lunes, 24 de julio de 2023

112. Arte y herejías

 

San Agustín y los donatistas. Van Loo

 El tema de hoy se me ocurrió recordando algo de hace 45 años. Yo estaba en 4º de carrera y tenía la asignatura  "Arte español antiguo y medieval". El profesor era un hueso al que mucha gente le tenía terror. Hasta el punto de que una conocida mía hizo la carrera entera y prefirió quedarse sin título porque nunca tuvo el valor de presentarse a los exámenes de las dos asignaturas que daba este energúmeno en 4º curso de la especialidad de Historia del Arte. Y era muchísima gente la que arrastraba sus asignaturas de un curso a otro. Yo hice el primer parcial de la asignatura y aprobé sin problema. Me faltaba el segundo parcial, que era en junio. Aquello iba bien. En 5º no me daría ninguna asignatura y no lo volvería a ver. Pero antes del segundo parcial nos pidió un trabajo escrito que no había mencionado al presentar la asignatura. No me preocupé, siempre me había defendido bien en los trabajos escritos. Para redondear, decidí encargarle a un fotógrafo que me hiciera buenas reproducciones de unas buenas fotos de un libro. No iba a darle a "la fiera" ninguna oportunidad para que me pusiera una mala nota. Con este señor no había términos medios: o eras sobresaliente (que ya se preocupaba él de informarnos en la primera clase de que que nunca nadie llegaba a sus exigencias) o te suspendía. Con un notable te podías dar con un canto en los dientes.

Pertrechada con un bonito juego de fotografías de 13 x 18 en blanco y negro en acabado brillante me enfrenté al tema elegido: los sarcófagos paleocristianos.

Sarcófago de la Trilogía petrina. Basílica de Santa Engracia, Zaragoza.

Honradamente, creo que el trabajo quedó bastante completo y bien. Pulcramente mecanografiado, encuadernado en lugar  poner una simple grapa que era lo que hacía todo el mundo, profusamente ilustrado con fotografías profesionales. Había exprimido al máximo el poquito dinero que me pasaba mensualmente mi padre para pagar las fotografías y la encuadernación y mi trabajo se destacaba de entre el montón que apilamos sobre  su mesa en el día fijado, como un huevo en una cesta de castañas. Sinceramente, creo que eso fue lo que le molestó a "la fiera".

En el apartado dedicado a los temas mencioné que había un grupo de sarcófagos que, en lugar de estar decorado con los temas usuales:

1. Escenas del Antiguo y Nuevo Testamento

2. Motivos usuales en el arte pagano que escondían una simbología pagana

3. Motivos ya específicamente cristianos creados ad hoc, ya después de la despenalización del cristianismo.

existía un grupo de sarcófagos llamados petrinos, que estaban decorados enteramente con escenas de la vida de San Pedro: su primacía sobre los apóstoles, su traición a Cristo, su arresto y su martirio.

El profesor me devolvió el trabajo con una anotación en rojo en ese punto de la página. La nota decía que consideraba incompleto  el trabajo hasta que averiguara el motivo de la existencia de los sarcófagos petrinos. Que lo averiguara y lo explicara en una hoja suelta y hasta ese momento no daría el trabajo como presentado. Y como perdonándome la vida, añadía que el resto estaba "pasable".

 Desesperada, volví medio loca a la Gorgona, que era como llamaban a la bibliotecaria de la Biblioteca de Arte, al lado de mi aula. No encontré nada en ningún libro. Creo que fue ella la que le dijo al profesor que tenía a un estudiante de 4º volviéndole boca abajo "su" biblioteca. Para librarse por fin de mi me guió hasta un libro de Teología donde por fin encontré la respuesta. Yo estaba tan furiosa que en ese momento podrían haberme llamado también a mi Gorgona minor. Yo no era estudiante de Teología y no tenía por qué haber tenido  conocimientos de Teología Dogmática ni de Historia de la Iglesia para conocer ese dato ni de donde buscarlo. Pero me salí con la mía. Fui una de las pocas de la clase que no tuve que hacer examen final, que como podía esperarse de aquel sujeto fue convocado un 1 de julio a las 4 de la tarde en una Sevilla donde el aire despedía fuego y con las cortinas de la clase totalmente corridas para que las diapositivas que constituían las preguntas se pudieran ver. Me contaron que de vez en cuando se escuchaba el golpetazo de algún alumno que se desplomaba sobre su mesa del graderío de madera.

Perdonad esta larga introducción personal y vayamos al turrón. Por cierto, como en este blog tengo una sección titulada "Del hecho al dicho" Voy a aprovechar para explicar su posible origen. Su origen parece estar en los feriantes turroneros de Castuera (Badajoz)

Es una expresión o frase hecha española, de un uso no muy generalizado, aunque sí muy implantada en varias provincias de Andalucía (sobre todo Cádiz) y Extremadura. Se define como vamos a lo que vamos, al grano, a lo importante; expresión que anima a dejar de fijarse en lo poco importante o accesorio y a centrarse en el asunto importante o central». Es decir, ir a lo mollar y dejarse de chorradas. O no irse por los cerros de Úbeda, una frase hecha muy española, por cierto. En el texto que sigue está en cursiva lo que he tomado literalmente de Wikipedia, de donde proceden también las fotografías.

Me declaro culpable y pido disculpas, pero llevo 45 años guardando esto y necesitaba desahogarme.

Terminada la última gran persecución de cristianos, llevada a cabo bajo el emperador Diocleciano, y tras ser legalizada esta fe por el Edicto de Milán, surgió una fuerte rivalidad entre dos grupos de obispos y de fieles africanos: los denominados traditores, que se mostraron débiles y abjuraron de su fe ante las autoridades romanas (lapsi); y los llamados numidios, que se mantuvieron firmes y no cedieron.

En el 311, los obispos africanos 'numidios' se opusieron a la elección de Ceciliano como nuevo obispo de Cartago, realizada por el "traditor" Félix de Aptonga. Ceciliano también era acusado de haber sido un traditor, por haber entregado ejemplares de las Sagradas Escrituras a las autoridades durante la persecución. Sus oponentes, en su lugar, consagraron a un tal Mayorino como nuevo obispo, efímero, puesto que al poco sería sucedido por Donato Magno. Los ahora llamados "partido donatista" apelaron al emperador Constantino, quien decidió que el problema fuera dirimido por el obispo de Roma Melquíades, en un concilio local. Este se celebró en esta misma ciudad el 1 de octubre de 313, y se mostró favorable a Ceciliano como único obispo de Cartago, fallo que no fue aceptado por los donatistas y acabó por dar origen a un cisma.1

Este movimiento se denominó inicialmente a sí mismo 'Iglesia de los Mártires', puesto que sus fieles pretendían ser los únicos en mantener el honor y la pureza de fe de aquellos héroes cristianos que habían dado su vida durante la persecución. Su otro nombre fue dado por sus adversarios por causa de Donato, elegido obispo por sus partidarios a finales del 312, como ya se vio.


Donato afirmaba que todos aquellos ministros (sacerdotes y obispos) que fuesen sospechosos de traición a la fe durante las persecución de Diocleciano eran indignos de impartir los sacramentos. Su movimiento mostró actitudes bastante fanáticas e intransigentes a lo largo de toda su existencia, con las consecuentes contradicciones típicas de cualquier movimiento que se pretende purista. Llegaron a recurrir a la violencia y al terrorismo, al crearse los grupos de llamados circunceliones.​


El donatismo fue enseguida rechazado por la Iglesia católica oficial, que afirmaba la doctrina de la 'objetividad' de los sacramentos, es decir: la idea de que, una vez transmitida la potestad sacerdotal a un hombre mediante el sacramento del Orden Sagrado, los sacramentos que este administrara eran plenamente válidos por intercesión divina, independientemente de la pureza o entereza moral del ministro. De este modo, las doctrinas donatistas fueron condenadas (sin éxito) en el concilio de Arlés del año 314. Finalmente, ya a princios del siglo v, el donatismo fue combatido de manera enérgica por san Agustín de Hipona, quien había sufrido numerosas penalidades personales por causa de este conflicto, escapando, incluso, de un atentado contra su vida perpetrado por un grupo de circunceliones. Decidido a acabar de una vez con una situación tan penosa, acabó por pedir la intervención directa de la autoridad imperial, para que resolviese el cisma que desgarraba y ya desangraba (literalmente) a la Iglesia africana.4​ Y así, por decreto de Honorio, se celebra en junio de 411 una gigantesca asamblea pública, con la presencia de cientos de obispos de los partidos donatista y católico (Agustín entre ellos), presidida por Flavio Marcelino, un alto funcionario imperial venido a África al efecto. En el curso de esta larga conferencia, el movimiento donatista se vio enredado en sus propias contradicciones, y acabó visiblemente derrotado; buena parte de las actas de esta asamblea histórica se conservan, pero no así el contenido del fallo de Marcelino (quien, posteriormente sería calumniado y falsamente acusado y ejecutado, en clara represalia donatista).

El emperador Teodosio I persiguió tanto a los donatistas, por considerar este movimiento una herejía, como a los paganos:

El papa Melquiades
 Por lo que nos toca al tema de los sarcófagos, parece que el papa Melquiades debió pensar que una imagen vale más que mil palabras, y ante lo que defendían los donatistas (que había pecados que no podían ser perdonados de ninguna forma, haciendo hincapié en la apostasía ) favoreció y "puso de moda" los sarcófagos decorados masivamente con escenas de la vida de San Pedro, dejando claro que el apóstol era el mejor ejemplo del error de lo donatistas, pues habiendo negado al mismo Cristo, fue perdonado.

Resumiendo, los sarcófagos petrinos fueron la respuesta a las doctrinas de la herejía donatista. Una respuesta tallada en mármol.



 









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