Obra de Emile-Antoine Bayard |
Si hoy nos llevamos las manos a la cabeza al enterarnos de que alguien ha muerto por hacerse un selfie en la cornisa de un rascacielos (literalmente, morir por un like). Habrá que reconocer que no hay nada nuevo bajo el sol. Nuestras protagonistas de hoy serían el equivalente pasado al protagonizar un duelo esperpéntico por un motivo tan trivial como un discrepancia sobre los arreglos florales para un festival musical. En el fondo, lo que está en juego es el reconocimiento de quien manda en la alta sociedad.
Durante siglos, los duelos fueron un asunto de hombres para dirimir asuntos de honor. Aunque muchas veces una mujer estaba en el origen de estos enfrentamientos, no tenían ninguna otra presencia en ellos, pero poco a poco hubo mujeres a las que les atrajo aprender esgrima o practicar la puntería (1).
Ya en 1721 se enfrentaron a duelo la condesa de Polignac y la marquesa de Nesle, ambas amantes, sin saberlo, del mismo hombre, el duque de Richelieu, sobrino nieto del famoso cardenal. Fue un duelo a pistola. La marquesa disparó primero, fallando, la duquesa tuvo mejor puntería, pero sólo consiguió rozar el hombro de su oponente. El duque debió llegar a la conclusión de que no le convenía una amante tan brava y tras el duelo las dejó a las dos.
Paulina Sandor, princesa Metternich |
Condesa Anastasia Kielmannsegg |
Espadas rapiers |
El desarrollo del enfrentamiento fue el siguiente: La princesa Metternich recibió una herida sin importancia en la nariz, pero le atravesó el brazo a la condesa. Al ver la sangre, las madrinas se desmayaron y los cocheros y lacayos se acercaron para ayudar. La baronesa los echo a paraguazos para que no vieran a las duelistas semidesnudas. Tras eso, se dio el duelo por concluido con algo similar a un empate (Anastasia había herido primero a su oponente pero Paulina ocasionó la herida más importante). Cuando volvieron a Austria las dos actuaron como si aquello no hubiera ocurrido nunca.
Como conclusión: cuando escuchemos lo que nos parecen estupideces de influencers recordemos
Nihil nuvum sub sole
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(1) Por ejemplo, siempre se dijo que el parche en el ojo que usaba la princesa de Éboli se debía a un accidente con un florete.
(2) Hoy casi hay unanimidad en que la muerte de Prim se debió a la infección causada por un fragmento de la tela de su abrigo que penetró en la herida de su brazo con el disparo; infección que en aquella época no se podía combatir de ningún modo y causaba la mayoría de los heridos de guerra.
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