Al igual que el santuario de Apolo en Delfos poseía un oráculo donde el dios Apolo respondía a las consultas de los devotos, a través de una mujer que transmitía las respuestas del dios (habitualmente muy oscuras y crípticas) que los sacerdotes interpretaban después para los consultantes, en la colonia griega de Cumas, muy cerca de Nápoles, existía también un santuario de Apolo, con su correspondiente oráculo, también servido por una mujer llamada Sibila. No se sabe si la primera de las mujeres que profetizaron en nombre de Apolo se llamaba Sibila y se usó ese nombre para todas las que vinieron detrás o la palabra sibila significaba simplemente "mujer a quien los antiguos griegos y romanos atribuían la facultad de predecir el futuro". La de Cumas se consideraba la más importante de las diez sibilas conocidas. Algunos primeros griegos, Hesíodo y Platón, por ejemplo, solo hablan de una sibila. Se cree que se refieren a la sibila llamada Herófila, que profetizó la guerra de Troya. Hesíodo y Platón solo mencionan a una, pero con el tiempo el número se incrementó a a tres, diez y hasta doce. En todos los casos, más que por su nombre, que no poseían, se conocían por el gentilicio del paraje donde moraban. Una lista realizada por Varrón recogida en una obra de Lactancio, llega hasta diez:sibila de Samos, sibila eritrea, del Helesponto, frigia, cimeria, délfica, cumana, libia, tiburtina y babilónica o pérsica.
Apolo, enamorado de la sibila de Cumas, le habría prometido cualquier cosa que ella deseara, y ella, cogiendo un puñado de arena, le pidió vivir tantos años como granos de arena encerraba en el puño, pero se le olvidó pedir al mismo tiempo la eterna juventud, así es que con los años envejeció y envejeció, empezó a consumirse tanto que la pusieron en una jaulita que colgaron del templo de Apolo en Cumas. Los chiquillos iban hasta allí a burlarse de ella "Sibila, ¿qué quieres?" le gritaban y ella, con un hilillo de voz, contestaba "Morir" La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de 120 años cada una (1).
La sibila de Cumas reunió todas las profecías sobre el futuro de la ciudad de Roma, que ocuparon 9 libros y fue a ofrecérselos al Tarquinio el Soberbio, el séptimo y último rey de Roma, al que le pidió una enorme suma por los 9 libros. Tarquinio se negó, pensando que los conseguiría por menos dinero. Entonces la sibila se retiró, quemó tres libros y le volvió a ofrecer al rey los 6 restantes por el mismo precio que los 9 iniciales. Tarquinio volvió a negarse. La sibila quemó otros tres y ofreció los 3 que quedaban. El rey, ante el temor de quedarse sin ninguno, terminó comprando 3 libros por el mismo precio que se había negado a pagar por 9. Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter y eran consultados en situaciones muy especiales. En 83 a. C. el fuego destruyó los llamados Libros Sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección que no ha llegado hasta nuestros días porque en 405 d. C. el general romano, de origen vándalo, Estilicón, ordenó su destrucción. Estos libros ejercieron gran influencia en la religión romana hasta el reinado de Augusto.
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(1) Esta historia recuerda mucho a un cuento de "El asno de oro", de Apuleyo, donde una mujer pide a los dioses en el santuario de Asclepios quedarse embarazada. Cumplido el tiempo del embarazo, el vientre de la mujer sigue creciendo y creciendo. La mujer vuelve al santuario y los sacerdotes le aclaran "que pidió quedarse embarazada, no tener un hijo", por lo que debe aceptar la forma en la que los dioses escucharon su ruego.
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