miércoles, 17 de noviembre de 2021

85. Por qué Fernando IV de Castilla es "El emplazado"


 

Fernando IV de Castilla (llamado "el Emplazado") tuvo una vida breve pero intensa. A los nueve años heredó la corona de su padre Sancho IV y su reinado se caracterizó por un permanente enfrentamiento con parte de la nobleza castellana, una verdadera guerra civil. Su principal valedora fue su madre, María de Molina, que le ayudó a defenderse de los nobles castellanos y evitó en numerosas ocasiones que fuera destronado, incluso tras su mayoría de edad.

En septiembre de 1312, unas semanas antes de cumplir los veintisiete años, mientras preparaba en Jaén la conquista de Granada, murió de manera inesperada en su lecho, sin que hubiera testigos. Según la Crónica de Fernando IV, pocos días antes había mandado ajusticiar a dos hermanos de apellido Carvajal, acusados de haber asesinado algunos años antes a su valido y amigo Juan de Benavides. Cuenta la leyenda que el rey ordenó ejecutarlos de manera especialmente sanguinaria, lanzándoles desde lo alto de la Peña de Martos metidos en una jaula de hierro con púas afiladas hacia el interior.

 
Vista de la Peña de Martos, con el municipio en primer plano.Según refiere la tradición, desde la peña fueron arrojados, por orden del rey Fernando IV, los hermanos Carvajal. Wikipedia

En la Crónica de Fernando IV se relaciona la muerte del rey con la ejecución de los hermanos Carvajal de esta forma:

É estos cavalleros, quando los el rey mandó matar, veyendo que los matavan con tuerto, dixeron que emplasavan al rey que paresciese ante Dios con ellos á juisio sobre esta muerte que él les mandava dar con tuerto, de aquel dia en que ellos morían á treynta dias. (…) É este jueves mesmo, siete dias de setiembre, víspera de Sancta Maria, hechose el rey é dormir, é un poco después de medio dia falláronle muerto en la cama, en guisa que ninguno lo vieron morir. É este jueves se cumplieron los treynta dias del emplaçamiento de los cavalleros que mandó matar en Martos.”

En el capítulo III de la Crónica de Alfonso XI, la muerte de Fernando IV es descrita de idéntico modo a como se describe en la Crónica de Fernando IV.​ Y el historiador Diego Rodríguez de Almela, en su obra "Valerio de las historias escolásticas y de los hechos de España", que fue escrita alrededor del año 1472, relató del siguiente modo la defunción del monarca:

Estando el rey Don Fernando IV de Castilla, que tomó a Gibraltar, en Martos, acussaron ante él a dos escuderos, llamados el uno Pedro Carbajal y el otro Juan Alfonso de Carbajal, su hermano, que ambos andaban en su corte, oponiéndoles que una noche, estando el Rey en Palencia, mataron a un caballero llamado Gómez de Benavides, que quería mucho el Rey, dando muchos indicios y presunciones porque parescía que ellos le havían muerto. El rey Don Fernando, usando de rigurosa justicia, fizo prender a ambos hermanos, y despeñar de la Peña de Martos; antes que los despeñasen dixeron que Dios era testigo y sabía la verdad que no eran culpantes en aquella muerte que les oponían, y que pues el Rey los mandaba despeñar y matar a sin razón, que lo emplazaban de aquel día que ellos morían en treinta días que paresciesse con ellos a juicio ante Dios. Los escuderos fueron despeñados y muertos, y el rey Don Fernando vino a Jaén. E acaesció que dos días antes que se compliese el plazo se sintió enojado, comió carne y bebió vino. Como el día del plazo de los treinta días que los escuderos que mató le emplazaron se compliesse, queriendo partir para Alcaudete, que su hermano el Infante Don Pedro havía a los Moros tomado, comió temprano, y acostosse a dormir en la siesta, que era en verano; acaesció assí que quando fueron para le despertar, halláronlo muerto en la cama, que ninguno no le vido morir. Mucho se deben atentar los Jueces antes que procedan a executar justicia, mayormente de sangre, hasta saber verdaderamente el hecho por que la justicia se deba executar. Ca como en el Génesis se lee: quién saccare sangre sin pecado, Dios lo demandará. Este Rey no tuvo la manera que convenía a execución de justicia, y por tanto acabó como dicho es.


 El padre Juan de Mariana, escritor e historiador del siglo XVII, describió la condena y ejecución de los hermanos Carvajal en la ciudad de Martos, y estableció por primera vez la posible relación existente entre la leyenda del emplazamiento ante el Tribunal de Dios de Fernando IV, y los emplazamientos sufridos por el papa Clemente V, y el rey de Francia Felipe IV el Hermoso, ambos ocurridos en 1314, dos años después de la muerte de Fernando IV. El último Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay, fue quemado en la hoguera en París en marzo de 1314, y antes de morir, según refiere la tradición, conminó a comparecer ante Dios, en el plazo de un año, al papa Clemente V, al rey Felipe IV de Francia y a Guillermo de Nogaret, responsables de la supresión de la Orden del Temple y de la muerte de muchos de sus miembros.

El historiador y arqueólogo palentino Francisco Simón y Nieto, señaló en 1912 en su obra "Una página del reinado de Fernando IV. Pleito seguido en Valladolid ante el rey y su corte en una sesión, por los personeros de Palencia contra el Obispo D. Álvaro Carrillo, 28 de mayo de 1298" que la causa última de la muerte de Fernando IV pudo ser una trombosis coronaria, aunque sin descartar otras, como hemorragia cerebral, edema agudo de pulmón, angina de pecho, infarto de miocardio, embolia, síncope u otras.

Aunque desde  el siglo XVI los historiadores cuestionaran la veracidad del emplazamiento (que los hermanos Carvajal supuestamente hicieron al rey para verse en un juicio ante Dios) y la truculenta muerte de don Fernando, no impidió que la leyenda floreciera con especial fuerza durante el Romanticismo.

Bretón de los Herreros estrenó en 1837 un drama histórico en cinco actos sobre el tema.

Wikipedia
Mientras que el cuadro Los últimos momentos de Fernando IV el Emplazado, pintado en Roma en 1856 por José Casado del Alisal (comprado en 1860 por el Gobierno para el Museo del Prado y hoy depositado en el Palacio del Senado), representa la expiración del monarca ante la mirada fantasmal de los dos hermanos ajusticiados.

Tras el teatro y la pintura. el tema hizo fortuna en la música. El mismo argumento fue escogido por Valentín María de Zubiaurre (Garay, Vizcaya, 1837 – Madrid, 1914) para su segunda ópera, con un libreto que convierte la leyenda medieval en la lucha del pueblo castellano contra la tiranía de un rey. Don Fernando el Emplazado supuso la consagración de Zubiaurre ya que la primera,  Luis de Camoens, fue un trabajo académico de 1864 que nunca llegó a estrenarse.

Su gestación corre paralela a los convulsos años de la Revolución de 1868, la monarquía de Amadeo de Saboya y la Primera República, lo que podría explicar que escogiera ese argumento y también quizás el éxito de la obra.

Por otro lado, la obra se enmarca en la singularidad de la escena madrileña que, desde mediados de siglo, estaba dominada por dos tendencias diferenciadas y complementarias (algunos dirían que opuestas): el auge de la zarzuela, el espectáculo de mayor popularidad desde la fundación del teatro homónimo en 1856, que frecuentaban todas las clases sociales; y la consolidación de ópera italiana, entretenimiento de las élites desde la inauguración del Teatro Real en 1850 –rebautizado como Teatro Nacional de Ópera tras la Gloriosa–, cuyo repertorio no era muy diferente de lo que se podía escuchar en muchos teatros europeos, sobre todo Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi y Meyerbeer, siempre cantados en italiano.

Los compositores españoles estaban prácticamente excluidos, ya que tras dos reestrenos de Emilio Arrieta en los años 1850, no se interpretó obra alguna de compositor español durante más de quince años.

Fueron estas dificultades las que llevaron a convocar en 1867 un Certamen Nacional de Ópera, que permitiera “la instalación del espectáculo de la grande ópera española”.

La obra alcanzó uno de los premios del certamen e inauguró el Teatro Alhambra el 12 de mayo de 1871, con presencia del rey Amadeo de Saboya. Dos meses antes, Emilio Arrieta había conseguido representar la adaptación operística de Marina en el Teatro Real, excepcionalmente cantada en español. Esta confluencia, después de varios años de sequía, conllevó que ambos estrenos fueran considerados por la crítica como el verdadero inicio de la opera española (entendiendo como tal ópera en lengua castellana), a pesar de que ambas se habían gestado como algo diferente: Marina fue escrita originalmente como zarzuela y Don Fernando como ópera en italiano (tras lo cual Zubiaurre encargó un segundo libreto en castellano y adaptó la partitura al mismo).



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