaba el griego, el latín, el castellano, el italiano, el catalán y el francés. Destacaba por su capacidad militar, y deseado por las mujeres, éstas ocupaban un lugar secundario respecto a su ambición de poder. Sólo tuvo cariño por su hermana Lucrecia.

Aunque no tenía inclinación eclesiástica, a partir de los siete años Sixto VI lo nombró protonotario apostólico, prebendado y canónigo de Valencia, párroco de Gandía, y archidiácono de Játiva, e Inocencio VIII le otorgó el obispado de Pamplona como regalo al cumplir los dieciséis años.

Un año más tarde Alejandro VI lo nombró Arzobispo de Valencia, y a los dieciocho años lo alzó al cardenalato. Todo ello sin haber sido ordenado sacerdote.

Fallecido Juan, el Papa cayó bajo la influencia de César, al que temía. Accediendo a sus deseos, en 1498 invalida su nombramiento como cardenal, lo libera de los votos eclesiásticos, y lo pone al mando del ejército papal.

Sus victorias enconaron a sus enemigos y le granjearon recelos entre sus propios aliados. Éstos, viéndose objeto de sus ambiciones, crearon una liga contra él, pero su rápida reacción y las negociaciones del Papa la hicieron fracasar.

César inicia entonces su relación con Francia, entrevistándose con Luis XII, a quien ofrece sus servicios y le consigue las bulas papales que le permiten anular su matrimonio con Juana de Valois para casarse con Ana de Bretaña.

Como recompensa el rey de Francia lo nombra Duque de Valentinois (Valentino en castellano, Valence en francés), y apaña su boda con Carlota de Albret, hermana del rey de Navarra, con la que se casó el 12 de mayo de 1499. Con ella, considerada la más bella y más viva de las damas de honor de Ana de Bretaña, tuvo una hija, de nombre Luisa, a la que no llegó a conocer pues a los cuatro meses se separó de su esposa y nunca mas volvió a verla.

Carlota vivió con gran comodidad en el castillo de Lamotte-Feully, cerca de Bourges, y al quedar viuda vistió la casa de luto y permaneció encerrada hasta su muerte.

Su matrimonio con Carlota selló la alianza entre Francia y el papado, rompiendo la Santa Liga que Alejandro había formado en 1495, y favoreciendo las pretensiones francesas sobre Milán y Nápoles.

Esta alianza facilitó la solución de los problemas internos que Alejandro VI encontró al ser nombrado Papa: unos Estados Pontificios en desintegración, divididos y gobernados por dictadores locales que prácticamente habían alcanzado la independencia creando leyes y ejércitos propios.

Para acabar con ese estado encomendó la labor a su hijo César, caudillo sin escrúpulos y buen administrador, visionario e inteligente, en igual medida temido y admirado, que no se arredraba ante nada: en diciembre de 1502 invitó a sus principales enemigos a cenar en el castillo de Senigallia y, después de compartir el banquete, los mandó matar.

César mostró tal diligencia, habilidad, astucia, eficacia, y capacidad para ganarse aliados, que despertó la admiración de sus coetáneos. Para él trabajó como ingeniero militar Leonardo da Vinci.

Comienza el siglo XVI, y con su nombramiento como Duque de la Romaña (1501) alcanza la cumbre de su poder. Pero dos años más tarde, al derrotar Gonzalo de Córdoba (El Gran Capitán) al ejército francés y anexionar Nápoles a la corona de Aragón, inicia su declive.

Por aquellas fechas, con setenta y dos años cumplidos, Alejandro VI gozaba de una salud envidiable, y los que le trataban le veían rejuvenecido y contento.

El 5 de agosto de 1503 Alejandro y César fueron invitados a cenar en los jardines de la villa del Cardenal Adriano. A los pocos días, los asistentes padecieron vómitos y fiebre, falleciendo Adriano. Los médicos diagnosticaron malaria, enfermedad muy común en Roma, pero el pueblo habló del veneno de los Borgia.

Alejandro VI alternó días de lucidez y de postración, falleciendo el 18 de agosto de 1503. Su cadáver se ennegreció y se descompuso de inmediato, y sus enemigos extendieron la noticia de que antes de morir pudo ver cómo el diablo se llevaba su alma, cobrando así la parte del pacto por el que le otorgó poder y riqueza.

Los restos de los dos papas Borgia descansan en la iglesia de Montserrat, levantada como lugar de culto para los nacionales de la Corona de Aragón en Roma.

A su fallecimiento siguió una revuelta popular en la que "los catalanes" fueron perseguidos y asesinados. Mientras tanto, César, todavía postrado por la enfermedad, perdía su capacidad de maniobra y sus enemigos recuperaban el poder perdido.

El golpe de gracia le llegó cuando fue elegido papa Julián de la Rovere (Julio II), acérrimo enemigo de los Borgia. Tras un corto periodo de difícil convivencia, el Papa urdió su entrega a Gonzalo de Córdoba, El Gran Capitán, quien lo engañó y lo envió preso a España.

Encerrado en el castillo de Chinchilla, intentó escapar tirando a su carcelero desde las almenas, lo que no consiguió. En vista de ello, la corona lo llevó a la fortaleza de La Mota, en Medina del Campo, considerándola más segura por estar lejos de la costa y ser propiedad de la Corona.

Con el apoyo del Duque de Benavente consigue escapar deslizándose desde lo alto de la torre por una cuerda que los guardianes cortan entes de que llegue al suelo. Malherido, es recogido por los hombres de Benavente, y durante un mes se recupera en sus dominios.

La Corona (la reina Juana) ofrece 10.000 ducados de oro por su cabeza, pero César y dos más, fingiendo ser mercaderes de grano que habían acudido a Medina del Campo a vender avena, intentan llegar a Navarra en barco.

Se dirigen a Santander, donde levantan sospechas por la gran cantidad de dinero que ofrecen por el servicio de un navío. Interrogados, sus acompañantes responden, mientras César permanece callado y con la capucha puesta para no ser reconocido. El Alguacil encuentra razonables las explicaciones, y los deja seguir. Se embarcan, pero el estado de la mar les impide pasar de Castro Urdiales. Abandonando la costa, y pasando por Durango, a lomos de mula llegan a Navarra el 3 de diciembre de 1506.


Desde 1452, Navarra estaba en guerra civil entre dos facciones opuestas: los agramonteses, partidarios de los reyes Juan y Catalina, y los beaumonteses, partidarios del Condestable del reino, el Conde de Lerín. César se puso al servicio de su cuñado el rey Juan de Albret, quien lo nombra Condestable y generalísimo o capitán de los ejércitos de Navarra. Su primer objetivo militar fe la conquista de la plaza beaumontesa de Larraga y, ante un fracasado intento, pasó a la villa de Viana, en posesión del conde de Lerín. En marzo decidió conquistar la villa y lo consiguió, aunque no el castillo.

En la noche del 11 de marzo de 1507, se desató una gran tormenta y César ordenó retirar la vigilancia de la villa, lo que fue aprovechado por sesenta jinetes del conde de Lerín, posiblemente con la colaboración de algunos vecinos, para evadir el cerco, entrar en la fortaleza a través de una poterna o pasadizo de las murallas, llamada por este motivo «Puerta del Socorro», y abastecer a sus defensores con víveres para un mes más.

Al amanecer, la guardia vió cómo los jinetes abandonaban el castillo en dirección a Mendavia y dieron cuenta a César Borgia. Éste, encolerizado al sentirse burlado y humillado se pertrechó, tomó las armas y un caballo y se lanzó en su persecución por el Portal de la Solana. César no se percataría que había dejado atrás a su guardia y a sus soldados hasta que llegó al término conocido como «La Barranca Salada».

Aquí tres hombres del conde de Lerín le prepararon una emboscada, Garcés de Ágreda, Pedro de Allo y otro de nombre desconocido. Luego se apoderaron de sus ropas y bienes, le quitaron su armadura y  dejaron allí su cadáver completamente desnudo sin que se supiese exactamente quién era el caballero ahí tirado, hasta la llegada de Juanicot, paje de César, que se echó a llorar como un niño, abrazado a los despojos de su señor. El conde de Lerín, como buen caballero, le hizo duelo y permitió a Juanicot trasladar el cadáver a Viana para  enterrarlo en la iglesia de Santa María. Su epitafio decía:

“Aquí yace en poca tierra

el que toda le temía,

el que la paz y la guerra

en su mano la tenía.


¡Oh tú, que vas a buscar

dignas cosas de loar!

si tú alabar al más digno

aquí para tu camino,

no cures de más andar”.


Este sepulcro, de alabastro,  permaneció poco tiempo en la iglesia de Santa María.

Se desconoce cuándo se destruyó la tumba y cuándo se sacaron los restos fuera de la iglesia. El sepulcro estaba en 1523, por lo que cuenta Guevara, y en el año 1608, según informa el escritor local Juan de Amiax, ya había desaparecido. Según una versión no confirmada, posible leyenda, a mediados del siglo XVI, un obispo de Calahorra, bajo cuya tutela permaneció Viana hasta el año 1956, ordenó sacar los restos fuera del templo como venganza por la muerte de un antecesor suyo -Pedro de Aranda-, que murió en el castillo romano de Sant Angelo, encarcelado por el Papa Borgia Alejandro VI. Y añaden la tradición que su esqueleto fue sepultado a conciencia -mala conciencia, en este caso- bajo la calle Mayor para que «lo pisaran los buenos cristianos y las bestias».

Sea la historia verdad o no, hay que tener en cuenta que César Borgia había sido excomulgado  y que se le consideraba como un personaje molesto para la Iglesia. 


En 1884 se localizaron lo que se suponen sus restos en la Rua de Santa María o Calle Mayor, a los pies de la escalinata frente a la entrada principal de la iglesia, y se dejaron en el mismo lugar. Ya en 1885, a petición del arqueólogo francés Charles Iriarte, volvieron a desenterrarse los huesos de César Borgia. «Fue con alevosía y casi nocturnidad -explica Cariñanos- ya que el alcalde en funciones de Viana ordenó la excavación aprovechando las ausencias del primer edil y del juez». En realidad, lo que buscaban era la espada de Borgia, de la que se decía era de oro y brillantes. Nada hallaron. Pero el cisma fue tal que Pedro de Madrazo -autor de la obra Navarra y Logroño- se vio obligado a poner paz.

Más adelante -en plena II República-, surgió un movimiento intelectual que trató de rehabilitar la memoria de César y buscarle un enterramiento más digno. Entre ellos estaba Victoriano Juaristi, que realizó un sepulcro, colocado  en 1934. Apenas duró dos años. Acusado César Borgia de inspirar la «ideología comunista», la escultura fue destrozada. «Es un oprobio para la villa que un hombre tan malo esté en lugar tan principal», arguyeron los vencedores de la Guerra Civil.


En 1945 se vuelven a exhumar los restos y se analizan, siendo depositados en 1953 a los pies de la portada de la iglesia, en el exterior pero dentro del recinto de ésta, bajo una lápida de mármol blanco que dice así: «César Borgia generalísimo de los ejércitos de Navarra y pontificios muerto en campos de Viana el XI de Marzo de MDVII».



Con motivo del 500 aniversario de su muerte, se solicitó  al arzobispo de Pamplona autorización para el traslado de sus restos al interior de la iglesia, lo que fue denegado por estar actualmente prohibidos los enterramientos en el interior de las iglesias, pero se colocó una especie de lápida o estela con una cruz  en el lugar de su muerte.


Para saber más os dejo unos enlaces:

El blog de Ana Vázquez Hoys

Wikipedia, Cesar Borgia

Wikipedia, Juan Borgia   

La tumba de CesarBorgia (articulo en la rioja,com)

Una novela histórica sobre Cesar Borgia

La apuesta que Cesar Borgia perdió (artículo de La Vanguardia)

Wikipedia, Lucrecia Borgia

Wikipedia, Rodrigo Borgia (Papa Alejandro VI)