martes, 22 de marzo de 2022

101. Corazones de trágico destino


A la muerte de Luis XIV, el rey es embalsamado, según costumbre, separando los órganos internos del resto, igual que se hacía con los faraones en Egipto. Pero  mientras los corazones  de los demás reyes mundiales tienen usualmente un destino en lugares de privilegio, el del Rey Sol lo tuvo, a la postre, muy diferente. Durante la Revolución Francesa un furibundo agitador republicano irrumpió en Saint Denis, profanó la tumba del rey y robó el corazón embalsamado. El corazón real fue vendido a un coleccionista británico que a su vez se lo vendió al prelado de Westminster. Éste se lo legó en herencia a su hijo Frank Buckland, un joven con pretensiones científicas dedicadas, fundamentalmente, a experimentar con animales exóticos que puedan servir de alimento a los ingleses. Durante algún tiempo, el muchacho  se conformó con la ingesta de koalas, tortugas o serpientes. Pero Frank Buckland llegó a hacerse servir en un plato el corazón embalsamado.

Unos años antes de la muerte de Luis XIV, su hermano Felipe, duque de Orleans, también había sufrido un percance desdichado. Cuando le estaban haciendo la autopsia, uno de sus perros daneses se abalanzó sobre el cadáver y se comió más o menos las tres cuartas parte del corazón antes de que pudieran apartarlo.

FUENTE: Alejandra Vallejo-Nágera, Locos de la Historia. La esfera de los libros, 2.006.










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