lunes, 7 de febrero de 2022

95. Políticos y corrupción urbanística. Algo de ayer, de hoy y de siempre

 

Detalle del Retrato ecuestre de Francisco de Sandoval y Rojas, I Duque de Lerma (1603). Óleo sobre lienzo. Rubens. Museo del Prado

El 13 de septiembre de 1598 fallecía Felipe II y era coronado su hijo Felipe III. La primera medida que tomó fue nombrar a su amigo Francisco de Sandoval, por aquel entonces Marqués de Denia, valido del Rey, puesto de confianza por nombramiento directo del Rey y que se ocupaba de las cuestiones de Estado.

Como el Rey estaba preocupado por cuestiones ajenas a la política (el teatro, la pintura o la caza...y el fornicio) su valido ejerció como verdadero Rey de España; se rodeó de un equipo de gente de su confianza y distribuyó los puestos más importantes de la corte entre miembros de su familia y amigos. Se hizo inmensamente rico a costa de saber manejar el tráfico de influencias, la corrupción y la venta de cargos públicos. 

Además, en 1599, le otorgó el título de Duque de Lerma.

El nuevo Duque comenzó a mover los hilos y en 1601 trasladó la Corte de Madrid a Valladolid. La teoría fue que lo hacía por alejar al Rey de la influencia de su tía y abuela María de Austria. Al Rey fue suficiente con decirle que en Valladolid había mejores campos para cazar. Pero la realidad era bien distinta: el enriquecimiento.

Seis meses antes del traslado, el Duque de Lerma había comprado varios solares, casas y terrenos en Valladolid que, lógicamente, con la presencia de la Corte supusieron un pelotazo en toda regla. En 1605 vendió a la corona la zona conocida como Huerta de la Ribera por 30 millones de maravedíes, por eso hoy se llama la "Huerta del Rey". Pero todavía quedaba la jugada maestra. El 30 de enero de 1606 la corte regresaba a Madrid.

Madrid negoció la vuelta de la Corte con el Duque de Lerma, tras pactar un sustancioso donativo de 250.000 ducados (unos 93 millones de maravedíes), de esta cantidad se entregó una tercera parte al valido del Rey y el resto a la Corona.

Además, y en connivencia con el alcalde de Madrid, el Duque había hecho alguna pequeña inversión cuando los precios habían caído en Madrid tras el traslado a Valladolid y que, casualidades de la vida, volvieron a dispararse con el regreso de la Corona.

Cuando su entramado de corrupción fue descubierto y comenzaron a rodar cabezas, aún tenía un as en la manga: solicitó de Roma el Capelo Cardenalicio que se le concedió en 1618, al mismo tiempo que el Rey le daba permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma. Murió en Valladolid en 1625.

El pueblo, convencido de su culpabilidad y de sus manejos le cantaba una coplilla: "Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado".

Sin embargo, hay un grupo de historiadores que piensan que Lerma fue víctima de una conspiración, orquestada por Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares, por Luis de Aliaga, un dominico aragonés nombrado confesor del rey por influencia del de Lerma, y por su propio hijo, el duque de Uceda, deseoso de sustituir a su padre y, al mismo tiempo, de impedir que Galicia consiguiera el voto en Cortes, lucha encabezada por Pedro Fernández de Castro y Andrade, presidente del Consejo de Italia al momento de la caída del de Lerma, y principal protegido de este; Fernández de Castro Castro presentó su renuncia a la caída del duquede Lerma, en la creencia de estar bajo una conspiración cortesana.





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