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domingo, 8 de junio de 2025

121. Duros a cuatro pesetas

 


Este dicho  viene a proclamar, para aviso de incautos, que las cosas nunca se dan de manera gratuita y por tanto "nadie da duros a cuatro pesetas". En cuanto a su  origen, hay dos versiones diferentes:

Baldomera Larra
1. Una versión es que se origina en la estafa piramidal perpretada por Baldomera Larra (según esta versión sería la primera estafa piramidal de la  que se tiene noticia).

Hija menor de Mariano José de Larra, Baldomera, bautizada como María Dolores y cuyo nombre se cambió en la confirmación.

Se casó con Carlos Montemar y Moraleda, médico de la Casa Real.​ Al renunciar Amadeo al trono en 1873, el marido de Baldomera emigró a Cuba y dejó a su esposa con hijos pequeños en situación precaria en Madrid. Eso hizo que ella tuviera que acudir a prestamistas, a los que pagaba un elevado interés. Ese pudo ser el origen de su idea de negocio de préstamos.

En los años setenta del siglo XIX, Baldomera prometía un interés del 30 por ciento mensual, lo que atraía largas colas de personas ante su casa. Operaba sin esconderse, a la vista de todo el mundo. Llegó a prometer que a quien le prestaba una onza de oro, se la devolvía duplicada en un mes. Según algún investigador, llegó a recaudar 22 millones de reales. Si le preguntaban en qué consistía su negocio contestaba: "Es tan simple como el huevo de Colón". Si le preguntaban cuál era la garantía de la Caja de Imposiciones en caso de quiebra, contestaba: "¿Garantía?, una sola: tirarse del viaducto", que desde entonces es elegido por algunos suicidas.

Pagaba los intereses con el dinero de  nuevos "inversores". En 1.876 ya no se pudo sostener  pues, por lógica,  ese "negocio" es insostenible (pues exige una cantidad siempre creciente de "inversores" indefinidamente). A pesar de su éxito, llegó un momento en que tuvo menos ingresos que lo que debía pagar y despareció con todo el dinero. Huyó de España con todo el dinero que pudo y a los dos años se la localizó en Francia viviendo bajo falsa identidad. Devuelta a España fue juzgada y condenada a seis años. Gracias a una multitudinaria recogida de firmas su paso por la cárcel fue breve. No se sabe con seguridad que hizo después: irse a Cuba con su marido, irse a Buenos Aires o vivir con su hermano. Fin de su historia (1). 

Pero la historia demuestra que siempre hay algún avaricioso dispuesto a dejarse timar ante la perspectiva de ganancias desorbitadas, Ahí tenemos,  sin salir de España:  Sofico, Fidecaya, Gescartera, Fórum Filatélico y Afinsa. Hace sólo unos días has sido condenados los seis hijos varones de Ruiz Mateos por Nueva Rumasa, otra estafa piramidal. Por cierto, ¡que gran favor hizo Ruiz Mateos a sus hijas al desheredarlas por ser mujeres!


Santiago Rusiñol
 2. La otra versión es que el dicho se origina a principios del siglo XX, se origina en un estrafalario experimento social realizado por el pintor y escritor catalán Santiago Rusiñol, que, para demostrar que la gente es desconfiada, puso un tenderete en la plaza de Cataluña para vender duros a cuatro pesetas. (según parece, era una apuesta y la ganó): ¡No vendió ni uno! La gente desconfiaba. (munición para los seguidores del Barça: En Madrid multitudes cayeron como chinos con Baldomera. Y para los contrarios, Rusiñol tenía mas cara de timador que Baldomera).










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(1) Valle-Inclán, en  en uno de sus últimos capítulos de "El ruedo ibérico" la sitúa huyendo en un barco, rumbo a Inglaterra. Pérez Galdós la hace aparecer en uno de sus "Episodios Nacionales", Cánovas, para contar sólo la estafa, la fuga y la detención.

martes, 15 de octubre de 2024

119. El sospechoso

Así quedó el hueco de "La Gioconda en la pared del Museo"

 Hoy traigo una historia muy conocida. Está relatada en multitud de páginas web. Después de leer dos relatos casi idénticos (muy interesante e historia-arte.com), creo que las demás no van a aportar más datos y dejo de buscar. Lo esencial ya lo tengo. Otros lo han contado.  Esta vez mi aportación se limita a hacer una nueva redacción, completando cada una con la otra. Ni siquiera las tengo ahora a la vista. Lo contaré como yo lo hubiera escrito.  Pero la incluyo en este blog  porque es una curiosidad que me sorprendió cuando la conocí.


CUANDO PICASSO FUE SOSPECHOSO DE ROBAR "LA GIOCONDA" DEL LOUVRE

El 23 de octubre de 1.911 una bomba informativa  estalló en Paris: La "Gioconda" había desaparecido del Museo del Louvre. La policía intervino de inmediato. En la escena del robo no había ninguna pista. El museo cerró durante una semana para facilitar la investigación. Sólo quedaba un hueco entre otras dos pinturas. Acudiendo a sus archivos, la policía desenterró dos fichas: el poeta Guillaume Apolinar y el pintor Pablo Picasso.

Guillaume Apollinaire
Unos años atrás, un belga llamado Josef Géry Pieret, aprovechando la escasa seguridad del Museo, había robado varias estatuillas ibéricas, simplemente alargando la mano y echándoselas al bolsillo. Por entonces Picasso estaba pintando "Las señoritas de Aviñón" y estaba fascinado por el arte primitivo de orígenes no europeos. Con la mediación y complicidad de su gran amigo Apollinaire, Picasso las compró por apenas 50 francos, conociendo su origen ilícito. Después del robo de "La Gioconda" ambos se asustaron por el revuelo formado y decidieron deshacerse de las estatuillas, e incluso se plantearon tirarlas al Sena. Apollinaire intentó venderlas y lo trincaron.  Cantó como un jilguero y por eso la policía tenía una ficha sobre los dos en sus archivos. A falta de pistas sobre el robo de "La Gioconda", la policía desempolvó aquel asunto, detuvo a Apollinaire y lo interrogó. Apollinaire y Picasso ya tenían algo más en su contra: La policía sabía que ambos suscribían el radical Manifiesto Futurista de Marinetti, que abogaba por "la necesidad de la quema y destrucción de Museos y Academias, así como de las obras que habitaban en ellas con el fin de dejar paso al nuevo arte". La policía fue a casa de Picasso y lo llevó a la comisaría para interrogarlo. El pintor hizo el camino muy nervioso y temblando de miedo. Mediado  el interrogatorio, la policía sacó a Apollinaire. Ahí Picasso se hundió. Cuando le preguntaron si lo conocía, Picasso, contestó "Nunca he visto a este hombre". Apollinaire palideció ostensiblemente. Picasso tardó casi medio siglo en hablar sobre este asunto. En una entrevista con un crítico de arte , confesó "Todavía estoy avergonzado ". La relación de los amigos ya no volvió a ser la misma nunca más. Los dejaron ir pero durante mucho tiempo permanecieron asustados y un poco paranoicos. 


Vincenzo Peruggia
 Dos años después del robo de la pintura se atrapó al verdadero ladrón. Un italiano, antiguo trabajador del museo llamado Vincenzo Peruggia, cansado de tener a  Mona Lisa en un armario, fue a la Galleria degli Uffizi e intentó vendérsela al director. Ya se ha comentado que la seguridad del museo era muy escasa. Vincenzo había entrado en el museo tranquilamente un día (lunes) en que el museo estaba cerrado y, por eso, con menos personal, vestido con la bata blanca de los trabajadores de mantenimiento, separó la pintura del marco y la escondió bajo la bata y salió tranquilamente. Vincenzo, por lo visto "quería devolver la pintura a donde pertenecía". Si hubiera sabido más historia hubiera conocido el dato de que fue el propio Leonardo quien llevó la pintura a Francia cuando aceptó el mecenazgo del rey Francisco I. Fue condenado a un año y quince días de prisión. A los pocos días de la condena estalló la Segunda Guerra Mundial y el desenlace del juicio pasó casi desapercibido en la prensa.


Picasso quedó exculpado pero su intervención en el tema de las estatuillas ibéricas le regaló le regalaría el dudoso honor de ser el principal sospechoso del robo artístico más famoso de todos los tiempos.

martes, 30 de julio de 2024

117. Culebrón en la corte de los Capetos



La excomunión de Roberto II de Francia - Jean-Paul Laurens, Museo de Orsay (Wikipedia)

Debido a la necesidad de reyes y príncipes de contraer matrimonios concertados, arreglados por sus padres por motivos políticos, la Historia de Europa abunda en historias de amores trágicos, amantes (oficiales u oficiosas), concubinas, hijos ilegítimos y muchos enfrentamientos familiares. Esta es la historia de uno de ellos.

Berta era la mayor de los cuatro hijos del rey de Borgoña, Conrado III y su segunda mujer, Matilde de Francia. Destinada a lo usual en la época, fue casada con un importante señor feudal , Eudes (u Odón) I de Blois, que recibió el título de conde Palatino del rey Lotario de Francia. Además de sus cuatro hermanos, Berta tenía una hermanastra y un hermanastro, hijos del primer matrimonio de su padre y de la concubina de éste. Eudes y Berta tuvieron ocho o seis hijos, dependiendo de las fuentes consultadas.

 Eudes entró en un conflicto con los Capetos y varios aliados de éstos. Como Berta lo acompañaba en la guerra, se produjo un encuentro que cambió la vida de Berta. Al campamento de Eudes llegó Roberto, hijo y heredero de Hugo Capeto. Parece ser que cuando Roberto vió a Berta se enamoró a primera vista. 

Roberto estaba casado en un matrimonio arreglado por Hugo Capeto con Susana (o Rosala)  de Italia, que era veinte años mayor que él y a la que Roberto no le tenía ningún afecto y la que había intentado repudiar repetidamente alegando la diferencia de edad y la presunta esterilidad de Susana, cosa que no era cierta, ya que Susana había tenido tres hijos con su primer marido. La nulidad del matrimonio de Roberto y Susana nunca fue concedida por la Iglesia. A la muerte de Eudes, Roberto pidió permiso a Hugo para casarse con Berta, pero Hugo no consintió, alegando que eran parientes (las abuelas de Roberto y Berta eran hermanas, por lo que eran primos segundos. Además Roberto era padrino de uno de los hijos de Berta, lo que hacía ese matrimonio incestuoso para la Iglesia). Unos meses después de morir Eudes muere Hugo Capeto. Roberto sube al trono, y ya sin un padre que se opusiera, repudia a Susana y comienza a vivir con Berta.  El papa llama al orden a Roberto y le impone siete años de penitencia. En caso de no separarse, los amenaza con la excomunión. Susana y Roberto no ceden y como al cabo de cinco años de unión sólo habían tenido un hijo prematuro que nació muerto. El siguiente papa, Silvestre II, confirma la condena al rey de Francia. Roberto necesita el apoyo de la Iglesia y desea fuertemente un heredero y cede ante el papa. Como la Iglesia no reconocía el matrimonio, no se ve necesario seguir ningún procedimiento de nulidad. Roberto busca una esposa con la que no haya posibilidad de aducir parentesco y se casa con Constanza de Arlés.

Constanza de Arlés es una persona conflictiva. Los cronistas la califican de "vanidosa, avara, arrogante, cruel y vengativa". Que en siglo XI los cronistas se atrevieran a escribir así de una reina llama la atención. Se dice que el propio Roberto le tenía miedo; que ordenó asesinar al favorito del rey, Hugo de Beavais, cuando ambos estaban de caza en un bosque de Orleans y que había dejado ciego a su confesor, acusado de herejía. En la corte no la quieren, los provenzales que llegaron con ella a la corte provocaron un "choque cultural". Los provenzales del año mil no usaban barba ni bigotes, lo que para los francos era signo de afeminamiento; y además llevaban la cabeza rapada, algo que los francos reservaban a los eclesiásticos. La corte está dividida. A pesar de todo, tienen siete hijos. Da la impresión de que Constanza domina a su marido, lo que en la época es una situación anormal. Ella prefería a su hijo Roberto como heredero, pero su esposo elige a Enrique. A la muerte de Roberto, Constanza intentó asesinar a Enrique, pero el complot fracasa y Enrique subió al trono. No es de extrañar que a los seis o siete años de matrimonio Roberto busque de nuevo a Berta, a la que no había dejado de ver ni de amar y juntos marchen a Roma para pedir al papa la nulidad del matrimonio de Roberto y Constanza, basándose en el asesinato de Hugo de Beauvais,  porque quiere casarse de nuevo con Berta. A partir de ese momento Berta desaparece de la documentación, aunque no hay seguridad de la fecha de su muerte de Berta. Se dice que enfermó en Roma y murió cuando volvían a Francia, en el castillo de Valperga, entonces territorio del Sacro Imperio Romano Germánico, hoy Piamonte italiano.

  No dudamos del posible amor entre Berta y Roberto, pero ambos tenían más motivos. Roberto quería incorporar los territorios que habían sido de Eudes de Blois y Berta pensaba que aseguraba su porvenir y el de sus hijos: nadie se atrevería a atacar a los hijastros del rey. Fuera por lo que fuera, un auténtico culebrón.

 

martes, 9 de julio de 2024

116. El duelo top less

 

Obra de Emile-Antoine Bayard

Si hoy nos llevamos las manos a la cabeza al enterarnos de que alguien ha muerto por hacerse un selfie en la cornisa de un rascacielos (literalmente, morir por un like). Habrá que reconocer que no hay nada nuevo bajo el sol. Nuestras protagonistas de hoy serían el equivalente pasado al protagonizar un duelo esperpéntico por un motivo tan trivial como un discrepancia sobre los arreglos florales para un festival musical.  En el fondo, lo que está en juego  es el reconocimiento de quien manda en la alta sociedad.

Durante siglos, los duelos fueron un asunto de hombres para dirimir asuntos de honor. Aunque muchas veces una mujer estaba en el origen de estos enfrentamientos, no tenían ninguna otra presencia en ellos, pero poco a poco hubo mujeres  a las que les atrajo aprender  esgrima o practicar la puntería (1). 

Ya en 1721 se enfrentaron a duelo la condesa de Polignac y la marquesa de Nesle, ambas amantes, sin saberlo, del mismo hombre, el duque de Richelieu, sobrino nieto del famoso cardenal. Fue un duelo a pistola. La marquesa disparó primero, fallando, la duquesa tuvo mejor puntería, pero sólo consiguió rozar el hombro de su oponente. El duque debió llegar a la conclusión de que no le convenía una amante tan brava y tras el duelo las dejó a las dos.

Paulina Sandor, princesa Metternich

 Las verdaderas protagonistas de esta entrada fueron la austriaca Pauline Clementine de Metternich, nieta del famoso canciller y la condesa rusa Anastasia Kielmannsegg, que en el verano de 1.892 se batieron en un duelo a espada por un motivo aparentemente trivial: discrepancias en los adornos florales para un festival de música. En el fondo estaba en juego dejar claro cual de las dos tenía mas "mando" en la alta sociedad. Ambas tenían sus "partidarios" (hoy diríamos followers), Pauline dominaba la aristocracia de más rancio abolengo y Anastasia deslumbraba a sectores más populares. Aunque no fuera el primero entre mujeres, si era en el que todos sus componentes era mujeres: juez (la condesa Lubinska, que,  convenientemente, también era médico), madrinas en lugar de padrinos (la princesa Schwazemberg  y la condesa Kinsky)... Por eso, además de "el duelo en top less" también se lo llama "duelo emancipado".

Condesa Anastasia Kielmannsegg

 Paulina era muy amiga de la emperatriz Eugenia de Montijo. Cuando Napoleón III y Eugenia tuvieron que marchar al exilio, fue Paulina quien recuperó las joyas de Eugenia enviádolas por valija diplomática. Paulina era mecenas de artistas y frecuentaba a personajes como Dumas, Merimée, Gounod, Smetana, Saint- Saëns, Wagner y Listz. Por contra, siempre se llevo fatal con la emperatriz Isabel (Sissi).Vamos, todo un personaje.

Espadas rapiers

 El duelo tuvo lugar en Liechtenstein, porque (empezaban a ser delito en muchos lugares). Se acordó a primera sangre y con espadas rapiers francesas (espadas muy ligeras muy apropiadas para duelos rápidos).  La baronesa sugirió  que pelearan con el torso desnudo, ya que así evitaban que algún fragmento de ropa entrara en una herida  (2). Por ello, se alejó a todos los sirvientes que las condujeron al lugar. Las duelistas tenían 56 (Paulina) y 42 años (Anastasia).

El desarrollo del enfrentamiento fue el siguiente: La princesa Metternich recibió una herida sin importancia en la nariz,  pero le atravesó el brazo a la condesa. Al ver la sangre, las madrinas se desmayaron y los cocheros y lacayos se acercaron para ayudar. La baronesa los echo a paraguazos para que no vieran a las duelistas semidesnudas. Tras eso, se dio el duelo por concluido con algo similar a un empate (Anastasia había herido primero a su oponente pero Paulina ocasionó la herida más importante). Cuando volvieron a Austria las dos actuaron como si aquello no hubiera ocurrido nunca.

Como conclusión: cuando escuchemos lo que nos parecen estupideces de influencers recordemos

Nihil nuvum sub sole

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(1) Por ejemplo, siempre se dijo que el parche en el ojo que usaba la princesa de Éboli se debía a un accidente con un florete. 

(2) Hoy casi hay unanimidad en que la muerte de Prim se debió a la infección causada por un fragmento de la tela de su abrigo que penetró en la herida de su brazo con el disparo; infección que en aquella época no se podía combatir de ningún modo  y causaba la mayoría de los heridos de guerra.









martes, 2 de abril de 2024

115. Zapatero, a tus zapatos


 Este refrán advierte que cada uno opine sólo de aquello de lo que sabe, desentendiéndose de otros asuntos que no le incumben.

En la antigua Grecia, Apeles era el pintor más famoso de Grecia. Cuando pintaba un cuadro, solía exponerlo públicamente, muchas veces en los propíleos de la acrópolis de Atenas u otro sitio concurrido, para conocer las opiniones de los ciudadanos. En cierta ocasión, tras pintar un retrato de un ciudadano, un zapatero le comentó que había cometido un error en la forma de las sandalias. Apeles, humildemente, se llevó el cuadro y corrigió el error. El zapatero, envalentonado, comenzó entonces a juzgar el resto de la pintura. Entonces Apeles lo llamó al orden "Señor zapatero, no se salga usted de lo relacionado con los zapatos".

lunes, 18 de diciembre de 2023

114. Locusta la "primera asesina en serie de la historia" y Agripina la menor, a cual más venenosa


 He puesto esas comillas en el título porque es una expresión inexacta, colocada en el título de algunos artículos sólo para atraer la atención de lector. Mucho antes de Locusta  hubo gente que asesinó por encargo de otros, ya sea por dinero, ya sea  porque creía estar haciendo algo justo, conveniente o bueno para la colectividad. Ningún criminólogo de nuestros días calificaría a Locusta como "asesina en serie".

Se saben pocas cosas de esta mujer. el romano Tácito nos habla de ella pero tampoco da una información exhaustiva. Aparece en la Wikipedia y en algunos artículos que no añaden nada nuevo. Intentaré reunir todos los datos en un relato sucinto, pero coherente.

Locusta (nombre que significa langosta) era una esclava gala llegada a Roma posiblemente como botín de guerra. En Roma a los esclavos que destacaban por alguna habilidad especial se les permitía trabajar por su cuenta. La habilidad de Locusta era un gran conocimiento sobre plantas, sus usos y propiedades y regentaba una tienda cerca del monte Palatino.

Locusta sabía preparar pociones capaces de acabar con la vida de cualquiera y que nadie sospechara que esa persona había sido envenenada. Roma estaba llena de esposas engañadas, hijos que ansiaban la herencia de sus padres o políticos que pretendía amasar inmensas fortunas por la vía más rápida y segura, y Locusta era la persona perfecta para ayudarles a conseguir sus objetivos a cambio de un generoso pago. Su tienda pronto se llenó de clientela de la clase más alta y el boca a boca hizo una eficiente publicidad de su habilidad. Su fama llegó a oídos de Agripina. Para ese momento, Locusta ya estaba condenada a muerte por envenenadora. Agripina, sobre la que escribiré después, comprendió que Locusta era justo lo que necesitaba  y utilizó su poder e influencia para librarla de la muerte, liberarla e introducirla en los círculos de la corte.

Mucho antes de cometer los crímenes que la historia le atribuye, Julia Agripina fue una niña inocente que vivió con asombro el regreso de sus padres a Roma. Corría el otoño de 19 d. C., ella contaba cuatro años y sus padres llegaban a la capital desde Antioquía, en Siria. Sabemos por el historiador Tácito que ella y sus hermanos salieron al encuentro del cortejo que se acercaba lentamente a la ciudad por la Vía Apia. A ambos lados de la calzada se apiñaba una multitud desolada, ataviada de negro, que les recibía con gritos y lamentaciones.

Su madre, Agripina la Mayor, a quien no veía desde hacía dos años, era una mujer exhausta que caminaba encorvada por el peso de su desgracia. Acarreaba en brazos una urna funeraria con las cenizas de Germánico, su esposo, el general más amado por el pueblo romano y designado por Augusto para suceder a Tiberio en el trono. El padre que la pequeña Agripina apenas llegó a conocer.

Era muy niña y, a pesar de la extraordinaria inteligencia que más tarde demostró, lo más probable es que no entendiera lo que sucedía. No pudo parecerle sospechoso que Tiberio, césar en esos momentos y padre adoptivo del difunto, no hubiese acudido a honrar su memoria. Aún no sabía nada de política ni de conspiraciones asesinas. Con los años, tal vez Agripina habría olvidado aquel momento. Pero su madre no olvidó ni le permitió olvidar. La joven creció convencida de que Tiberio había mandado envenenar a su padre y de que su propio linaje estaba predestinado a reinar. Costara lo que costara. Y costó muchas vidas, incluyendo la suya.

Pasó la primera parte de su juventud en la sombra, limitándose a ser la recatada esposa de su primer marido, Cneo Domicio Enobarbo. Ese anonimato y su infertilidad durante los primeros años de matrimonio la mantuvieron a salvo de Tiberio, que veía en cualquier descendiente de Germánico un rival indeseable para su propio hijo. Los de Germánico eran especialmente peligrosos para Tiberio, porque contaban con la simpatía del pueblo y la adhesión incondicional de las tropas.

El césar se las arregló para que los dos hermanos mayores de Agripina, Nerón y Druso, fueran condenados por supuestos delitos. Cuando Agripina cumplió veintidós años dio a luz al futuro emperador Nerón. Para mayor alegría suya, Tiberio murió de pronto. A falta de su propio hijo, ya fallecido, el emperador dejó la Corona en manos del joven Calígula, hermano de Agripina, quien a pesar de su origen había sabido ganarse el favor del viejo césar.

Agripina la Menor

 Agripina, llamada Agripina la menor, para distinguirla de su madre, era una mujer devorada por la ambición y el ansia de poder que no se paró en barras hasta conseguir llegar a lo más alto que se podía (fue nombrada Augusta, la primera después de Livia). En el año 28, con tan solo 13 años, se casó por primera vez con el cónsul romano Cneo Domicio Enobarbo,​ quien afirmó de su futuro hijo (Nerón): «De la unión de Agripina y yo sólo puede salir un monstruo. (por algo lo diría)» .De esta unión nació nueve años más tarde Lucio Domicio Enobarbo, conocido como Nerón.  Aun estando casada con Enobarbo, se dice que Agripina mantuvo relaciones sexuales con su hermano Caligula, al igual que hacían sus hermanas, y que se prostituyó con miembros de la corte, como sus hermanas Julia Drusila y Julia Livila, que también estaban casadas.

Los privilegios de los que disfrutaba Agripina empezaron a desaparecer tras la muerte de la hermana preferida de Calígula, Drusila. Tras este acontecimiento, el emperador empezó a sufrir una enfermedad mental que provocó que Agripina perdiera el favor de su hermano. Ambiciosa como su madre, Agripina quería continuar con esos privilegios que ahora su hermano no le ofrecía. Por ello junto a su amante Tigelino, Léntulo Getúlico, su hermana pequeña Julia Livila y el amante de ambas y cuñado viudo Marco Emilio Lépido planearon derrocar a Calígula. Al descubrir la conspiración, el emperador ordenó la muerte de Lépido y Getúlico, y el destierro a la isla de Pandataria, previo juicio, de sus dos hermanas y Tigelino.

Una vez más, la hija de Germánico demostró ser una superviviente nata. Ni la aridez del clima, ni la escasez de alimentos ni el recuerdo de su hermano Nerón, que falleció en la misma isla, pudieron con ella. El exilio fortaleció su espíritu. Cuando en el año 41 murió asesinado Calígula y su tío Claudio, recién nombrado emperador, la trajo de vuelta a Roma, Agripina no dio un solo paso en falso. Cada uno de sus movimientos la acercó al trono que anhelaba para su hijo.

Para empezar, necesitaba contactos, y los contactos costaban dinero. Viuda ya de su primer marido, se casó el año de su regreso con Pasieno Crispo, un pacífico millonario que le legó toda su fortuna. Su nueva posición y su amistad con Palante, consejero de Claudio, le permitieron ponerse al corriente de los movimientos de Mesalina, tercera esposa del emperador. Por el momento se mantuvo a una prudente distancia.

Una vez más, Agripina consiguió tener, poco a poco, una relación cada vez más íntima con su tío, el emperador. Claudio, tras descubrir que su esposa Mesalina, madre de sus hijos Británico y Octavia, le era infiel, decidió ejecutarla y casarse con su sobrina, a pesar de que el matrimonio de tíos y sobrinas era ilegal e incestuoso según la ley romana, problema resuelto mediante un acuerdo especial del Senado. Pero Agripina tenía prisa por ejercer el poder, aunque fuera por medio de su hijo, y para ello debía eliminar dos obstáculos, Claudio y Británico. Con 34 años, en 49, contrajo matrimonio por tercera y última vez con su tío, el emperador Claudio.

Claudio ya tenía un hijo, Británico, apenas tres años más joven que Nerón. Agripina ideó una hábil estrategia para suplantarlo poco a poco. Empezó por pedir a Claudio que desposara a Nerón con su hija Octavia. Después le convenció, no sin dificultades, de que adoptara a Nerón. Para ello se tuvo que ceder a Octavia en adopción a otra familia ilustre, puesto que los nuevos esposos no podían ser, a la vez, hermanos.

 Ahora es cuando Locusta empezó a serle útil. Claudio era poco moderado por la comida. El 13 de octubre del año 54, a Claudio le esperaba un manjar al que no podía resistirse. Esa noche le prepararon un plato de setas, su comida favorita. Después de que Holato, su catador oficial, probara una pequeña porción del plato, el emperador se abalanzó sobre la comida. Tras pedir una jarra de vino, comenzó a asfixiarse. Según parece, eran champiñones ¿Estaban mezclados con ellos setas venenosas o fue una poción de Locusta? Se dijo que Agripina ordenó preparar un plato de setas comestibles mezcladas con venenosas, pero no hay prueba histórica de ello. Para rematar el médico de Claudio, Jenofonte, de acuerdo con Agripina, aparentó intentar salvarlo provocándole el vómito introduciéndole en la garganta una pluma de avestruz impregnada de veneno. Sin embargo, los síntomas hacen pensar en la presencia de arsénico en el plato. Claudio sufrió vómitos y diarreas en su lenta agonía, dejando como sucesor al hijo de Agripina. Así, con Nerón al frente del Imperio.

De nuevo condenada a muerte en el año 55, Locusta volvió a salvarse gracias al perdón imperial de Nerón. Éste ya no podía soportar a su madre, siempre exigiendo más poder y entrometiéndose en todos sus asuntos, incluso en su vida personal. Discutían continuamente y ella le reprochaba que tenía derecho a ello, pues a ella de debía todo, dejándole caer que aún podía encumbrar a Britanico dejándolo a él de lado. Entonces, Nerón acudió a Locusta, ordenándole que envenenara a Británico, el hijo que Claudio había tenido con Mesalina.  Cuando Agripina supo que Nerón había ordenado el envenenamiento de Brianico sin consultarla, supo que había perdido el control sobre él. 

Locusta ensaya ante Nerón, con un esclavo,
el veneno para Británico. 
Wikipedia
Locusta ya  se había escapado por los pelos dos veces de la condena a muerte y tenía miedo. Ante el miedo de que la acusasen del crimen, Locusta preparó una bebida que sólo provocó una diarrea al hermanastro del nuevo emperador. Éste, enojado, azotó a la envenenadora recriminándole su temor.

En el segundo intento con Británico, Locusta se aseguró. En un grandioso banquete ofrecido por Nerón, se le entregó a Británico un caldo que estaba excesivamente caliente, previamente probado por un catador. Al refrescarlo con agua se añadió el veneno y el hermanastro del emperador murió inmediatamente. Los asistentes dirigieron sus miradas hacia Nerón quien, sin dar mayor importancia a los hechos, declaró que su hermanastro había sufrido uno más de sus ataques de epilepsia. Pero de que Británico sufriera epilepsia nunca se había hablado antes del comentario de Nerón.  Los síntomas indican que Locusta utilizó sardonia, una planta que crecía en la isla de Cerdeña. Británico estaba próximo a cumplir 14 años de edad.

Así pudo por fin llegar Nerón al trono. Cuando a los 16 años Nerón fue nombrado emperador.

Agripina cometió dos errores que la llevaron a la tumba. El primero fue creer que ya no necesitaba disimular. Claudio había sido un gobernante débil –a nadie se le escapaba quién estaba detrás de casi todas sus decisiones–, pero Agripina ejerció su poder en la sombra con sutileza. Tratándose de su hijo, todo le pareció distinto. Nerón siempre había estado bajo su influjo y era a todas luces demasiado joven para gobernar solo. A Agripina ya no le pareció imprescindible esconder su papel de regente.

Trasladó a palacio las sesiones del Senado y, no contenta con asistir a ellas oculta tras una cortina, en una ocasión salió de su escondite dispuesta a departir personalmente con unos embajadores. Por consejo de Séneca, el propio Nerón la acompañó amablemente fuera de la sala. La nobleza romana no estaba preparada para aceptar el poder oficial de una mujer.

 Agripina utilizó a su hijo, con el que se dice que mantenía relaciones sexuales, para gobernar Roma.  El dominio que Agripina intentaba ejercer sobre su hijo lo agobiaba tanto que éste amenazaba con abdicar y marcharse a Rodas.  En cierta ocasión, unos adivinos caldeos le habían vaticinado a Agripina que su hijo sería rey y mataría a su madre. Agripina contestó: Pues que me mate, pero que sea rey. Y efectivamente, Nerón, fuera de control, intentó matar varias veces a Agripina. El primer intento fue por envenenamiento ¿intervino otra vez Locusta? No lo sabemos. Agripina no murió. El segundo intento fue colocando un pesado adorno sobre la cama de Agripina preparado para que cayera sobre ella mientras dormía. Tampoco logró su objetivo. Nerón, fingiendo reconciliarse con ella, la invitó a un paseo en barco por el mar.  El barco estaba preparado para hundirse durante la travesía. El barco se hundió pero Agripina y su amiga Acerronia sobrevivieron al impacto. Presa del pánico, Acerronia pidió auxilio haciéndose pasar por la madre del emperador. Los marineros la mataron a golpes de remo. Agripina entendió lo que sucedía y se guardó de abrir la boca. Huyó a nado y fue rescatada por unos pescadores. logró llegar a nado a la costa.  Una vez en tierra, envió a su hijo un mensaje tranquilizador con la esperanza de salvar la vida. Pero Nerón simuló que el mensajero de su madre había tratado de asesinarle bajo sus órdenes. Con este pretexto justificó el emperador ante el pueblo la necesidad de eliminarla.

Agripina encontró la muerte pocas horas más tarde en su villa de Antium, la misma casa en la que veintidós años atrás había dado a luz a Nerón. Se dice que antes de expirar se arremangó la túnica y pidió a los soldados que la remataran hundiendo la espada en el mismo vientre que engendró a su asesino. Su hijo, el objeto de sus desvelos, solo la sobrevivió nueve años. Esta es una de las anécdotas históricas de las que no podemos asegurar la veracidad. Pero si no e vero, e ben trovato,  encaja con su personalidad altiva y resuelta.

¿Y Locusta? ¿Qué fue de ella?  A finales de 67 o principios de 68, Cayo Julio Vindex, gobernador de la Gallia Lugdunensis, se rebeló contra la política fiscal de Nerón. El emperador envió a Lucio Verginio Rufo, gobernador de Germania Superior, a sofocar la revuelta y Víndex, con el objetivo de recabar aliados, pidió apoyo a Galba, gobernador de Hispania Tarraconense. Verginio Rufo, sin embargo, derrotó a Víndex y este se suicidó,​ mientras que Galba, por su parte, acabó siendo declarado enemigo público.​

Nerón había recuperado el control militar del Imperio, pero esto fue utilizado en su contra por sus enemigos en Roma. En junio de 68, el Senado votó que Galba fuera proclamado como emperador​ y declaró «enemigo público» a Nerón, utilizando para ello a la Guardia Pretoriana, que había sido sobornada, y a su prefecto Ninfidio Sabino, que ambicionaba convertirse en emperador.

Según Suetonio, Nerón huyó de Roma a través de la Vía Salaria.​ Sin embargo, a pesar de haber huido, Nerón estaba preparado para suicidarse. Llevaba consigo un veneno de Locusta, pero no tuvo valor para quitarse la vida. Llevaba ​ consigo  de su secretario Epafrodito, al que le pidió que lo matara. Epafrodito quien lo apuñaló cuando un soldado romano se aproximaba. 

La muerte de Nerón dejo sumido al imperio en la guerra civil. El siguiente emperador fue Galba, proclamado por el Senado. Galba condenó a muerte a Locusta por tercera vez, acusándola de haber envenenado a unas 400 personas. Con toda probabilidad fue estrangulada, pero ignoramos las circunstancias de su muerte.


miércoles, 25 de mayo de 2022

108. Tener más orgullo que don Rodrigo en la horca

 

Detalle de retrato ecuestre de Rodrigo Calderón, obra de Rubens. Castillo de Windsor

Este dicho en sí no necesita mucha explicación. Pero sí, quizás, no está de más saber con un poquito de detalle, aunque no tanto como para aburrir,  quién era este don Rodrigo, que, por cierto, no fue ahorcado, por su condición de noble. A mi, al menos, me gusta que si digo algo (soy muy refranera) poder contestar si me preguntan  "Y eso ¿qué ´eh?" Posiblemente herencia de mis días de profesora de cientos de adolescentes no muy doctos en Historia de España.

Rodrigo Calderón y Aranda nació en Amberes (Bélgica) en 1576. Sus padres, primos hermanos entre sí, fueron Francisco de Calderón y Aranda y María de Aranda y Sandelijn, procedían de una familia de mercaderes de Valladolid, que había sido ennoblecida por Carlos I. El padre llegó a capitán de la armada y más tarde a «comendador mayor» de Aragón, presumiblemente con la ayuda de su hijo. Su madre pertenecía a la nobleza flamenca y holandesa. Rodrigo Calderón fue señor de Oliva de Plasencia, (título que después le sería elevado a condado); de Rueda y de Siete Iglesias, este último también elevado posteriormente a marquesado.

Su padre, un renombrado capitán que peleó en las guerras de Italia, lo dejó a cargo   del marqués de Denia como paje con tan solo 15 años. Su inteligencia le hizo convertirse muy pronto en hombre de confianza del marqués y, cuando este último se convirtió en duque de Lerma –ministro principal de Felipe III–, Rodrigo elevó su posición hasta el de un hombre de «primerísima categoría». Llegó a ser ayuda de cámara del Rey, a vestir el hábito de la Orden de Santiago y a ser secretario de Estado. Fue nombrado marqués de Siete Iglesias, primero, y conde de la Oliva, después. Junto al duque de Lerma y el conde de Lemos forjó una alianza que llegó a acaparar toda la autoridad del Imperio Español.

Siendo tan cercano al Duque de Lerma, don Rodrigo Calderón y Aranda se convirtió en objetivo del conde-duque de Olivares. La envidia por la ingente fortuna que amasó a través de abusos de poder y por el trato que ejercían sobre el resto de la nobleza fue el principio de todos sus males. Junto al conde-duque se alió el hijo de duque de Lerma, el duque de Uceda, y el confesor del Rey Luis de Aliaga. Dos religiosos, Juan de Santa María, fraile franciscano, y Mariana de San José, priora de La Encarnación, trabajaron con la reina Margarita, bajo cuya influencia Calderón fue relegado de su puesto de secretario en 1612. Sin embargo, conservó el favor del duque de Lerma, un hombre indolente para quien el trabajo de Calderón era indispensable.

La reina Margarita de Austria se opuso a los abusos e influencia del duque de Lerma, valido de su esposo, sobre los asuntos de gobierno. Este, en un primer momento, logró que la reina perdiese influencia en la corte, pero Margarita de Austria, con ayuda del confesor real, el fraile Luis de Aliaga, consiguió que se iniciara una investigación que dejó al descubierto el entramado de corrupción que rodeaba al duque de Lerma y sus colaboradores. Algunos de estos, como Rodrigo Calderón, fueron declarados culpables. El duque de Lerma logró quedar absuelto, aunque tuvo que abandonar la vida pública en 1618. La reina Margarita, promotora de este proceso, no pudo ver la caída del valido porque había fallecido siete años antes a consecuencia de las complicaciones que sufrió durante el parto de su octavo hijo, un niño llamado Alfonso que murió muy niño.

Cuando la reina Margarita murió durante un parto en octubre de 1611, Calderón fue acusado de haber utilizado brujería contra ella. En 1612 fue enviado a una misión especial en Flandes y a su regreso se le nombró marqués de las Siete Iglesias en el año 1614. Más tarde se supo que ordenó el asesinato de un soldado llamado Francisco de Juaras.


Cuando el duque de Lerma fue conducido hasta la Corte en 1618 por las acusaciones de su propio hijo, el duque de Uceda, y del confesor del rey, el dominico Aliaga, Calderón fue utilizado como chivo expiatorio para calmar las voces del pueblo. Fue arrestado la noche del 20 de febrero de 1619 en su palacio de Valladolid y fue llevado al Castillo de Montánchez primero y finalmente conducido a Madrid​ donde fue supuestamente sometido a tormento para conseguir que confesase los cargos que contra él pesaban de asesinato y brujería. Confesó el asesinato de Juaras, pero rechazó firmemente el resto de los cargos que le acusaban de asesinato y brujería.


Don Rodrigo Calderón en el tormento,
obra de de José María Rodríguez de Losada. 1865.
Museo del Prado.
En cuanto coronaron a Felipe IV, encerraron a Don Rodrigo 32 meses. Fue acusado de cuatro muertes y 244 abusos de poder. En un auto del 7 de enero de 1620 se le atribuía haber matado a Francisco Juaras, un músico que tenía intenciones con su esposa, y haber obtenido ilegalmente una cédula exculpatoria del Rey; haber dado muerte a un alguacil de la Corte; matar a otros dos servidores del duque de Lerma; haber inducido a un médico para que envenenara a la reina doña Margarita de Austria; y, lo más curioso, de usar «hechizos» para ganarse las simpatías del rey.


Con estos cargos en su contra se le sometió a la tortura del potro para que «confesara». En un primer interrogarorio le tendieron sobre el potro y le estiraron los brazos hasta descoyuntárselos. En el segundo le ataron los muslos impidiendo la circulación de la sangre con un terrible sufrimiento. En el tercero, sobre el potro, también, le echaron a través de un embudo varios jarros de agua por la boca. Don Rodrigo, solo confesó haber ordenado matar al músico. Del resto solo dijo que eran calumnias.


El procedimiento dejó lisiado durante meses al reo que volvió a los calabozos antes de que se ejecutara su pena de muerte. Ese día llegó el 21 de octubre de 1620. Después de pasar toda la noche rezando, fue conducido por las calles de Madrid hacia la Plaza Mayor. Torpe, pero con una gran entereza y orgullo, subió al cadalso con ayuda del cura que le había confesado. Saludó y besó al verdugo al que llegó a decir: «Cumple con tu obligación». Este le pidió perdón por lo que iba a hacer y se dispuso a cortarle el cuello. «¡No!», gritó al verdugo. «Por ahí no. Soy noble y tengo derecho a que me degüelles por delante, no por detrás», le dijo. Alzó la cabeza y el frío metal bañó el patíbulo de sangre. Algunas leyendas dicen que en ese mismo instante gritó el nombre de Jesucristo. El silencio, cuentan, tomó la Plaza Mayor, y el orgullo del marques de Siete Iglesias quedó para siempre en la memoria de los madrileños, que lo convirtieron en un héroe, dando lugar al dicho que comentamos.

Fue sepultado en el convento de Porta Coeli, en Valladolid.










"Bufete de don Rodrigo Calderón".
Museo del Prado
Calderón fue un ávido coleccionista de obras de arte. Donó numerosos cuadros al convento de Porta Coeli de Valladolid, que él mismo había financiado. Durante su estancia en Flandes, donde fue como embajador, compró una importante colección de pinturas de escuela flamenca, especialmente de Rubens, entre los que destaca La Adoración de los Reyes Magos, cuadro que le fue regalado por el Ayuntamiento de Amberes, ciudad en la que había nacido; también adquirió obras de Jan Brueghel de Velours, Otto van Veen o Pieter van Avont, muchos de los cuales figuran hoy en el Museo del Prado. Además compró tapices, joyas y mobiliario, como el denominado Bufete de don Rodrigo Calderón, tablero de taracea de piedras semipreciosas (lapislázuli, mármol blanco y verde) que se expone actualmente en el Museo del Prado.

Fotografías de Wikipedia y de Museodelprado.es






viernes, 20 de mayo de 2022

107. El hombre más rico de la historia

 


Mucho se ha hablado sobre la riqueza de los grandes gurús tecnológicos de nuestra era. Entre viajes al espacio e imperios digitales, se nos olvida que ni siquiera se acercan a la riqueza de un hombre del pasado. Porque ni Elon Musk, ni Jeff Bezos, ni Steve Jobs o Bill Gates.  Tampoco Messi o Ronaldo, ni el rey Lepoldo II de Bélgica o Marco Licinio Craso, el triunviro romano cuya fortuna situó a Julio Cesar en el poder. Si de riqueza estratosférica hablamos, en la historia existió un hombre que rompe con toda proporción. Su nombre: Musa I, emperador o Mansa, de Mali.

Se estima que Mansa Musa tenía una riqueza de 400.000 millones de dólares actuales, muy por encima de Jeff Bezos (alrededor de 200,000 millones) o Elon Musk (en torno a 270,000 millones). Hay que añadir a las reservas de minerales que poseía y que hacían su fortuna prácticamente infinita.

El imperio de Mali hacia 1.350

Musa I (c. 1280-c. 1337), llamado igualmente Musa I de Malí y conocido comúnmente como Mansa Musa, fue el décimo mansa, traducido como "rey de reyes" o "emperador", del Imperio de Malí. En la época del ascenso de Mansa Musa al trono, el Imperio de Malí ocupaba el territorio previamente gobernado por el Imperio de Ghana, así como el Mande (Malí) y sus áreas inmediatamente próximas. Musa tuvo multitud de títulos, entre ellos los de emir del Manding, señor de las Minas de Wangara y conquistador de Ghanata, Futa-Jallon y al menos una docena de estados. Fue el gobernante más rico de su tiempo y es la persona más rica de todos los tiempos si se ajusta su patrimonio por la inflación. Las generosas acciones de Musa, no obstante, devastaron inadvertidamente la economía de la región. 

En las ciudades de El Cairo, Medina y La Meca, la repentina entrada de oro devaluó este metal durante la siguiente década. Como consecuencia de ello, se produjo una hiperinflación de los bienes de consumo y equipo. Para rectificar la situación del mercado de oro, Musa tomó prestado todo el oro que pudo portar de los prestamistas de El Cairo a un elevado interés. Se trata del único caso en la historia en el que un solo hombre controló directamente el precio del oro en el Mediterráneo.

Mansa Musa ascendió al trono a través de la práctica de nombrar un diputado durante el peregrinaje a La Meca y otro tipo de expedición de un rey, siendo posteriormente nombrado el diputado como heredero. Según fuentes originales, Musa fue nombrado diputado del rey cuando éste se embarcó en una expedición para explorar los límites del oceano Atlántico,  expedición de la que nunca regresó. El académico egipcio y árabe Al-Umari cita a Mansa Musa como sigue:

El gobernante que me precedió no creía que sería imposible alcanzar el extremo del océano que rodea la tierra [refiriéndose al Atlántico]. Quería alcanzar ese [fin] y estaba determinado a continuar su plan. De modo que equipó doscientos barcos llenos de hombres, y muchos otros repletos de oro, agua y provisiones suficientes para muchos años. Ordenó que el capitán no regresara hasta que hubiera alcanzado el otro confín del océano, o hubiera terminado con todas las provisiones y el agua. Así partieron en su travesía. Estuvieron ausentes durante un largo período, y, al final, solo un barco regresó. Cuando se preguntó al capitán este respondió: «Oh, príncipe, nosotros navegamos durante mucho tiempo, hasta que vimos en medio del océano un gran río que corría masivamente. Mi barco era el último, todos los demás estaban delante, y fueron absorbidos en el gran remolino y no volvieron a aparecer jamás. Yo navegué de vuelta para escapar de esta corriente». Pero el sultán no le creyó. Ordenó que doscientos barcos fueran equipados para él y sus hombres, y mil más con agua y provisiones. Entonces me confió la regencia durante el término de su ausencia, y partió con sus hombres, para no regresar ni dar señales de vida jamás.

Mucho de lo que se sabe sobre Musa proviene de fuentes árabes escritas después de su hajj, especialmente los escritos de Al-Umari e Ibn Khaldun . Mientras estaba en El Cairo durante su hajj, Musa se hizo amigo de funcionarios como Ibn Amir Hajib, quien se enteró de él y de su país por él y luego pasó esa información a historiadores como Al-Umari.  Información adicional proviene de dos manuscritos del siglo XVII escritos en Tombuctú , el Tarikh as-Sudan8​ y el Tarikh al-fattash.9  Tradición oral, tal como la realizan los jeliw ( sg. Jeli ), también conocidos como griots, incluye relativamente poca información sobre Musa en comparación con otras partes de la historia de Mali.

Lo que se conoce sobre los reyes del Imperio de Malí proviene de los escritos de académicos árabes, como Al-Umari, Abu-sa'id Uthman ad-Dukkali, Ibn Khaldun e Ibn Battuta, entre otros. De acuerdo a la extensa historia de los reyes de Malí de Ibn-Khaldun, el abuelo de Mansa Musa fue el visir conocido como Manding Bory o Abu-Bakr (el equivalente en árabe de Bakari o Bogari, nombre original desconocido y que no coincide con el Sahaba Abu Bakr), hermano de Sundiata Keita, fundador del Imperio de Malí tal y como ha sido registrado en la tradición oral. Abu-Bakr no ascendió al trono, y su hijo, el padre de Musa, Faga Laye, no tuvo relevancia en la historia de Malí. 

Mansa Musa subió al trono de Mali en 1307. Musulmán practicante (circunstancia esta que lo hizo tan famoso que por eso hoy estamos hablando de él),  diecisiete años después de subir al trono emprendió la peregrinación a La Meca que lo convirtió en leyenda y le mostró al mundo conocido la inimaginable riqueza de Mali. Salió de su capital Niani, en el río Níger, hacia El Cairo acompañado por una tropa de 60,000 hombres vestidos con seda persa brocada. El emperador montaba a caballo precedido por 500 esclavos, cada uno con un cetro de oro, y una caravana de 80 camellos cargada con 11,200 kilos de polvo de oro. Según el historiador al-Umari, al llegar a El Cairo gobernado por el sultán mameluco Al-Malik al-Nasir, distribuyó tanto oro como limosna que su precio se devaluó y provocó una inflación que duró más de una década. Además, se ha registrado que construyó una mezquita todos y cada uno de los viernes.

De la importancia de Mansa Musa y la fama
de su legendaria riqueza da testimonio el hecho de
 que aparezca representado en el"Atlas Catalán",
de CresquesAbrahám (1375),
llevando en la mano una moneda de oro
La extravagante peregrinación a La Meca de Mansa Musa le anunció a todo el norte de África y a los reinos europeos que comerciaban en las costas del Mediterráneo sobre la increíble riqueza del imperio mandén, que para entonces había conquistado Gao, la capital del reino vecino Songhai y ampliado aún más su territorio y recursos. Para dimensionar el tamaño, el explorador Ibn Battuta (1) tardó cuatro meses en viajar desde la frontera norte del imperio hasta la capital Niani, en el sur.




Durante su larga travesía de vuelta desde La Meca en 1325, Musa escuchó noticias sobre la recaptura de Gao por sus ejércitos. Sagmandia, uno de sus generales, lideró la ofensiva. La ciudad de Gao había formado parte del imperio desde antes del reino de Sakoura y era un importante, aunque a menudo rebelde, centro comercial. Musa realizó una parada y visitó la ciudad, donde recibió como prisioneros a los dos hijos del rey de Gao, Ali Kolon y Suleiman Nar. Volvió a Niani con los dos jóvenes y posteriormente los educó en su corte. Cuando Mansa Musa volvió, trajo numerosos académicos y arquitectos árabes.


 Se ha documentado que Mansa Musa viajó a las ciudades de Tombuctú y Gao en su viaje hacia La Meca, haciéndolas parte de su imperio cuando regresó hacia 1325. Trajo arquitectos de Andalucía, en España, así como desde El Cairo, para construir su gran palacio en Tombuctú y la gran mezquita de Djingareyber, que todavía se mantiene.​

Mezquita de Tombuctú


Tombuctú se convirtió pronto en un centro comercial, cultural e islámico. Los mercados trajeron comerciantes de Nigeria, Egipto y diferentes reinos africanos. Se fundó una universidad en la ciudad, de la misma forma que se fundaron universidades en las ciudades también malienses de Djenné y Ségou, y el islam se diseminó en los mercados y en la universidad, haciendo de Tombuctú una nueva zona de predicación y estudio del Islam. Las noticias de la riqueza de la ciudad imperial de Malí cruzaron el Mediterráneo hasta Europa del sur, y los comerciantes de Venecia, Granada y Génova pronto añadieron a Tombuctú a su cartografía para comerciar bienes manufacturados a cambio de oro.


Madraza de Sankore
Bajo el reinado de Mansa Musa, Tombuctú se convirtió en la ciudad comercial más importante del imperio. En esta ciudad fundó la madraza de Sankore, el mayor centro intelectual del islam en África y un enclave de las rutas comerciales transaharianas. Tenía conexiones de caravanas con Europa, el África subsahariana y los imperios islámicos de Medio Oriente. Ahí se intercambiaba oro de todas partes a cambio de productos exóticos y marfil que viajaban hasta los límites del mundo conocido.

Más allá de su legendaria riqueza, Mansa Musa es recordado por sentar las bases administrativas de un imperio puramente africano de gran calado. Los avances e impacto comercial del imperio de Mali perduraron por años después de su muerte en 1332.  El hijo y sucesor de Musa, Mansa Magha, fue también nombrado diputado durante la peregrinación de Musa.​

Muchas veces perdemos de foco la importancia de personajes o reinos por no aparecer con tanta frecuencia en los libros de historia tradicionales. De ahí la importancia de revisar la Historia y de mantener una curiosidad activa. El pasado aún nos puede sorprender.



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(1) Ibn Battuta también es un personaje que merece un post en este blog. Probablemente el viajero más grande de la historia. Lo dejaremos para otro día.





 


 






domingo, 15 de mayo de 2022

106. Una modelo y un pintor

 

El mundo de Christina. Andrew Wyeth. MoMA. Nueva York.

Si hay dos pinturas famosas para el estadounidense medio son Gótico americano, de  Grant Wood  y El mundo de Christina, de Andrew Wyeth.

Andrew Wyeth nació el 12 de julio de 1.917 en 1917 en Chadds Ford, Pensilvania. Su padre, Newell Convers Wyeth,  era un pintor e ilustrador de éxito. Bajo su tutela, Andrew comenzó a ilustrar desde pequeño y llegó a ayudarlo a ilustrar algunos libros. Sin embargo, lo que realmente le apasionaba era pintar. Y así lo hizo, se dedicó a hacer obras al temple y acuarela por años. A los 20 años expuso por primera vez sus acuarelas en Nueva York, vendiéndo todas las obras expuestas, Su camino en la vida parecía claro. Pero  un accidente lo cambió todo. Su padre murió cuando un tren arrolló su auto en un cruce de vías.  La vida de Andrew  perdió el color. La obscuridad que Andrew sentía dentro no la podía iluminar ni con los pigmentos más brillantes.

Andrew (izq.) y los hermanos Olson
Sus pinturas se nublaron, se enfriaron, se desequilibraron. Y en estas comenzó a germinar una idea nueva. La belleza que antes encontraba a simple vista ahora debía estar oculta. Para hallarla debía enfocarse detrás de los detalles más pequeños, justo a un lado de lo insignificante. Algunos años antes había conocido a su esposa, Betsy James, y ella le había presentado a los hermanos Olson, Álvaro y Christina. Los hermanos y la granja en la que vivían resultaron el improbable lugar donde decidió buscar la belleza perdida. Wyeth empezó a concentrarse en representar la sencillez de la vida. Abrazó un estilo regionalista a pesar de que la tendencia en boga era la abstracción. Se acercó a los Olson y pasó la mayor parte del tiempo con ellos. La casa rural en la que vivían lo fascinaba y les pidió permiso de quedarse una temporada. Se quedó treinta años. Los hermanos lo aceptaron sin arrepentimiento e incluso le dieron una habitación en el segundo piso para que la usara como estudio. Fue en ese cuarto donde la belleza apareció de una manera inusual en el verano de 1948.

Christina Olson padecía la enfermedad de Charcot-Marie Tooth (o polio, según otros),  Christina estaba inmovilizada de la cintura para abajo. Pero se negaba a usar una silla de ruedas y se movía arrastrándose. Y así, Wyeth la vio hacerlo a la mitad de la granja desde la ventana del segundo piso. Ahí estaba: la belleza improbable. La determinación de Christina por la vida inspiró a Wyeth a crear su obra más emblemática «Christina’s World». Tenía que hacer justicia a la extraordinaria conquista de una vida que la mayoría consideraría desesperada. El mundo podrá limitarnos físicamente, pero no espiritualmente. La belleza oculta en la tragedia, escondida en la soledad… la había reencontrado.

Decidió pintar justo eso y demostrar la nobleza humana en la cotidianidad. Christina le dio permiso de hacerlo y Wyeth optó por usar sus tres modelos favoritos. La realidad psicológica, las extremidades desgastadas y el vestido rosa pertenecen a Christina. La cabeza y el torso pertenecen a su esposa Betsy, que entonces estaba en sus veintes a diferencia de los cincuenta y cinco de Christina. Y, por supuesto, la propia casa de campo. La composición asimétrica retrata la hazaña. Entre el detalle extremo de las briznas de hierba, Christina mira fijamente la casa distante, gris y en armonía con el entorno, avanzando a pesar de la dificultad. Una muestra de carácter. Una batalla, literalmente cuesta arriba, que superará como lo ha hecho varias veces. El empeño puesto para no rendirse ante la adversidad.

Wyeth representó a Christina en varias obras y ella siempre se sintió agradecida. Más allá de la admiración mutua, compartían una amistad intensa. Cuando los hermanos Olson murieron Wyeth concibió hacerles un retrato poco convencional: su entorno sin ellos. En una habitación las cosas más insignificantes expresan el pasar de dos personas: la canasta, los cubos, la puerta azul con rasguños hechos por un perro. En ella, los Olson no están, pero de alguna manera permanecen poderosamente allí.

Álvaro y Cristina. Andrew Wyneth.1.968

Viento del mar
Finalmente, Wyeth encontró lo que buscaba. En estas pinturas, y en muchas otras, demostró que la belleza, por más improbable, está en las acciones humanas y en las marcas que dejan; incluso cuando han partido. Sin quererlo en realidad pintó un mundo entero, el que tenía dentro. Hay un cuarto modelo en «Christina’s World», y es la redención de Andrew Wyeth. Finalmente encontró la belleza y la paz perdida.

Andrew Wyeth murió en su ciudad natal con 91 años, mientas dormía, el 16 de enero de 2.009.

Tumba de Andrew Wyeth. Al fondo, la granja de los Olson.