miércoles, 26 de mayo de 2021

53. Científicos alemanes "descubren" algo que los españoles conocíamos hace años

 

Detalle de la Crucifixión del Beato de Tábara que se conserva en la catedral de Gerona

¿Cómo imaginamos la transcripción de manuscritos durante la Edad Media? Es bastante probable que para responder la pregunta pensemos en monjes trabajando duro a la luz de las velas en los scriptoria, copiando el conocimiento del mundo en páginas de pergamino.  Pues bien, parece que parte de ese trabajo fue realizado por mujeres, y que algunas tenían habilidades excepcionales, eran muy respetadas e incluso se les confiaban los pigmentos más caros, los destinados a los mejores artistas del siglo XI.


Esta es la conclusión de una investigación llevada a cabo por un equipo internacional de especialistas en diferentes áreas dirigido por Christina Warinner, paleogenetista del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. 


La evidencia proviene de la placa dental fosilizada de un esqueleto encontrado en el cementerio de un monasterio medieval de mujeres en Dalheim, un pequeño pueblo cerca de la ciudad alemana de Maguncia. Los expertos y expertas de este grupo interdisciplinar querían, a través del análisis de la placa dental que se acumulaba en la dentadura de las personas, comprender mejor las dietas y las enfermedades que les afectaban en el pasado. Estos estudios se centran en el ADN de las bacterias en la boca, junto con rastros de las cosas que la gente comía y bebía.


Durante estas investigaciones, en una tumba etiquetada como B78, encontraron el esqueleto de una mujer de mediana edad que murió alrededor del 1100 d.C. Al principio, lo único que se destacó de sus restos fue la falta de desgaste de sus huesos, una señal de que vivió una vida bastante sedentaria. Al examinar de cerca los dientes de B78, los investigadores se sorprendieron. «El microscopista me llamó y me dijo, “la dentadura de esta mujer está llena de partículas azules”», recuerda Warinner. «Nunca antes había visto este color en la boca de alguien, este azul tan brillante como un huevo de petirrojo».


Un análisis cuidadoso utilizando varios métodos espectrográficos diferentes, incluida la espectroscopía de rayos X de dispersión de energía (SEM-EDS) y la espectroscopía micro-Raman, reveló que los fragmentos azules eran polvo de lazurita, un mineral que forma parte del lapislázuli. En la Edad Media, esta gema, que se empleaba como pigmento para decorar manuscritos, solo se podía encontrar en lo que hoy es Afganistán. La piedra en polvo valía más que su peso en oro y llegaba a Europa a través de una compleja red comercial que se extendía a lo largo de miles de kilómetros. El pigmento de lapislázuli azul vivo producido era tan valioso que los artistas medievales y los iluminadores de manuscritos lo reservaban para los temas que consideraban más importantes, como el manto azul de la Virgen, por ejemplo, y para los ilustradores más afamados.


El equipo descartó varias hipótesis para explicar los rastros de lapislázuli: la mujer podría haber besado una imagen que contuviera lapislázuli como parte de un ritual devocional, o podría haber confiado en la «medicina lapidaria», una práctica medieval que consistía en ingerir piedras preciosas como remedio curativo. Pero, después de valorar fechas sobre costumbres y prácticas religiosas, los investigadores y las investigadoras concluyeron que el pigmento azul se habría ido acumulando en la boca de B78 al humedecer el pincel con los labios para afinarlo mientras pintaba. Con el tiempo, se incrustó en su placa dental, donde se conservó durante casi 1 000 años. Esta acumulación sugiere que la mujer estuvo en contacto con este pigmento por un gesto repetido con frecuencia durante mucho tiempo. Sabemos que el cotizado lapislázuli no se confiaba a cualquier artista. El hecho de que una mujer utilizara este pigmento significa que ésta era una artista del más alto nivel, con una gran reputación en caligrafía e iluminación.

Pues bien, Sra Warinner, tres hurras por usted y su equipo, pero muchos escolares españoles ya sabían eso.  Hace ya más de 50 años estudié en el colegio que una de los ejemplares de los "Comentarios al Apocalipsis (conocidos como Beatos)" realizados en la España del siglo X, concretamente el Beato de Tábara, conservado actualmente en la catedral de Gerona fue ilustrado por una mujer llamada Ende que incluso firmaba su obra en el colofón de la misma: Ende pintrix et d(e)i aiutrix, Ende pintora y ayudante de Dios. Esta monja leonesa pintó su obra en el monasterio de Tábara, que fue destruido por Almanzor en el año 988,por lo que antes de esa fecha pudo intercambiarse por otros textos con algún convento catalán, algo usual en la época. Allí pudo permanecer hasta que fue donado en 1.078 a la Catedral de Gerona.

Ende no era una ilustradora más, más allá de que se le permitiera firmar su obra, convirtiéndose en la primera mujer europea en firmar su obra o ser la ilustradora principal de un manuscrito de estas características. Además añade nuevas imágenes a las que se conocían hasta la fecha: una representación del cielo y una del Bautismo de Cristo, o una Crucifixión. También destaca el retrato más antiguo del apóstol Santiago que se conoce en la pintura española. 

 

Las investigaciones a partir de la placa dental son en la actualidad una fuente potente que aporta información arqueológica muy valiosa. Una ventaja importante de estos análisis es que se extrae directamente de la boca de la persona fallecida, lo que puede mostrar de manera concluyente lo que comieron o bebieron las personas, en lugar de hacer inferencias basadas en lo que quedó en sus tumbas o lo que se encontró en los asentamientos.

Estas técnicas no solo permitieron a los investigadores identificar lazurita en este cementerio antiguo, sino que la encontraron en la boca de una mujer. Eso nos abre una ventana más para asomarnos con rigor a esta época de la historia.


En la Edad Media eran pocos los oficios practicados exclusivamente por hombres o por mujeres y la copia y la iluminación de manuscritos no eran una excepción. Hay evidencias de que una parte muy significativa de estas joyas decoradas se produjo en los scriptoria monásticos o catedralicios, y muchos monasterios europeos eran mixtos, por lo que parece lógico pensar que monjes y monjas compartieran el trabajo de copiar e iluminar.

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