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sábado, 19 de junio de 2021

56. La lección de marketing de la sibila cumana

 


Al igual que el santuario de Apolo en Delfos poseía un oráculo donde el dios Apolo respondía a las consultas de los devotos, a través de una mujer que transmitía las respuestas del dios (habitualmente muy oscuras y crípticas) que los sacerdotes interpretaban después  para los consultantes, en la colonia griega de Cumas, muy cerca de Nápoles, existía también un santuario de Apolo, con su correspondiente oráculo, también servido por una mujer llamada Sibila. No se sabe si la primera de las mujeres que profetizaron en nombre de Apolo se llamaba Sibila y se usó ese nombre para todas las que vinieron detrás o la palabra sibila significaba simplemente "mujer a quien los antiguos griegos y romanos atribuían la facultad de predecir el futuro". La de Cumas se consideraba la más importante de las diez sibilas conocidas. Algunos primeros griegos, Hesíodo y Platón, por ejemplo,  solo hablan de una sibila. Se cree que se refieren a la sibila llamada Herófila, que profetizó la guerra de Troya. Hesíodo y Platón solo mencionan a una, pero con el tiempo el número se incrementó a a tres, diez y hasta doce. En todos los casos, más que por su nombre, que no poseían, se conocían por el gentilicio del paraje donde moraban. Una lista realizada por Varrón recogida en una obra de Lactancio, llega hasta diez:​sibila de Samos, sibila eritrea, del Helesponto, frigia, cimeria,  délfica, cumana, libia, tiburtina y babilónica o pérsica.

Apolo, enamorado de la sibila de Cumas, le habría prometido cualquier cosa que ella deseara, y ella, cogiendo un puñado de arena, le pidió vivir tantos años como granos de arena encerraba en el puño, pero se le olvidó pedir al mismo tiempo la eterna juventud, así es que con los años envejeció y envejeció,  empezó a consumirse tanto que la pusieron en una jaulita  que colgaron del templo de Apolo en Cumas. Los chiquillos iban hasta allí a burlarse de ella "Sibila, ¿qué quieres?" le gritaban y ella, con un hilillo de voz, contestaba "Morir" La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de 120 años cada una (1).

La sibila de Cumas reunió todas las profecías sobre el futuro de la ciudad de Roma, que ocuparon 9 libros y fue a ofrecérselos al Tarquinio el Soberbio, el séptimo y último rey de Roma, al que le pidió una enorme suma por los 9 libros. Tarquinio se negó, pensando que los conseguiría por menos dinero. Entonces la sibila se retiró, quemó tres libros y le volvió a ofrecer al rey los 6 restantes por el mismo precio que los 9 iniciales. Tarquinio volvió a negarse. La sibila quemó otros tres y ofreció los 3 que quedaban. El rey, ante el temor de quedarse sin ninguno, terminó comprando 3 libros por el mismo precio que se había negado a pagar por 9. Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter y eran consultados en situaciones muy especiales. En 83 a. C. el fuego destruyó los llamados Libros Sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección que no ha llegado hasta nuestros días porque en 405 d. C. el general romano, de origen vándalo,  Estilicón, ordenó su destrucción. Estos libros ejercieron gran influencia en la religión romana hasta el reinado de Augusto.   


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(1) Esta historia recuerda mucho a un cuento de "El asno de oro", de Apuleyo, donde una mujer pide a los dioses en el santuario de Asclepios quedarse embarazada. Cumplido el tiempo del embarazo, el vientre de la mujer sigue creciendo y creciendo. La mujer vuelve al santuario y los sacerdotes le aclaran "que pidió quedarse embarazada, no tener un hijo", por lo que debe aceptar la forma en la que los dioses escucharon su ruego.


sábado, 26 de septiembre de 2020

15. El ladrón desenmascarado

 





Uno de los hallazgos más sorprendentes de la expedición de Leonard Wooley en Ur fue una serie de 16 sepulturas a las que se denominó las Tumbas Reales de Ur. Pertenecían al período Dinástico Arcaico y estaban construidas por paredes de ladrillo o piedra coronadas por una bóveda. Se encontraban en un cementerio mayor, destinado a todo tipo de personas y que contenía más de 2500 tumbas. Cada una de las tumbas reales contenía un cuerpo principal y un cierto número de acompañantes, así como numerosas riquezas.

De todas las sepulturas, destacaba la de una reina identificada gracias a su sello cilíndrico como Puabi. En su interior, además de la reina, se encontraban los cuerpos de cinco hombres armados y diez mujeres acompañadas por la magnífica Arpa de Ur rematada por la cabeza de un toro en oro. La cámara contenía incluso un carro y los esqueletos de dos bueyes. El cuerpo de la reina estaba envuelto en joyas y mantos con incrustaciones. Sobre la cabeza llevaba un tocado a base de hojas y una peineta rematada por estrellas de cinco puntas. Cerca de su mano tenía una copa de oro. Debajo de un baúl había un pasadizo que comunicaba con otra cámara funeraria; en ella se encontraba el rey A-kalam-dug de Ur, cuya tumba había sido parcialmente saqueada.

Se ha interpretado de diferentes formas el hecho de que las tumbas reales contuviesen cuerpos de sus sirvientes; para algunos autores, se trataba de enterramientos rituales, en los que el monarca era acompañado por estos hacia el más allá. Sin embargo esto no ha sido demostrado y también se han barajado otras opciones, como que la tumba real fuese escogida por las élites como lugar ilustre de enterramiento, siendo sus cuerpos desplazados allí una vez construida.

Las riquezas contenidas en las tumbas reales de Ur representaban una fuerte tentación para las pobres tribus a las que Leonard Wolley había contratado y adiestrado para las excavaciones.

Un día se dio cuenta de que alguien había robado un ornamento de oro del cráneo de un esqueleto. ¿Cuál de los ciento setenta hombres de la excavación era el culpable? Al llegar el día de paga, Woolley colocó sobre la mesa una copia del Corán, y pidió a cada obrero que declarara su inocencia jurando sobre el Libro, ante el jefe de policía de la vecina ciudad de Nasiriya.

Uno tras otro se declararon inocentes, pero cuando el culpable se acercó a la mesa, los otros obreros lo acusaron, para evitar el sacrilegio del perjurio.

El culpable resultó ser el más fiable de los obreros de Woolley, y se le conocía como John Thomas “el honesto”.

lunes, 7 de septiembre de 2020

14. Más curiosidades olímpicas



Se ha criticado mucho que en los Juegos Olímpicos y otras competiciones participen, especialmente en gimnasia, deportistas de muy corta edad, auténticos niños, sometidos a un régimen de entrenamiento, de alimentación y de disciplina demasiado duro para sus pocos años. Especialmente denostado es el caso de China.


Los antiguos griegos no eran tan melindrosos y fueron incorporando progresivamente competiciones para niños a los Juegos Olímpicos, incluso en las disciplinas más brutales.

En la olimpiada 37 se establecieron premios de carrera y lucha para niños; en la 38, pentatlon infantil, aunque luego no volvió a repetirse. En la olimpiada 41 hubo pugilato infantil y en la 145 se incorporó incluso pancracio de niños. El pancracio era la más brutal de las formas de lucha, donde cualquier cosa estaba permitida excepto morder, sacarse los ojos o meter los dedos en la nariz o la boca del rival.

Si pensáis que la sociedad actual es excesivamente competitiva y hay demasiado culto al cuerpo y a la belleza, debe ser porque somos herederos de los griegos: así eran ya las cosas hace 30 siglos.

13. Por qué la maraton tiene 42,195 km.


De todo el mundo es sabido que la prueba de atletismo denominada maratón tiene su origen en el recorrido del griego Filípides que, en el 490 a. C., recorrió la distancia desde el campo de batalla de Maratón a Atenas para avisar a las autoridades de la ciudad de la victoria de los atenienses sobre los persas.

La distancia recorrida por el soldado fue de unos 40 kilómetros aproximadamente. Nunca se supo realmente la distancia exacta, hubiera sido imposible saberlo. Cuando se crearon las olimpiadas modernas y se incluyó esta prueba, se realizó sobre una distancia de 40 kilómetros, que se mantuvo en las siguientes olimpiadas.

Fue la olimpiada de Londres de 1908 la que introdujo un cambio que ha llegado hasta nuestros días. Los organizadores, que sabían que la maratón debía cubrir aproximadamente 25 millas, decidieron que la princesa de Gales debía dar la salida de la carrera en el prado del Castillo de Windsor, y que ésta debía finalizar en el estadio de White City, lo que suponía un trayecto de 26 millas. Para que la línea de meta estuviera exactamente delante del palco real, donde estarían el rey Eduardo VII y la reina Alejandra, le añadieron 325 yardas más, lo que hizo un total de 42’195 kilómetros, que es la distancia que se convirtió en oficial en 1921 y se ha mantenido hasta hoy.

Si los ingleses no hubieran forzado esa línea de llegada y la maratón se hubiera seguido corriendo sobre 40 kilómetros no se hubiera dado uno de los acontecimientos más dramáticos de unos juegos olímpicos: la descalificación del primer corredor en llegar a la meta en la maratón.

Dorando Pietri
   Dorando Pietri era un trabajador italiano de una fábrica de confección que se manifestó como un gran corredor de larga distancia a partir de 1904. Se preparó concienzudamente para la maratón de la olimpiada de Londres y llegó al estadio de White City en primer lugar, aunque visiblemente agotado y afectado por el intenso calor de un 24 de julio.

Al entrar en el estadio se confundió, y giró hacia la derecha en lugar de hacia la izquierda para dirigirse a la meta. Los jueces lo redirigieron y entonces Pietri cayó al suelo, siendo ayudado a levantarse (entre las personas que lo ayudaron estaba Arthur Conan Doyle). En el tramo final dentro del estadio Pietri cayó varias veces más, siendo ayudado a levantarse por los jueces. Así y todo, llegó el primero a la meta con un tiempo de 2 horas, 54 minutos y 46 segundos. El segundo en llegar fue el estadounidense Johnny Hayes.
Llegada a meta de Dorando Pietri
 en Londres 1.908

La delegación norteamericana presentó una reclamación por haber recibido Pietri ayuda para levantarse de sus caídas, y el italiano fue descalificado por lo que, no sólo perdió la medalla de oro, sino que se quedaba sin ninguna medalla. La reina Alejandra, conmovida por el desconsuelo de Pietri, le regaló una copa de plata.

Después de la olimpiada de Londres siguió participando en carreras hasta 1911, enfrentándose en dos ocasiones a Johnny Hayes y venciendo las dos veces. Se retiró en octubre de 1911 tras ganar una carrera en Gotemburgo. Tenía 26 años y había ganado una gran suma de dinero en los siete años que estuvo corriendo.

La reina Alejandra entrega la copa a Dorando Pietri

domingo, 23 de agosto de 2020

11. El primer tratado de paz de la historia

Versión egipcia del tratado, en el templo de Karnak
La batalla de Qadesh, librada en el quinto año del reinado de Ramsés II, se considera la primera gran batalla de la antigüedad. Ramsés siempre la presentó como una victoria, pero es posible que no fuera tanto, ya que el faraón se vio obligado, quince años después, a firmar un tratado de paz, el que se considera el primero de la historia.

La batalla de Qadesh ha sido analizada exhaustivamente por especialistas de todas las épocas, pero contamos con la dificultad de que sólo conservamos la versión egipcia del relato, que contiene puntos oscuros y maniobras imposibles. Se ha llegado a una especie de consenso acerca del resultado de la batalla: los egipcios sufrieron serios daños entre sus filas, pero se proclamaron vencedores porque los hititas se retiraron, no sin antes saquear el campamento egipcio.

Versión hitita del tratado,
en el Museo Arqueológico de Estambul
   Después de la batalla de Qadesh, los conflictos entre egipcios e hititas siguieron durante quince años. Finalmente, ante la imposibilidad de establecer un neto vencedor y para evitar más desgaste, Ramsés II llegó a un acuerdo con Muwattali: este último se quedaba con los territorios incluidos desde Qadesh hacia el norte (el llamado reino de Amurru).

Fue el primer tratado de paz escrito en la historia, y de él se conservan las versiones que mandaron redactar ambas partes. Prácticamente son idénticas en todos los puntos.

miércoles, 12 de agosto de 2020

4. Un pollo con nombre de batalla

Napoleón en la batalla de Marengo

Tras tomar el poder mediante un golpe de Estado, Napoleón Bonaparte atravesó los Alpes para enfrentarse a los austriacos en Italia; su gran victoria en Marengo fue la primera en su carrera por el dominio de Europa.

El “Pollo Marengo” nació el 14 de junio de 1800, entre el fragor de las batallas que libraron austriacos y franceses en los alrededores de Marengo, pueblecito del Piamonte italiano. Mandaba las tropas austriacas el barón de Melas y las francesas Napoleón Bonaparte.

Eran las dos de la tarde y los franceses ya habían perdido dos batallas, tras luchar desde las ocho de la mañana. El general Desaix propuso a Napoleón una tercera. “Allá usted”, contestó éste, “yo, por mi parte, me voy a comer”.

Pollo alla Marengo
   El cocinero Dunand se las vio y se las deseó para satisfacer el impaciente apetito de su amo. Los austriacos habían interceptado el suministro y en las cocinas francesas no quedaba ni mantequilla. Dunand envió a varios soldados para que buscaran por los alrededores cualquier clase de alimento. Volvieron con pollos, ajos, tomates, cebollas, aceite, huevos y cangrejos de río.

Mientras el general Desaix volvía victorioso de la tercera batalla, Dunand triunfaba también en la cocina, preparando los pollos combinando los ingredientes que le habían aportado y agregándoles coñac mezclado con agua. No le fue difícil encontrar un nombre para el nuevo plato: Pollo alla Marengo.

Al día siguiente de la batalla de Marengo, el general francés Berthier y el austríaco Melas firmaron el acuerdo por el que Austria se retiraba de Italia.