En la antigua Grecia, Apeles era el pintor más famoso de Grecia. Cuando pintaba un cuadro, solía exponerlo públicamente, muchas veces en los propíleos de la acrópolis de Atenas u otro sitio concurrido, para conocer las opiniones de los ciudadanos. En cierta ocasión, tras pintar un retrato de un ciudadano, un zapatero le comentó que había cometido un error en la forma de las sandalias. Apeles, humildemente, se llevó el cuadro y corrigió el error. El zapatero, envalentonado, comenzó entonces a juzgar el resto de la pintura. Entonces Apeles lo llamó al orden "Señor zapatero, no se salga usted de lo relacionado con los zapatos".
Historia e historietas
martes, 2 de abril de 2024
115. Zapatero, a tus zapatos
lunes, 18 de diciembre de 2023
114. Locusta la "primera asesina en serie de la historia" y Agripina la menor, a cual más venenosa
Se saben pocas cosas de esta mujer. el romano Tácito nos habla de ella pero tampoco da una información exhaustiva. Aparece en la Wikipedia y en algunos artículos que no añaden nada nuevo. Intentaré reunir todos los datos en un relato sucinto, pero coherente.
Locusta (nombre que significa langosta) era una esclava gala llegada a Roma posiblemente como botín de guerra. En Roma a los esclavos que destacaban por alguna habilidad especial se les permitía trabajar por su cuenta. La habilidad de Locusta era un gran conocimiento sobre plantas, sus usos y propiedades y regentaba una tienda cerca del monte Palatino.
Locusta sabía preparar pociones capaces de acabar con la vida de cualquiera y que nadie sospechara que esa persona había sido envenenada. Roma estaba llena de esposas engañadas, hijos que ansiaban la herencia de sus padres o políticos que pretendía amasar inmensas fortunas por la vía más rápida y segura, y Locusta era la persona perfecta para ayudarles a conseguir sus objetivos a cambio de un generoso pago. Su tienda pronto se llenó de clientela de la clase más alta y el boca a boca hizo una eficiente publicidad de su habilidad. Su fama llegó a oídos de Agripina. Para ese momento, Locusta ya estaba condenada a muerte por envenenadora. Agripina, sobre la que escribiré ahora, comprendió que Locusta era justo lo que necesitaba y utilizó su poder e influencia para librarla de la muerte, liberarla e introducirla en los círculos de la corte.
Mucho antes de cometer los crímenes que la historia le atribuye, Julia Agripina fue una niña inocente que vivió con asombro el regreso de sus padres a Roma. Corría el otoño de 19 d. C., ella contaba cuatro años y sus padres llegaban a la capital desde Antioquía, en Siria. Sabemos por el historiador Tácito que ella y sus hermanos salieron al encuentro del cortejo que se acercaba lentamente a la ciudad por la Vía Apia. A ambos lados de la calzada se apiñaba una multitud desolada, ataviada de negro, que les recibía con gritos y lamentaciones.
Su madre, Agripina la Mayor, a quien no veía desde hacía dos años, era una mujer exhausta que caminaba encorvada por el peso de su desgracia. Acarreaba en brazos una urna funeraria con las cenizas de Germánico, su esposo, el general más amado por el pueblo romano y designado por Augusto para suceder a Tiberio en el trono. El padre que la pequeña Agripina apenas llegó a conocer.
Era muy niña y, a pesar de la extraordinaria inteligencia que más tarde demostró, lo más probable es que no entendiera lo que sucedía. No pudo parecerle sospechoso que Tiberio, césar en esos momentos y padre adoptivo del difunto, no hubiese acudido a honrar su memoria. Aún no sabía nada de política ni de conspiraciones asesinas. Con los años, tal vez Agripina habría olvidado aquel momento. Pero su madre no olvidó ni le permitió olvidar. La joven creció convencida de que Tiberio había mandado envenenar a su padre y de que su propio linaje estaba predestinado a reinar. Costara lo que costara. Y costó muchas vidas, incluyendo la suya.
Pasó la primera parte de su juventud en la sombra, limitándose a ser la recatada esposa de su primer marido, Cneo Domicio Enobarbo. Ese anonimato y su infertilidad durante los primeros años de matrimonio la mantuvieron a salvo de Tiberio, que veía en cualquier descendiente de Germánico un rival indeseable para su propio hijo. Los de Germánico eran especialmente peligrosos para Tiberio, porque contaban con la simpatía del pueblo y la adhesión incondicional de las tropas.
El césar se las arregló para que los dos hermanos mayores de Agripina, Nerón y Druso, fueran condenados por supuestos delitos. Cuando Agripina cumplió veintidós años dio a luz al futuro emperador Nerón. Para mayor alegría suya, Tiberio murió de pronto. A falta de su propio hijo, ya fallecido, el emperador dejó la Corona en manos del joven Calígula, hermano de Agripina, quien a pesar de su origen había sabido ganarse el favor del viejo césar.
Agripina la Menor |
Locusta ensaya ante Nerón, con un esclavo, el veneno para Británico. Wikipedia |
sábado, 29 de julio de 2023
113. Ir por atún y a ver al duque
Alonso Pérez de Guzmán, VII Duque de Medina-Sidonia |
lunes, 24 de julio de 2023
112. Arte y herejías
San Agustín y los donatistas. Van Loo |
El tema de hoy se me ocurrió recordando algo de hace 45 años. Yo estaba en 4º de carrera y tenía la asignatura "Arte español antiguo y medieval". El profesor era un hueso al que mucha gente le tenía terror. Hasta el punto de que una conocida mía hizo la carrera entera y prefirió quedarse sin título porque nunca tuvo el valor de presentarse a los exámenes de las dos asignaturas que daba este energúmeno en 4º curso de la especialidad de Historia del Arte. Y era muchísima gente la que arrastraba sus asignaturas de un curso a otro. Yo hice el primer parcial de la asignatura y aprobé sin problema. Me faltaba el segundo parcial, que era en junio. Aquello iba bien. En 5º no me daría ninguna asignatura y no lo volvería a ver. Pero antes del segundo parcial nos pidió un trabajo escrito que no había mencionado al presentar la asignatura. No me preocupé, siempre me había defendido bien en los trabajos escritos. Para redondear, decidí encargarle a un fotógrafo que me hiciera buenas reproducciones de unas buenas fotos de un libro. No iba a darle a "la fiera" ninguna oportunidad para que me pusiera una mala nota. Con este señor no había términos medios: o eras sobresaliente (que ya se preocupaba él de informarnos en la primera clase de que que nunca nadie llegaba a sus exigencias) o te suspendía. Con un notable te podías dar con un canto en los dientes.
Pertrechada con un bonito juego de fotografías de 13 x 18 en blanco y negro en acabado brillante me enfrenté al tema elegido: los sarcófagos paleocristianos.
Sarcófago de la Trilogía petrina. Basílica de Santa Engracia, Zaragoza. |
Honradamente, creo que el trabajo quedó bastante completo y bien. Pulcramente mecanografiado, encuadernado en lugar poner una simple grapa que era lo que hacía todo el mundo, profusamente ilustrado con fotografías profesionales. Había exprimido al máximo el poquito dinero que me pasaba mensualmente mi padre para pagar las fotografías y la encuadernación y mi trabajo se destacaba de entre el montón que apilamos sobre su mesa en el día fijado, como un huevo en una cesta de castañas. Sinceramente, creo que eso fue lo que le molestó a "la fiera".
En el apartado dedicado a los temas mencioné que había un grupo de sarcófagos que, en lugar de estar decorado con los temas usuales:
1. Escenas del Antiguo y Nuevo Testamento
2. Motivos usuales en el arte pagano que escondían una simbología pagana
3. Motivos ya específicamente cristianos creados ad hoc, ya después de la despenalización del cristianismo.
existía un grupo de sarcófagos llamados petrinos, que estaban decorados enteramente con escenas de la vida de San Pedro: su primacía sobre los apóstoles, su traición a Cristo, su arresto y su martirio.
El profesor me devolvió el trabajo con una anotación en rojo en ese punto de la página. La nota decía que consideraba incompleto el trabajo hasta que averiguara el motivo de la existencia de los sarcófagos petrinos. Que lo averiguara y lo explicara en una hoja suelta y hasta ese momento no daría el trabajo como presentado. Y como perdonándome la vida, añadía que el resto estaba "pasable".
Desesperada, volví medio loca a la Gorgona, que era como llamaban a la bibliotecaria de la Biblioteca de Arte, al lado de mi aula. No encontré nada en ningún libro. Creo que fue ella la que le dijo al profesor que tenía a un estudiante de 4º volviéndole boca abajo "su" biblioteca. Para librarse por fin de mi me guió hasta un libro de Teología donde por fin encontré la respuesta. Yo estaba tan furiosa que en ese momento podrían haberme llamado también a mi Gorgona minor. Yo no era estudiante de Teología y no tenía por qué haber tenido conocimientos de Teología Dogmática ni de Historia de la Iglesia para conocer ese dato ni de donde buscarlo. Pero me salí con la mía. Fui una de las pocas de la clase que no tuve que hacer examen final, que como podía esperarse de aquel sujeto fue convocado un 1 de julio a las 4 de la tarde en una Sevilla donde el aire despedía fuego y con las cortinas de la clase totalmente corridas para que las diapositivas que constituían las preguntas se pudieran ver. Me contaron que de vez en cuando se escuchaba el golpetazo de algún alumno que se desplomaba sobre su mesa del graderío de madera.
Perdonad esta larga introducción personal y vayamos al turrón. Por cierto, como en este blog tengo una sección titulada "Del hecho al dicho" Voy a aprovechar para explicar su posible origen. Su origen parece estar en los feriantes turroneros de Castuera (Badajoz)
Es una expresión o frase hecha española, de un uso no muy generalizado, aunque sí muy implantada en varias provincias de Andalucía (sobre todo Cádiz) y Extremadura. Se define como vamos a lo que vamos, al grano, a lo importante; expresión que anima a dejar de fijarse en lo poco importante o accesorio y a centrarse en el asunto importante o central». Es decir, ir a lo mollar y dejarse de chorradas. O no irse por los cerros de Úbeda, una frase hecha muy española, por cierto. En el texto que sigue está en cursiva lo que he tomado literalmente de Wikipedia, de donde proceden también las fotografías.
Me declaro culpable y pido disculpas, pero llevo 45 años guardando esto y necesitaba desahogarme.
Terminada la última gran persecución de cristianos, llevada a cabo bajo el emperador Diocleciano, y tras ser legalizada esta fe por el Edicto de Milán, surgió una fuerte rivalidad entre dos grupos de obispos y de fieles africanos: los denominados traditores, que se mostraron débiles y abjuraron de su fe ante las autoridades romanas (lapsi); y los llamados numidios, que se mantuvieron firmes y no cedieron.
En el 311, los obispos africanos 'numidios' se opusieron a la elección de Ceciliano como nuevo obispo de Cartago, realizada por el "traditor" Félix de Aptonga. Ceciliano también era acusado de haber sido un traditor, por haber entregado ejemplares de las Sagradas Escrituras a las autoridades durante la persecución. Sus oponentes, en su lugar, consagraron a un tal Mayorino como nuevo obispo, efímero, puesto que al poco sería sucedido por Donato Magno. Los ahora llamados "partido donatista" apelaron al emperador Constantino, quien decidió que el problema fuera dirimido por el obispo de Roma Melquíades, en un concilio local. Este se celebró en esta misma ciudad el 1 de octubre de 313, y se mostró favorable a Ceciliano como único obispo de Cartago, fallo que no fue aceptado por los donatistas y acabó por dar origen a un cisma.1
Este movimiento se denominó inicialmente a sí mismo 'Iglesia de los Mártires', puesto que sus fieles pretendían ser los únicos en mantener el honor y la pureza de fe de aquellos héroes cristianos que habían dado su vida durante la persecución. Su otro nombre fue dado por sus adversarios por causa de Donato, elegido obispo por sus partidarios a finales del 312, como ya se vio.
Donato afirmaba que todos aquellos ministros (sacerdotes y obispos) que fuesen sospechosos de traición a la fe durante las persecución de Diocleciano eran indignos de impartir los sacramentos. Su movimiento mostró actitudes bastante fanáticas e intransigentes a lo largo de toda su existencia, con las consecuentes contradicciones típicas de cualquier movimiento que se pretende purista. Llegaron a recurrir a la violencia y al terrorismo, al crearse los grupos de llamados circunceliones.
El donatismo fue enseguida rechazado por la Iglesia católica oficial, que afirmaba la doctrina de la 'objetividad' de los sacramentos, es decir: la idea de que, una vez transmitida la potestad sacerdotal a un hombre mediante el sacramento del Orden Sagrado, los sacramentos que este administrara eran plenamente válidos por intercesión divina, independientemente de la pureza o entereza moral del ministro. De este modo, las doctrinas donatistas fueron condenadas (sin éxito) en el concilio de Arlés del año 314. Finalmente, ya a princios del siglo v, el donatismo fue combatido de manera enérgica por san Agustín de Hipona, quien había sufrido numerosas penalidades personales por causa de este conflicto, escapando, incluso, de un atentado contra su vida perpetrado por un grupo de circunceliones. Decidido a acabar de una vez con una situación tan penosa, acabó por pedir la intervención directa de la autoridad imperial, para que resolviese el cisma que desgarraba y ya desangraba (literalmente) a la Iglesia africana.4 Y así, por decreto de Honorio, se celebra en junio de 411 una gigantesca asamblea pública, con la presencia de cientos de obispos de los partidos donatista y católico (Agustín entre ellos), presidida por Flavio Marcelino, un alto funcionario imperial venido a África al efecto. En el curso de esta larga conferencia, el movimiento donatista se vio enredado en sus propias contradicciones, y acabó visiblemente derrotado; buena parte de las actas de esta asamblea histórica se conservan, pero no así el contenido del fallo de Marcelino (quien, posteriormente sería calumniado y falsamente acusado y ejecutado, en clara represalia donatista).El emperador Teodosio I persiguió tanto a los donatistas, por considerar este movimiento una herejía, como a los paganos:
El papa Melquiades |
Resumiendo, los sarcófagos petrinos fueron la respuesta a las doctrinas de la herejía donatista. Una respuesta tallada en mármol.
martes, 18 de julio de 2023
111. El origen de la palabra "pasquín"
Il Pasquino |
Marforio |
Madama Lucrezia |
Abate Luigi |
Il Babuino |
martes, 24 de enero de 2023
110. El mundo es un pañuelo
domingo, 12 de junio de 2022
109. La otra piedra Rosetta
La inscripción de Behistún . Irán, siglo VI a. C. |
El cuneiforme es uno de los sistemas de escritura más antiguos en la historia de la humanidad, con una tradición de más de tres milenios, desde finales del cuarto milenio a.C. hasta el siglo I d. C. . Se utilizó a lo largo de los milenios para expresar varios idiomas —sumerio, acadio, e hitita son sólo los tres que más textos transmitieron a la posteridad— en un área geográfica que corresponde al Próximo Oriente, es decir desde el Levante y la Anatolia en el oeste hasta el Irán y el Asia Central en el este, y desde el Cáucaso en el norte hasta la Península arábiga en el sur.
Tablilla de Kish. 3.500 a, C. |
En un principio, la escritura a base de pictogramas no era adecuada para escribir conceptos abstractos, los verbos y sus tiempos, los pronombres, etc. Por ello, se comenzaron a emplear ciertos símbolos con valor fonético silábico.
Evolución del ideograma "cabeza" del 3.000 al 1.000 a. C. |
El cuneiforme se escribió originalmente sobre tablillas de arcilla ya húmeda, mediante un tallo vegetal biselado llamado cálamo. El término cuneiforme proviene del latín cuneus (‘cuña’) por la forma de las incisiones, aunque un antiguo poema sumerio las denomina gag (‘cuñas’).
En 1.842, Paul Émile Botta descubrió los restos de la ciudad de Nínive, y en ella la gran biblioteca de Asurbanipal, un archivo real que contenía varios miles de tablas de arcilla cocidas con inscripciones cuneiformes. (textos científicos, literarios, cartas y documentos de gobierno).
Fue Georg Friederich Grotefend (1775 - 1853) el primero en comenzar la carrera por el estudio de estas tablillas. intenta descifrarlas a través del método deductivo. Más tarde Henry Rawlinson (1810 - 1895) logró descifrarlo gracias a la inscripción trinlingüe de Behistún, que contiene escritura persa, elamita y babilonia.
La inscripción de Behistún es una inscripción monumental en piedra de la época del imperio Aqueménida (s. VI a.C.). Está inscrita sobre la pared de un acantilado en la provincia de Kermanshah, al noroeste de Irán, a unos 100 metros de altura. Fue ordenada inscribir por Darío I de Persia en algún momento posterior a su acceso al trono del Imperio persa en 522 a. C. y antes de su muerte en 486 a. C.
La inscripción incluye tres versiones del mismo texto, en tres lenguas diferentes, empleando escritura cuneiforme: persa antiguo, elamita y babilonio. Un oficial del ejército británico, Sir Henry Rawlinson, transcribió la inscripción en dos momentos, en 1835 y 1843. Rawlinson pudo traducir el texto cuneiforme en persa antiguo en 1838, y los textos elamitas y babilonios fueron traducidos por Rawlinson y otros después de 1843. Esta inscripción es a la escritura cuneiforme lo que la piedra de Rosetta a los jeroglíficos egipcios: el documento clave para el desciframiento de una escritura antigua desconocida que muestra el mismo texto en otro idioma conocido. La lengua babilonia era una forma tardía del acadio; ambas son lenguas semíticas.
El texto de la inscripción es una proclamación de las hazañas de Darío I de Persia previas a su acceso al trono. Los tres textos, que presentan básicamente el mismo contenido, están escritos en tres lenguas distintas, usando para cada uno una adaptación de la escritura cuneiforme. El panel inmediatamente bajo el friso está escrito en persa antiguo, una lengua indoeuropea. Los otros dos textos fueron escritos en elamita y babilonio, la primera una lengua elamo-drávida y la segunda semítica. Darío gobernó el Imperio persa desde el año 521 a. C. hasta el 486 a. C. En algún momento hacia el 515 a. C. ordenó la creación de esta inscripción, que describiera un largo relato de su ascenso frente al usurpador Gaumata y las subsecuentes guerras victoriosas de Darío y el sofocamiento final de la rebelión, para ser así inscritas en un acantilado cercano a la moderna ciudad de Bisistun, en las colinas de los Montes Zagros de Irán, en el punto donde se yerguen desde el llano de Kermanshah.
La inscripción mide aproximadamente 15 metros de alto por 25 de ancho, y se halla 100 metros por encima de un acantilado al lado de un antiguo camino que unía las capitales de Mesopotamia y Media (Babilonia y Ecbatana). Su acceso es muy complicado, ya que, después de su finalización, las laderas fueron eliminadas para hacer la inscripción más perdurable.
Rawlinson dio un gran paso adelante en el desciframiento de la escritura cuneiforme al partir de la suposición de que se trataba de una escritura silábica.
Finalmente fue George Smith (1840 - 1876) quien se llevó el mérito de descifrar los documentos asirios, convirtiéndose de esta manera en el padre de la asiriología. Hizo las primeras traducciones del poema épico de Gilgamesh.
La escritura cuneiforme también fue adoptada por otros idiomas como el elamita, el hurrita, el urarteo, el eblaita y, en variedades alfabéticas, por el antiguo persa y el ugarítico.
En 1851, Hincks y Rawlinson podían leer ya 200 signos babilonios. Pronto se les unieron otros dos criptólogos, un joven estudiante de origen alemán llamado Julius Oppert y el versátil orientalista británico William Henry Fox Talbot. En 1857 los cuatro hombres se conocieron en Londres y tomaron parte en el famoso experimento para comprobar la precisión de sus investigaciones.
Edwin Norris, el secretario de la Real Sociedad Asiática, le dio a cada uno de ellos una copia de una inscripción recientemente descubierta datada en el reinado del emperador asirio Tiglath-Pileser I. Un jurado de expertos fue convocado para examinar las traducciones resultantes y certificar su exactitud. Las traducciones resultantes de los cuatro expertos coincidían en todos los puntos esenciales. Hubo por supuesto algunas pequeñas discrepancias. El inexperto Talbot había cometido unos cuantos errores, y la traducción de Oppert contenía unos cuantos pasajes dudosos debido a que el inglés no era su lengua materna (era alemán). Pero las versiones de Hincks y Rawlinson eran virtualmente idénticas. El jurado declaró su conformidad, y el descifrado de la escritura cuneiforme acadia pasó a ser un hecho consumado. A partir de ese momento, se pudo leer y traducir sin dificultad el acadio y gracias a las miles de tablilla conservadas, el mundo pudo conocer al primer imperio de la humanidad. Como suele pasar, la solución a un problema no hace sino plantear muchas otras preguntas: ¿quiénes eran los acadios? ¿cómo nació el primer gran imperio de la historia? ¿cómo y por qué desapareció? Algunos hallazgos arqueológicos empezaron a disipar las primeras nieblas.
Lista real sumeria hallada en Larsa |
Datos y fotografías tomados de Wikipedia, así como de recientes documentales.
miércoles, 25 de mayo de 2022
108. Tener más orgullo que don Rodrigo en la horca
Detalle de retrato ecuestre de Rodrigo Calderón, obra de Rubens. Castillo de Windsor |
Este dicho en sí no necesita mucha explicación. Pero sí, quizás, no está de más saber con un poquito de detalle, aunque no tanto como para aburrir, quién era este don Rodrigo, que, por cierto, no fue ahorcado, por su condición de noble. A mi, al menos, me gusta que si digo algo (soy muy refranera) poder contestar si me preguntan "Y eso ¿qué ´eh?" Posiblemente herencia de mis días de profesora de cientos de adolescentes no muy doctos en Historia de España.
Rodrigo Calderón y Aranda nació en Amberes (Bélgica) en 1576. Sus padres, primos hermanos entre sí, fueron Francisco de Calderón y Aranda y María de Aranda y Sandelijn, procedían de una familia de mercaderes de Valladolid, que había sido ennoblecida por Carlos I. El padre llegó a capitán de la armada y más tarde a «comendador mayor» de Aragón, presumiblemente con la ayuda de su hijo. Su madre pertenecía a la nobleza flamenca y holandesa. Rodrigo Calderón fue señor de Oliva de Plasencia, (título que después le sería elevado a condado); de Rueda y de Siete Iglesias, este último también elevado posteriormente a marquesado.
Su padre, un renombrado capitán que peleó en las guerras de Italia, lo dejó a cargo del marqués de Denia como paje con tan solo 15 años. Su inteligencia le hizo convertirse muy pronto en hombre de confianza del marqués y, cuando este último se convirtió en duque de Lerma –ministro principal de Felipe III–, Rodrigo elevó su posición hasta el de un hombre de «primerísima categoría». Llegó a ser ayuda de cámara del Rey, a vestir el hábito de la Orden de Santiago y a ser secretario de Estado. Fue nombrado marqués de Siete Iglesias, primero, y conde de la Oliva, después. Junto al duque de Lerma y el conde de Lemos forjó una alianza que llegó a acaparar toda la autoridad del Imperio Español.
Siendo tan cercano al Duque de Lerma, don Rodrigo Calderón y Aranda se convirtió en objetivo del conde-duque de Olivares. La envidia por la ingente fortuna que amasó a través de abusos de poder y por el trato que ejercían sobre el resto de la nobleza fue el principio de todos sus males. Junto al conde-duque se alió el hijo de duque de Lerma, el duque de Uceda, y el confesor del Rey Luis de Aliaga. Dos religiosos, Juan de Santa María, fraile franciscano, y Mariana de San José, priora de La Encarnación, trabajaron con la reina Margarita, bajo cuya influencia Calderón fue relegado de su puesto de secretario en 1612. Sin embargo, conservó el favor del duque de Lerma, un hombre indolente para quien el trabajo de Calderón era indispensable.
La reina Margarita de Austria se opuso a los abusos e influencia del duque de Lerma, valido de su esposo, sobre los asuntos de gobierno. Este, en un primer momento, logró que la reina perdiese influencia en la corte, pero Margarita de Austria, con ayuda del confesor real, el fraile Luis de Aliaga, consiguió que se iniciara una investigación que dejó al descubierto el entramado de corrupción que rodeaba al duque de Lerma y sus colaboradores. Algunos de estos, como Rodrigo Calderón, fueron declarados culpables. El duque de Lerma logró quedar absuelto, aunque tuvo que abandonar la vida pública en 1618. La reina Margarita, promotora de este proceso, no pudo ver la caída del valido porque había fallecido siete años antes a consecuencia de las complicaciones que sufrió durante el parto de su octavo hijo, un niño llamado Alfonso que murió muy niño.
Cuando la reina Margarita murió durante un parto en octubre de 1611, Calderón fue acusado de haber utilizado brujería contra ella. En 1612 fue enviado a una misión especial en Flandes y a su regreso se le nombró marqués de las Siete Iglesias en el año 1614. Más tarde se supo que ordenó el asesinato de un soldado llamado Francisco de Juaras.
Cuando el duque de Lerma fue conducido hasta la Corte en 1618 por las acusaciones de su propio hijo, el duque de Uceda, y del confesor del rey, el dominico Aliaga, Calderón fue utilizado como chivo expiatorio para calmar las voces del pueblo. Fue arrestado la noche del 20 de febrero de 1619 en su palacio de Valladolid y fue llevado al Castillo de Montánchez primero y finalmente conducido a Madrid donde fue supuestamente sometido a tormento para conseguir que confesase los cargos que contra él pesaban de asesinato y brujería. Confesó el asesinato de Juaras, pero rechazó firmemente el resto de los cargos que le acusaban de asesinato y brujería.
Don Rodrigo Calderón en el tormento, obra de de José María Rodríguez de Losada. 1865. Museo del Prado. |
Con estos cargos en su contra se le sometió a la tortura del potro para que «confesara». En un primer interrogarorio le tendieron sobre el potro y le estiraron los brazos hasta descoyuntárselos. En el segundo le ataron los muslos impidiendo la circulación de la sangre con un terrible sufrimiento. En el tercero, sobre el potro, también, le echaron a través de un embudo varios jarros de agua por la boca. Don Rodrigo, solo confesó haber ordenado matar al músico. Del resto solo dijo que eran calumnias.
El procedimiento dejó lisiado durante meses al reo que volvió a los calabozos antes de que se ejecutara su pena de muerte. Ese día llegó el 21 de octubre de 1620. Después de pasar toda la noche rezando, fue conducido por las calles de Madrid hacia la Plaza Mayor. Torpe, pero con una gran entereza y orgullo, subió al cadalso con ayuda del cura que le había confesado. Saludó y besó al verdugo al que llegó a decir: «Cumple con tu obligación». Este le pidió perdón por lo que iba a hacer y se dispuso a cortarle el cuello. «¡No!», gritó al verdugo. «Por ahí no. Soy noble y tengo derecho a que me degüelles por delante, no por detrás», le dijo. Alzó la cabeza y el frío metal bañó el patíbulo de sangre. Algunas leyendas dicen que en ese mismo instante gritó el nombre de Jesucristo. El silencio, cuentan, tomó la Plaza Mayor, y el orgullo del marques de Siete Iglesias quedó para siempre en la memoria de los madrileños, que lo convirtieron en un héroe, dando lugar al dicho que comentamos.
Fue sepultado en el convento de Porta Coeli, en Valladolid.
"Bufete de don Rodrigo Calderón". Museo del Prado |
viernes, 20 de mayo de 2022
107. El hombre más rico de la historia
Mucho se ha hablado sobre la riqueza de los grandes gurús tecnológicos de nuestra era. Entre viajes al espacio e imperios digitales, se nos olvida que ni siquiera se acercan a la riqueza de un hombre del pasado. Porque ni Elon Musk, ni Jeff Bezos, ni Steve Jobs o Bill Gates. Tampoco Messi o Ronaldo, ni el rey Lepoldo II de Bélgica o Marco Licinio Craso, el triunviro romano cuya fortuna situó a Julio Cesar en el poder. Si de riqueza estratosférica hablamos, en la historia existió un hombre que rompe con toda proporción. Su nombre: Musa I, emperador o Mansa, de Mali.
Se estima que Mansa Musa tenía una riqueza de 400.000 millones de dólares actuales, muy por encima de Jeff Bezos (alrededor de 200,000 millones) o Elon Musk (en torno a 270,000 millones). Hay que añadir a las reservas de minerales que poseía y que hacían su fortuna prácticamente infinita.
El imperio de Mali hacia 1.350 |
El gobernante que me precedió no creía que sería imposible alcanzar el extremo del océano que rodea la tierra [refiriéndose al Atlántico]. Quería alcanzar ese [fin] y estaba determinado a continuar su plan. De modo que equipó doscientos barcos llenos de hombres, y muchos otros repletos de oro, agua y provisiones suficientes para muchos años. Ordenó que el capitán no regresara hasta que hubiera alcanzado el otro confín del océano, o hubiera terminado con todas las provisiones y el agua. Así partieron en su travesía. Estuvieron ausentes durante un largo período, y, al final, solo un barco regresó. Cuando se preguntó al capitán este respondió: «Oh, príncipe, nosotros navegamos durante mucho tiempo, hasta que vimos en medio del océano un gran río que corría masivamente. Mi barco era el último, todos los demás estaban delante, y fueron absorbidos en el gran remolino y no volvieron a aparecer jamás. Yo navegué de vuelta para escapar de esta corriente». Pero el sultán no le creyó. Ordenó que doscientos barcos fueran equipados para él y sus hombres, y mil más con agua y provisiones. Entonces me confió la regencia durante el término de su ausencia, y partió con sus hombres, para no regresar ni dar señales de vida jamás.
Mucho de lo que se sabe sobre Musa proviene de fuentes árabes escritas después de su hajj, especialmente los escritos de Al-Umari e Ibn Khaldun . Mientras estaba en El Cairo durante su hajj, Musa se hizo amigo de funcionarios como Ibn Amir Hajib, quien se enteró de él y de su país por él y luego pasó esa información a historiadores como Al-Umari. Información adicional proviene de dos manuscritos del siglo XVII escritos en Tombuctú , el Tarikh as-Sudan8 y el Tarikh al-fattash.9 Tradición oral, tal como la realizan los jeliw ( sg. Jeli ), también conocidos como griots, incluye relativamente poca información sobre Musa en comparación con otras partes de la historia de Mali.
Lo que se conoce sobre los reyes del Imperio de Malí proviene de los escritos de académicos árabes, como Al-Umari, Abu-sa'id Uthman ad-Dukkali, Ibn Khaldun e Ibn Battuta, entre otros. De acuerdo a la extensa historia de los reyes de Malí de Ibn-Khaldun, el abuelo de Mansa Musa fue el visir conocido como Manding Bory o Abu-Bakr (el equivalente en árabe de Bakari o Bogari, nombre original desconocido y que no coincide con el Sahaba Abu Bakr), hermano de Sundiata Keita, fundador del Imperio de Malí tal y como ha sido registrado en la tradición oral. Abu-Bakr no ascendió al trono, y su hijo, el padre de Musa, Faga Laye, no tuvo relevancia en la historia de Malí.
Mansa Musa subió al trono de Mali en 1307. Musulmán practicante (circunstancia esta que lo hizo tan famoso que por eso hoy estamos hablando de él), diecisiete años después de subir al trono emprendió la peregrinación a La Meca que lo convirtió en leyenda y le mostró al mundo conocido la inimaginable riqueza de Mali. Salió de su capital Niani, en el río Níger, hacia El Cairo acompañado por una tropa de 60,000 hombres vestidos con seda persa brocada. El emperador montaba a caballo precedido por 500 esclavos, cada uno con un cetro de oro, y una caravana de 80 camellos cargada con 11,200 kilos de polvo de oro. Según el historiador al-Umari, al llegar a El Cairo gobernado por el sultán mameluco Al-Malik al-Nasir, distribuyó tanto oro como limosna que su precio se devaluó y provocó una inflación que duró más de una década. Además, se ha registrado que construyó una mezquita todos y cada uno de los viernes.
Durante su larga travesía de vuelta desde La Meca en 1325, Musa escuchó noticias sobre la recaptura de Gao por sus ejércitos. Sagmandia, uno de sus generales, lideró la ofensiva. La ciudad de Gao había formado parte del imperio desde antes del reino de Sakoura y era un importante, aunque a menudo rebelde, centro comercial. Musa realizó una parada y visitó la ciudad, donde recibió como prisioneros a los dos hijos del rey de Gao, Ali Kolon y Suleiman Nar. Volvió a Niani con los dos jóvenes y posteriormente los educó en su corte. Cuando Mansa Musa volvió, trajo numerosos académicos y arquitectos árabes.
Se ha documentado que Mansa Musa viajó a las ciudades de Tombuctú y Gao en su viaje hacia La Meca, haciéndolas parte de su imperio cuando regresó hacia 1325. Trajo arquitectos de Andalucía, en España, así como desde El Cairo, para construir su gran palacio en Tombuctú y la gran mezquita de Djingareyber, que todavía se mantiene.
Mezquita de Tombuctú |
Tombuctú se convirtió pronto en un centro comercial, cultural e islámico. Los mercados trajeron comerciantes de Nigeria, Egipto y diferentes reinos africanos. Se fundó una universidad en la ciudad, de la misma forma que se fundaron universidades en las ciudades también malienses de Djenné y Ségou, y el islam se diseminó en los mercados y en la universidad, haciendo de Tombuctú una nueva zona de predicación y estudio del Islam. Las noticias de la riqueza de la ciudad imperial de Malí cruzaron el Mediterráneo hasta Europa del sur, y los comerciantes de Venecia, Granada y Génova pronto añadieron a Tombuctú a su cartografía para comerciar bienes manufacturados a cambio de oro.
Madraza de Sankore |
Más allá de su legendaria riqueza, Mansa Musa es recordado por sentar las bases administrativas de un imperio puramente africano de gran calado. Los avances e impacto comercial del imperio de Mali perduraron por años después de su muerte en 1332. El hijo y sucesor de Musa, Mansa Magha, fue también nombrado diputado durante la peregrinación de Musa.
Muchas veces perdemos de foco la importancia de personajes o reinos por no aparecer con tanta frecuencia en los libros de historia tradicionales. De ahí la importancia de revisar la Historia y de mantener una curiosidad activa. El pasado aún nos puede sorprender.
________________________
(1) Ibn Battuta también es un personaje que merece un post en este blog. Probablemente el viajero más grande de la historia. Lo dejaremos para otro día.