lunes, 30 de agosto de 2021

74. (Los caballeros las prefieren rubias) y los reyes las prefieren artistas

 O bailarinas. O cantantes. O un poco de todo. Porque durante mucho tiempo bastantes mujeres que se dedicaban al espectáculo no eran estrictamente profesionales del mismo, sino que utilizaban su presencia en teatros y salas de fiesta para ejercer la prostitución o entrar en contacto con hombres ricos que las tomaban como amantes.

María Calderón

María Calderón
En España conocemos la historia de María Calderón, la Calderona, que sí era una afamada actriz de teatro antes de convertirse en la amante más famosa del rey Felipe IV.

María nació en Madrid en 1611. Era hija de Juan Calderón, personaje que se encargaba de preparar todo lo preciso para la acogida de las diferentes compañías de cómicos que llegaban hasta la Corte, e incluso de facilitarles los préstamos con los que hacer frente a sus primeras necesidades, antes de la recaudación del dinero por su trabajo. La Calderona creció y se formó dentro de este mundo de la farándula, entre la variada gente que se dedicaba a las representaciones teatrales.

En 1627 se produjo el primer encuentro entre La Calderona y Felipe IV, en su debut teatral como primera actriz en el madrileño Corral de la Cruz, uno de los teatros populares más frecuentados por el monarca. El rey acudía en secreto a estas representaciones, quedando fascinado por la joven actriz. Él tenía veintidós años y llevaba casado siete. Ella solamente dieciséis, estaba casada y era amante de Ramiro Pérez de Guzmán, duque de Medina de las Torres. No era una magnífica belleza pero tenía un gran encanto personal, una hermosa cabellera rubia, una bonita voz, gracia y talento teatral.

Los amores entre Felipe IV y La Calderona llegaron a ser comidilla popular y la convirtieron en uno de los personajes más populares del Madrid de finales de aquellos años veinte. Su relación con el rey la obligó a abandonar los escenarios en pleno éxito. En la primavera de 1629, venía al mundo un niño, Juan José. En su acta parroquial de bautismo, quedó el niño registrado como “Juan, hijo de la tierra”, que era la apelación que se daba a los nacidos de padres desconocidos. A pesar de los deseos de María, el niño fue apartado de su lado y entregado para su crianza a una humilde familia de León, ciudad en la que pasó los primeros años de su vida hasta que el rey decidió su traslado a Ocaña. La Calderona nunca lo volvió a ver. Para entonces la pareja real había perdido varias hijas, muertas apenas nacidas, y Felipe debió pensar que aquel niño podía ser una salida de emergencia para el futuro de la dinastía, por lo que decidió darle una educación correspondiente a su origen.

Tras el nacimiento del niño todo parece indicar que la relación del rey con María se había enfriado. Felipe IV ordenó el ingreso de su favorita en un convento. La Calderona ingresó en el monasterio benedictino de Valfermoso de las Monjas, Guadalajara, llegando a ser abadesa. Murió en 1646.

Varios de los reyes que vinieron después (Carlos II, Felipe V, Carlos III, Carlos IV) no tomaron amantes (o al menos no de forma ostensible), de forma que para encontrar otro rey aficionado al espectáculo y a sus protagonistas nos vamos a Alfonso XII, una de cuyas amantes más conocidas fue Elena Sanz.

Elena Sanz

Elena Sanz
Elena Sanz nació en Castellón de la Plana en 1844. Era de buena familia, emparentada con el marqués de Cabra, aunque sin dinero. Se trasladan a Madrid y Elena ingresa en el colegio de las Niñas de Leganés. Allí aprendió canto a la vez que realiza sus primeras actuaciones en el coro de su iglesia. Su voz destacó enseguida en el coro, hasta el punto de llegar a oídos de la reina Isabel II, que se convirtió en su protectora.


Ingresa en el Real Conservatorio. Allí será discípula de Baltasar Saldoni, quien le proporcionará una audición con Enrico Tamberlick. Éste, reconociendo la calidad de la contralto, la recomienda para que vaya a París y en 1868 la inscribe como artista en el Teatro Chambery, representando ese mismo año el papel de Azucena en El trovador. Desde este momento, es reconocida en los grandes teatros del mundo. Será una asidua en la Scala de Milán, en donde compartirá cartel en muchas ocasiones con Julián Gayarre y cosechará sus mejores éxitos. Elena Sanz realizará giras por todo el mundo, Gayarre la solicita para su gira americana por Argentina y Brasil, y Adelina Patti para su gira en San Petersburgo frente a los zares y otras capitales centro europeas.

En 1.872 tuvo lugar su primer encuentro con el futuro Alfonso XII, cuando el joven príncipe era alumno del Colegio Theresianum de Viena. Una noche en París, después de una de sus actuaciones en la Ópera, Elena Sanz saludó a Isabel II. Al saber la reina que la cantante marchaba hacia Viena, le encargó que visitara de su parte a su hijo y le hiciera entrega de un regalo. Elena visitó al joven en el Theresianum. Éste era un adolescente de quince años que quedó extasiado ante la popular diva de la ópera, trece años mayor que él.

Elena Sanz se fue de gira por Sudamérica, de donde regresó madre de un varón de padre desconocido. Y Alfonso se casó con su prima Mercedes de Orleans. Después de la muerte de Mercedes, Alfonso volvió a encontrarse con Elena con motivo del estreno de la ópera La favorita. Cuando Elena subió al palco a cumplimentar al rey, renació la fascinación de éste. Alfonso XII se convirtió en su fiel seguidor.

Elena Sanz acabó sucumbiendo al amor del rey, abandonando los escenarios. Alfonso XII, loco de pasión, aprovechaba cualquier resquicio para ver a su amante. Al año siguiente, en 1879, Cánovas plantea al rey la urgencia de una nueva boda para dar un heredero. Alfonso XII accede a su pesar. «Me casaré si me buscan ustedes novia». La elegida fue la archiduquesa María Cristina de Austria, sobrina del emperador austriaco Francisco José, inteligente pero poco agraciada. Se casaron en Madrid en el mes de noviembre, mientras su romance con Elena Sanz seguía viento en popa y estaban esperando su primer hijo, el cual nacería dos meses después del segundo matrimonio del rey, y al que llamaron Alfonso.

Cuando María Cristina supo de la existencia de Elena convenció a Cánovas para que expulsara de España a la amante del rey. Por esta razón, Elena Sanz se traslada a París, donde inscribe al niño en el registro civil. María Cristina, que desde el principio había hecho esfuerzos para hacerse querer por su suegra, tuvo que ver cómo Isabel II, que admiraba profundamente a la amante de su hijo y había promocionado su carrera lírica, amadrinaba al nieto ilegítimo y se refería a Elena como “mi nuera ante Dios”.

La desaparición de la favorita, además, será sólo momentánea, pues Alfonso XII se encarga de hacerla regresar inmediatamente a Madrid y de instalarla en un piso cercano a palacio, donde habitualmente la visita. En febrero de 1881 nace el segundo hijo. Otro varón, Fernando, para desgracia de María Cristina, que dará a luz a dos niñas seguidas, las infantas María de las Mercedes y María Teresa.

Crónicas y comentarios múltiples de esa época coinciden por unanimidad en que Elena Sanz, al final, se cansa de la relación prohibida y de su papel de favorita real. El amor de la cantante por el rey se apagó, dando paso a una amistad. Elena se afincó en París con sus hijos, sobreviviendo con las 5.000 pesetas mensuales que le mandaba el rey.

Pero la felicidad de María Cristina es fugaz. Sabría, entre otras, de la aparición de una segunda cantante de ópera, Adela Borghi. Para finalizar este affaire, Cánovas ordenó al alcalde de Madrid que fuera él mismo a casa de Adela y la llevara a la fuerza a un tren para Francia.

A la muerte de Alfonso María Cristina se convirtió en regente y anuló la pensión que Elena Sanz percibía. Ésta contrató a un abogado para que defendiese legalmente sus intereses. Se trataba de Nicolás Salmerón, quien fuera primer presidente de la I República y persona de conocida integridad. Salmerón propuso a palacio un acuerdo económico a cambio de no hacer público el contenido de más de cien cartas de Alfonso a Elena, que no dejaba lugar a dudas sobre la paternidad de los niños. En el Acta de París, firmada en 1866, entregó a un representante de la Casa Real 110 documentos, en su mayoría cartas. A cambio se garantizó a sus hijos una cantidad de dinero, siendo entregado en el momento un tercio y con el resto se creó un fondo en un depósito de deuda exterior, que podían retirar en su mayoría de edad. De su custodia se encargó Prudencio Ibáñez, banquero de la familia real.

Elena Sanz murió en Francia en 1.898. Nada más producirse el fallecimiento, varios funcionarios de la embajada española se presentaron en su casa y se llevaron de allí una serie de objetos, joyas y documentos varios, entre ellos la partida de nacimiento del hijo pequeño nacido en Madrid. Cuando los dos hermanos reclamaron su fortuna al alcanzar su mayoría de edad, no había nada. El banco había quebrado. En 1907, Alfonso Sanz inició un pleito reclamando su filiación como hijo de Alfonso XII, pero lo perdió.

Alfonso XIII, el hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina, tuvo también muchas amantes, bastantes de las cuales eran actrices, cantantes o cupletistas. Dos de ellas sobresalen por diversos motivos: Carmen Ruiz Moragas, por haber tenido dos hijos del rey y por lo prolongado de su relación, y la Bella Otero, por su fama internacional.

Carmen Ruiz Moragas

Carmen Ruiz Moragas
Carmen Ruiz Moragas era una actriz mediocre, pero muy guapa. De clase media acomodada, su padre llegó a ser Gobernador Civil de Granada. Tuvo una relación bastante larga con Alfonso XIII, desde 1916 y durante toda la década del 20, aunque durante ese periodo el rey no dejó de tener muchas otras amantes. De su relación con el rey tuvo un hijo y una hija.

Sus padres la empujaron a casarse con el torero mejicano Rodolfo Gaona, pensando que el matrimonio la convertiría en una señora respetable, pero la boda resultó un desastre. Pronto surgieron los primeros roces porque, al ser muy conocida la relación de Carmen con el rey, Gaona no podía soportar los comentarios y cuchicheos por todos lados, aparte de que cuando hacía una mala faena los espectadores le gritaban cosas bastante desagradables. A los dos meses se divorciaron y Gaona volvió a Méjico. Carmen volvió inmediatamente con el rey. Sin embargo, no fue él su última pareja, pues en la década de los 30 estuvo con el periodista Juan Chabás, que fue su pareja hasta su muerte en junio de 1936.

La Bella Otero

La Bella Otero
La Bella Otero fue otra cosa. Hija de madre soltera que no se ocupó de ella, menos aún de su educación, a los diez años sufrió una agresión sexual, razón por la cual cuando aún no había cumplido los once años huyó de su casa y nunca regresó a Valga, en Galicia, su pueblo natal.  Después de fugarse de su pueblo, cambió su nombre de pila (Agustina) por el de Carolina. Se ignora qué hizo para sobrevivir, pero se sabe que a los trece años trabajaba en una compañía de cómicos ambulantes venidos de Portugal.

Aproximadamente a los diecisiete años abandonó a los portugueses y se dedicó a bailar en lugares de mala muerte. Seguramente ejerció la prostitución, posiblemente hasta la mendicidad. Había cumplido veinte años cuando conoció en Barcelona a un banquero que la quiso promocionar como bailarina en Francia. Con él viajó a Marsella y, cuando conoció el ambiente y se sintió segura abandonó al banquero. Poco tiempo después era una bailarina conocida en toda Francia, y había conseguido nombre propio: La Bella Otero. Aunque no era una bailarina profesional y su actuación era producto más del instinto que de la técnica, su baile (una mezcla de flamenco y danzas exóticas) la hizo célebre, casi tanto como su origen.

La Otero no dejaba de poner énfasis en su origen español, aunque mintió y ocultó parte de su pasado. Decía ser andaluza y gitana por aprovechar el gusto por lo exótico que existía en Francia. Cantaba bien y descolló como actriz, actividad para la que parecía tener cualidades de nacimiento. Claro que llegar a las tablas no le resulto ni fácil ni gratis. Su ascenso en el mundo artístico se realizó a base de convertirse en la amante de todo el que la pudiera impulsar. Pero como su objetivo era claro, terminó siendo amante de hombres influyentes, famosos y algunos muy poderosos entre los que se cuentan Leopoldo de Bélgica, el káiser Guillermo, el zar Nicolás II y Alberto de Mónaco. Para entonces ya había comenzado a amasar una inmensa fortuna. En 1890, cuando apenas tenía veintidós años, llegó a hacer una gira por todo el mundo y fue aplaudida en Nueva York, aclamada en Buenos Aires y agasajada en Rusia, donde se convirtió en amante de Nicolás II. Actuó durante muchos años en el Folies Bergères de París, donde llegó a ser la estrella principal. Se puede decir que fue la primera artista española de fama internacional, aunque ella nunca dejó la actividad de cortesana para aumentar sus ingresos. En la Belle Époque no era inusual que los poderosos pagaran sumas desorbitadas por gozar de los favores de esas cortesanas de lujo.

Llegó a reunir una fabulosa fortuna (unos 550 millones de dólares al cambio actual), que dilapidó en los casinos de Montecarlo y Niza. Se retiró de los escenarios en 1910, aún muy joven de edad, pero ya vieja para seguir conquistando corazones masculinos. Pasó sus últimos años en Niza hasta su muerte en 1965. Cuando murió estaba arruinada, sola y vivía de una pensión del casino de Montecarlo, que le habían cedido a manera de agradecimiento por los millones de francos que dejó en sus mesas de juego.

La Bella Otero conecta a Alfonso XIII con Eduardo VII de Inglaterra, lo que me lleva a los reyes ingleses.


Y volvemos a remontarnos al siglo XVII, donde empezamos, para hablar de dos amantes del rey Carlos II de Inglaterra.

Nell Gwyn

 

Nell Gwyn
Nell Gwyn fue una de las primeras actrices inglesas, que se benefició del permiso real para que las mujeres trabajaran en el teatro (los papeles femeninos venían siendo interpretados por hombres). Era una mujer de clase baja que probablemente ejerció la prostitución desde niña, alternando esta ocupación con la venta de naranjas y otras chucherías a los espectadores del Teatro Real de Drury Lane. Era analfabeta, lo que suponía un obstáculo para memorizar los papeles. Sin embargo, triunfó como actriz, sobre todo en comedia pero también en drama.

Su relación con el rey comenzó cuando ella tenía 18 años y varios amantes a sus espaldas. Dos años después tuvo su primer hijo con el rey, lo que no impidió que siguiera su carrera teatral, algo bastante insólito para una amante real que había tenido un hijo. En 1671 se trasladó a una casa propiedad de la corona donde vivió el resto de su vida y en ese mismo año tuvo su segundo hijo, que fue enviado a París a estudiar y murió en esa ciudad a los 10 años de edad.

En 1.685 murió el rey, y Nell en 1.687, varios meses después de sufrir dos ataques. Fue la más popular y querida de las amantes reales.

Moll Davis

   Simultáneamente a su relación con Nell, el rey tenía otras amantes, una de las cuales fue también actriz.

Moll Davis
Moll Davis, nacida alrededor de 1.648, fue amante del rey al mismo tiempo que Nell, desde 1667 en adelante. Forzosamente tuvo que existir rivalidad entre ellas, no sólo por el hecho de ser simultánemente amantes del rey, lo que era frecuente, sino sobre todo por dedicarse a la profesión de actriz, donde Moll no sobresalió como Nell.


Moll no fue nunca tan apreciada por la gente como Nell. Se la consideraba vulgar e inmoral. En 1669 tuvo una hija del rey y después de la muerte de éste se casó con un músico y compositor francés.

De los siguientes reyes de Inglaterra sólo me consta que tuvieran amantes actrices Jorge IV (María Robinson, que quiso vender las cartas del rey a los periódicos para vengarse cuando éste la dejó) y Guillermo IV (que tuvo una larga relación con la actriz irlandesa Dorothea Bland, con la que tuvo nada menos que diez hijos). Nada significativo si comparamos con la afición por las damas del espectáculo de otros reyes. Hasta llegar a Eduardo VII.

Eduardo VII fue un hombre excesivo en todo: el comer (cinco comidas al día de cinco platos), el fumar (unos diez cigarros y veinte cigarrillos diarios), las mujeres (se estima que tuvo relaciones con al menos tres mujeres a la semana durante unos cincuenta años)… En la larguísima lista de amantes fue capaz de concentrar más nombres de celebridades que ninguna otra persona de su época, además de mujeres desconocidas y aristócratas: Sarah Bernhardt, la Bella Otero, Lily Langtry, Cora Pearl o Luisa Weber.

Nellie Clifden

Nellie Clifden

 Empezó su recorrido con Nellie Clifden, una ¿actriz? (más prostituta que otra cosa) a la que conoció cuando estaba en Irlanda con la Guardia de Granaderos en 1860. La reina Victoria siempre consideró que el disgusto que se llevó su padre le aceleró la muerte, de lo que siempre le culpó. Pero Eduardo no escarmentó.

Sarah Berhardt

 Sarah Bernhardt era hija de una prostituta de lujo que no quiso seguir en el negocio de su madre. Ingresó en el Conservatorio de Arte Escénico de París y se convirtió en actriz de fama mundial.


Sarah Bernhardt
Su agitada vida sentimental incluye a personajes como Victor Hugo, Gustave Doré o a Gabriele D’Annunzio, además de Eduardo VII, entonces todavía príncipe de Gales.










De la Bella Otero ya hemos hablado anteriormente.

Lily Langtry

Retrato de Llly Langtry,
 obra de Millais

Lily Langtry fue una actriz británica cuyo verdadero nombre era Emilie Charlotte Le Breton. Casada con Edward Langtry en 1874, llegó a ser conocida como Jersey Lily por un retrato de Millais que tenía ese título. Causó sensación cuando se volvió una mujer de la clase alta dedicada a los escenarios, donde triunfó con obras de Oscar Wilde.

En 1.877 conoció al entonces príncipe de Gales en una cena, convirtiéndose en su amante semi-oficial. Llegó a ser presentada a la reina Victoria y mantuvo una relación cordial con la princesa Alexandra, esposa de su amante. Posteriormente se convirtió en amante del príncipe Louis de Battenberg.


Residió algún tiempo en Estados Unidos, donde se divorció de su marido y adquirió la nacionalidad norteamericana.

En 1899 se casó con Hugo de Bathe, mucho más joven que ella, y se retiraron a Mónaco, donde vivían en casas separadas, reuniéndose para asistir a actos sociales. Murió en Mónaco en 1.929, siendo muy rica.


Y para terminar con Eduardo VII, Luisa Weber, que era una bailarina estrella del Moulin Rouge.

Louise Weber

Louise Weber, fue una bailarina del cancán parisino, inmortalizada en un famoso cartel de Toulouse-Lautrec, apodada "La goulue" ("la golosa"), y conocida en la Belle Époque como "La Reina de Montmartre".

Se cree que nació en Alsacia en una familia judía. La familia se estableció en Clichy, cerca de París, donde su madre trabajaba en una lavandería.

Se cuenta que la niña danzaba con las ropas de la lavandería pretendiendo ser una estrella de la escena. A los 16 años, ya bailaba en cabarés con ropas que tomaba "prestadas" en la lavandería.

Se hizo famosa rápidamente por su desparpajo, extroversión y arriesgada costumbre de vaciar de un trago las copas de los clientes, y por eso la llamaron "La golosa".

El pintor Pierre-Auguste Renoir la introdujo al ambiente de Montmartre y al grupo de la Louee (modelos de artistas), donde el fotógrafo Achille Delmaet la retrató desnuda.

Protegida del comerciante de vinos y bailarín aficionado Jacques Renaudin (Valentin sin huesos, 1843–1907), bailaban en el Moulin Rouge el "chalut", la primera versión del can-can, convirtiéndose en una estrella. Joseph Oller la incorporó a la gran cuadrilla del cabaret y allí ella bailaba sobre las mesas del lugar. En 1895, rica y famosa, decidió alejarse del Moulin Rouge y montar su propio espectáculo. El cabaret la reemplazó con Jane Avril.

La empresa fue un tremendo fracaso y ella desapareció de la vida pública sumiéndose en la depresión y alcoholismo. En 1925 la hallaron canosa y desdentada cerca de París, viviendo en la miseria. Regresó a Montmartre en 1928 como vendedora de cigarrillos y cacahuetes en una esquina cercana del Moulin Rouge.

Murió en 1929. En su lecho de muerte preguntó al sacerdote: Padre, ¿Dios me perdonará? Soy "La glotona".

Otras artistas famosas que fueron amantes de reyes y príncipes fueron Liane de Pougy y Lola Montez.

Liane de Pougy

Liane de Pougy

 Liane de Pougy se casó a los dieciséis años con un joven militar amigo de la familia. Cansada de los malos tratos de su marido y tras ser descubierta en  infidelidad, huye a París, abandonando marido e hijo, para convertirse en la estrella de la Belle Époque junto con La Bella Otero y Emilienne d’Alençon.

Entre sus amantes estuvieron el rey de Portugal, Leopoldo II de Bélgica, considerado el hombre más rico de su época, y príncipes de casi todas las casas reales europeas. Casada finalmente con un príncipe rumano, Georges Ghika. a la muerte de éste en 1943, Liane se hizo monja de la orden Terciaria Dominica. Murió en Suiza en 1.950.

Lola Montez

 

Lola Montez
Y finalmente, Lola Montez. Irlandesa, con apenas 16 años contrajo matrimonio con un militar amigo de la familia, Thomas James. La unión apenas sobreviviría cinco años aparentemente por las infidelidades de la muchacha, quizás descontenta con la vida que llevaba.

Divorciada y acosada por el escándalo, el primero de una larga lista, Eliza decidió viajar a España donde aprendió algo de la cultura del país, el idioma y entró en contacto con el flamenco. Unos meses más tarde regresó a Inglaterra con una nueva identidad: añadió María Dolores a su nombre y comenzó su carrera artística bajo el sobrenombre de Lola Montez, bailarina española.. En 1846 bailó por primera vez en Munich, haciéndose llamar Elizabeth Rosanna Gilbert, o simplemente Lola Montez.

Aunque no sabía hablar alemán, dos días después accedía a los aposentos privados del rey Ludwig I de Baviera, que por esa época ya tenía como pasatiempo dilapidar los dineros públicos construyendo palacios de ensueño, y se había hecho la fama de ser un gran libertino, amante de mujeres y de hombres.

Fue el mismo rey quien influenció en el intendente del Teatro Real (que le había negado la posibilidad), para que Lola se presentase allí, y a partir de ese momento, se transformó en la amante oficial del rey, influenciando sobre su persona y sobre los asuntos políticos y económicos de Baviera. En 1,847 fue nombrada Condesa de Landsfeld, el día del cumpleaños del rey Ludwig, y ésta debió ser la gota que colmó el vaso, puesto que en 1.848 un grupo de influyentes hombres del reino lideró una revuelta que terminó con la abdicación del rey.

A Lola se le “sugirió” que debía abandonar el país. En Inglaterra conoce y se casa rápidamente con George Trafford Heald, un joven oficial del ejército de caballería que acababa de heredar. Pero los términos de su divorcio con Thomas James no le permitían casarse con nadie más hasta que el otro falleciera. Esta situación forzó a los recién casados a abandonar Inglaterra ante el escándalo de bigamia promovido por una tía soltera de Heald. Los señores Heald residieron en Francia y en España, pero en dos años la relación estaba terminada.

Viajó a los Estados Unidos, coincidiendo con la época de la fiebre del oro. Allí trabajó como bailarina entre 1851 y 1853. En julio de ese último año se casó con Patrick Hull y con él se mudó a Grass Valley, en California, un mes después.  Entre 1855 y 1856 realizó el último tour artístico de su vida por Australia, y regresó a los Estados Unidos. Abandonó California tras sufrir un colapso esquizofrénico y se trasladó a Nueva York, donde pasó sus dos últimos años de vida como indigente en las calles. Parece que contrajo neumonía, lo que le causó la muerte en 1861, cuando tenía 42 años. Ninguno de sus dos hijos reclamó su cuerpo, uno porque estaba muy ocupado y el otro porque estaba en la cárcel.

Se le atribuye haber tenido más de cuatro mil amantes, y no resulta inverosímil. También se le achaca haber contraído sífilis y haber contagiado no sólo al rey, sino también a personajes conocidos como Alejandro Dumas y el compositor Franz Liszt.


Cleo de Merode
Todavía podríamos seguir ampliando la lista. Por ejemplo, con Anita Delgado, casada con el marajá de Kapurthala;, con Fanny Elssler, amante de Napoleón II, hijo de Napoleón; con Cleo de Merode, amante de Leopoldo II de Bélgica o con otras dos amantes de Alfonso XIII que no he nombrado, Julia Fons y Pastora Imperio. Pero las entradas tan largas desaniman a los lectores y si alguien quiere seguir, aquí tiene estos últimos cinco nombres para hacerlo.


sábado, 28 de agosto de 2021

73. Oficios curiosos

 Las cortes de los reyes daban lugar a algunos oficios bastantes curiosos.

Algunos altos funcionarios egipcios de la dinastía XVIII fueron nombrados arrulladores. Este cargo, desempeñado tanto por hombres como por mujeres, consistía en arrullar a los niños para que se durmiesen, por lo general, los hijos del faraón. Se trataba de una función bien diferenciada de la de las nodrizas, que tenían la misión de amamantar a los pequeños.

En España, en la época de los Austrias, había una enorme cantidad de oficios relacionados con las cocinas. Uno de ellos era el portero de cocina, que tenía la responsabilidad de que sólo estuviera dentro de la cocina el personal autorizado, impidiendo la entrada de curiosos o maleantes. También tenía a su cargo a mozos y galopines.

En la corte de Luis XV de Francia se creó la figura del portacorbatas, un criado cuyo único cometido era abrochar y desabrochar la corbata al rey.

Yo puedo aportar, por mi propia experiencia un oficio curioso que encontré en un padrón del siglo XVIII: el caniculario de la catedral. El caniculario era el encargado de cuidar de que no entrara en la iglesia (en el caso al que aludo, la catedral de Cádiz) animales que estaban sueltos por la calle. También solía ir  a la cabecera de las procesiones apartando a los animales del trayecto de las procesiones.

La palabra caniculario proviene de canicula, (perrita) y arius, (el  que se encarga de los perros). De que también aparezcan en los documentos como  echaperros y perreros en las catedrales. He tenido noticia de un documento en el que se informa de que el caniculario de la catedral de Jaén  cobraba 50 ducados como caniculario y y ocho fanegas de trigo y 550 reales por otros conceptos y servicios.

El oficio de perrero llevaba consigo estar en la Catedral cada mañana medía hora antes de que se entrase en prima y echar fuera del templo a todos los perros que hubiesen en él, que solían ser muchos, y mantenerlos lejos mientras se desarrollaban  las distintas horas canónicas en el coro y las misas. Durante las misas silía estar sentado detrás, cerca de la puerta, paa impedir la entrada de algún animal. También estaba obligado a ir en las  procesiones delante  de la cruz,  ahuyentando a los perros, gatos, borricos en algunos lugares. También es conocido  con el nombre de “pertiguero” quien guiaba las procesiones y abría paso en otros cortejos relacionados con la vida interna de la catedral, golpeando sobre  el suelo con su vara de plata. El perrero-pertiguero  vestía un uniforme  especial que le proporcionaba la catedral cada cierto yiempo: calzas, sayo, ropa de grana y una  gorra de terciopelo. El cuadro que figura a la izquierda, de José María López Mezquita se titula "El pertiguero de la catedral de Ávila" y nos puede servir como aproximación  a esta figura de caniculario o pertiguero, pues con frecuencia la misma persona desempeñaba ambas funciones.

sábado, 21 de agosto de 2021

72. Un día sangriento

Hasta el día en que se lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima, el día en el que habían muerto más hombres en una guerra era el 1 de julio de 1916, que fue el primer día de la batalla de Somme.

Lo más triste de esta tragedia es que fue planeada como parte de un proceso de paz. Desde finales de 1915, los alemanes estaban lanzando mensajes de que querían suspender las hostilidades y sentarse a negociar. La guerra se había desmandado, las pérdidas eran cien veces superiores a lo que se había previsto, y estaba claro que ninguna de las dos partes tenía fuerza para lograr una victoria rápida. Pero ambos adversarios querían sentarse a negociar en una posición de fuerza. Los alemanes decidieron obtenerla en Verdún: 770.000 bajas entre alemanes y franceses en la batalla más larga de la Gran Guerra (diez meses).

Los alemanes atacaron por sorpresa Verdún el 21 de febrero de 1916. Esto obligó a los franceses a centrar sus esfuerzos en la defensa de la ciudad, disminuyendo el número de tropas que podían aportar al nuevo frente del Somme y cediendo, por tanto, el papel protagonista en éste a los británicos. Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por completo la estrategia alemana.

La artillería había realizado un bombardeo de barrido durante seis días, y el mando británico pensaba que las defensas alemanas estarían desintegradas. Les dijeron por tanto a los soldados que no avanzaran corriendo, sino andando pausadamente, manteniendo las líneas de formación.

A las 7.30 de la mañana sonaron los silbatos y 150.000 hombres empezaron a salir de sus trincheras a lo largo de un frente de 28 kilómetros. Los oficiales iban fumando sus pipas y algunos soldados llevaban balones de fútbol; iban a celebrar la conquista jugando un campeonato entre regimientos en territorio enemigo.

Pero hubo un error de cálculo. Las defensas alemanas estaban demasiado bien hechas y no les había afectado el bombardeo. De modo que empezaron a disparar las ametralladoras. Los alemanes dicen que era como el tiro al blanco en una barraca de feria. Los atacantes alineados, moviéndose despacio, caían en perfecto orden, como si la tópica figura de la Muerte los segara con su guadaña.

Fusileros irlandeses en el primer día de la batalla

Sacar de las trincheras y lanzar al ataque a 150.000 hombres lleva mucho tiempo, pero nadie reaccionó en el Estado Mayor británico, nadie tomó nota de que las cosas no estaban saliendo según el plan. Seguían lanzado líneas y líneas de hombres al ataque, mejor dicho, a la muerte segura. De una brigada surafricana sobrevivieron 140 hombres de 3.100, por citar un ejemplo.

Al cabo de unas horas la situación afectó a la moral de los alemanes. Los soldados se sentían asesinos de masas, y los oficiales tuvieron que ponerse pistola en mano tras los que manejaban las ametralladoras, amenazando con pegarle un tiro en la nuca a quien dejase de apretar el gatillo. Muchos alemanes lloraban mientras disparaban. La masacre duró hasta la puesta del sol. Luego vino una noche inolvidable para ambos bandos, oyendo los ayes y lamentos de miles y miles de heridos que habían quedado abandonados en tierra de nadie.

La primera estimación aliada sobre el número de bajas en el Somme se realizó durante la Conferencia de Chantilly del 15 de noviembre, donde se estableció que habían resultado muertos, heridos o hechos prisioneros un total de 485 000 británicos y franceses frente a 630 000 alemanes; este dato se usaría más adelante para reclamar la batalla del Somme como una victoria para el bando aliado. Sin embargo, ya en su momento comenzó a desarrollarse cierto escepticismo acerca de estas cifras y el sistema utilizado para calcularlas. Un nuevo recuento, realizado tras el fin de la guerra, estableció las bajas aliadas en 419.654 británicos y 204 253 franceses; un total de 623 907 hombres, 146 431 de los cuales constaban como muertos o desaparecidos.

Las cifras son espeluznantes: en menos de 24 horas murieron 19.240 soldados británicos, 35.493 resultaron heridos, 2.152 desaparecieron y 585 fueron hechos prisioneros. Desde que empezó la guerra en 1914, los periódicos ingleses publicaban a diario la lista de bajas británicas, pero aquel día tenían un problema técnico. Ni si quiera dedicando todas sus páginas a ello cabían los nombres de los 20.000 muertos y 35.000 heridos de aquel 1 de julio de 1916.

Las bajas alemanas del primer día no se pueden precisar con exactitud, porque los alemanes hacían recuento sólo cada diez días. La cifra debió estar alrededor de 8.000 bajas, 2.200 de los cuales serían prisioneros.

Cementerio británico de Marincourt

Las cifras totales de la batalla son: 623.907 bajas por parte de la Entente, de las cuales 146.431 corresponden a muertos y desaparecidos; por parte alemana entre 465.000 y 600.000 bajas, correspondiendo 164.055 a muertos y desaparecidos. Una idea del horror del Somme nos la da la lista inglesa de desaparecidos, 72.094 nombres. Pero no se trata de soldados que no se sabe si murieron o no, todos éstos es seguro que murieron. Simplemente nunca se pudo encontrar sus cadáveres, despedazados por las bombas o enterrados entre el barro.

Y todo ello con el único resultado de la conquista de una franja de terreno de 32 kilómetros de frente por 10 de profundidad. Desde luego no cumplía el objetivo de lograr una posición de fuerza para empezar la negociación. Como los alemanes también fracasaron en el mismo propósito en Verdún, no hubo negociaciones de paz en 1916. Todavía duraría dos años más la Gran Guerra.

Hasta 1916, Inglaterra había mantenido la guerra a base de voluntarios, gente de todas las clases sociales llena de patriotismo, que tenía fe en el buen hacer de su gobierno y sus jefes militares, pero a partir de entonces los soldados desconfiaron de sus oficiales y sólo pensaban en cómo sobrevivir. Fue preciso recurrir al reclutamiento obligatorio.

Los números propuestos para las bajas alemanas son aún más dispares. El historiador británico James Edmonds defendió que las pérdidas alemanas fueron de 680 000 hombres, mientras que de acuerdo a un informe del British War Office éstas sólo serían 180 000. Hoy en día ambas estimaciones están desacreditadas y tienden a aceptarse cifras de entre 465 000 y 600 000 caídos alemanes. En su biografía del general Rawlinson, Frederick Maurice se basó en documentos del Reichsarchiv para cifrar en 164 055 el número de alemanes que resultaron muertos o desaparecidos.

miércoles, 18 de agosto de 2021

71. El Príncipe Negro, el príncipe que se casó por amor, y lo pagó caro


 Este sepulcro de la Catedral de Canterbury pertenece a Eduardo de Woodstock, llamado el Príncipe Negro, fue el hijo primogénito del rey Eduardo III de Inglaterra y padre del rey Ricardo II. Lo que me gusta de su historia es que, siendo heredero al trono, hizo un matrimonio por amor, aunque eso le costó pasar diez años fuera de Inglaterra, hasta que su padre le permitió volver. ¿Qué fue lo que le obligó a ese exilio? 

Pues que la elegida de Eduardo, Juana de Kent tenía "un pasado". Juana fue víctima del sometimiento debido por las mujeres a su familia en cuestión a matrimonios. Juana, nieta de rey, cometió el error de casarse a los doce años con Thomas Holland, sin haber pedido el consentimiento real obligado para personas de su linaje. Thomas se marchó a luchar a Francia,  y la familia de Juana, que la crreía soltera, la obligó a casarse con Guillermo de Montaigu. Juana no manifestó estar casada por creeer que su matrimonio con Thomas no era válido por carecer del consentimiento real y no ser del conocimiento público. Además, Juana temía que si su familia supiera que se había casado con Thomas lo "quitaran de en medio" para casar de nuevo a la niña-viuda con quien quisieran. Así que calló, por una mezcla de inocencia, temor e ignorancia. Pero Thomas volvió de las Cruzadas, y con una gran fortuna, además. Quiso recuperar a su joven esposa y se la encontró casada con otro. Protestó, y a él no le importó revelar que estaban casados, dejando a Juana en muy mal lugar, pues se la convertía en bígama. Holland incluso recurrió al papa que anuló el matrimonio de Juana y Guillermo, Juana volvió con Thomas  Holland, con el que estuvo viviendo los once años siguientes, hasta que él murió. Tuvieron 5 hijos con lo que el escándalo resultó bastante aireado y ella se convirtió en una especie de proscrita social. El rey Eduardo III estaba casado con una prima de Juana, la tomó bajo su protección y la amparó en la corte. Y pasó lo que tenía que pasar. El roce continuo entre Juana y el primogénito del rey desembocó en enamoramiento. Se sabe que el príncipe tenía detalles como regalarle una copa de plata que consiguió como botín en una de sus primeras campañas militares. En 1360 se casaron en Windsor en matrimonio secreto. Fue un auténtico matrimonio por amor, sin el consentimiento del rey Mientras tanto, la situación de la pareja se seguía complicando: El Derecho inglés era tal que el segundo marido de Juana (Guillermo), que aún vivía, podía haber reclamado cualquier hijo de sus matrimonios posteriores como propios. Además Eduardo y Juana estaban dentro de grados de consanguinidad prohibidos. El matrimonio secreto que supuestamente contrajeron en 1360 habría sido inválido debido a esta prohibición. A petición del rey el papa concedió la dispensa. Hubo una nueva ceremonia oficial, que tuvo lugar el 10 de octubre de 1361, en el castillo de Windsor con el rey y la reina presentes, con el arzobispo de Canterbury presidiendo.

El caso es que la pareja Eduardo-Juana fue obligada por el rey a marcharse a Francia. Allí permanecieron diez años, hasta que el rey los autorizó a volver, ya con dos hijos.

Como curiosidad apunto que tres reinas inglesas fueron descendientes de  Juana y Thomas Holland, entre ellas una de las seis mujeres de Enrique VIII, Catalina Parr, la sexta y última.

lunes, 16 de agosto de 2021

70. Todo empezó con una rifa

 


Un día de junio de 1909, doscientas personas, hombres y mujeres con sus mejores vestidos, se reunieron sobre una duna a las afueras de Jaffa, por entonces perteneciente al imperio otomano. Pertenecían a sesenta familias judías de la ciudad, que habían comprado colectivamente aquellos terrenos, y se disponían a participar en una rifa. Un niño y una niña hicieron los honores. Uno destapaba una concha blanca, donde aparecía un apellido, y el otro una concha gris, donde estaba el número que se había asignado a una parcela. Así nació Tel Aviv.

Tel Aviv, que significa colina de la primavera, fue la primera ciudad judía fundada en miles de años. Su gran desarrollo llegó en la década de los 30, con el ascenso del nazismo en Alemania y el éxodo judío hacia Palestina.

La declaración de independencia de Israel se proclamó en 1948 en Tel Aviv, que fue la capital temporal únicamente hasta finales de 1949. Sin embargo, allí están la mayoría de las embajadas internacionales, incluída la española.


lunes, 9 de agosto de 2021

69. El asunto del collar de la reina

 
Hillary Swank en el papel de Jeanne en la película "El misterio del collar"

Todos los que me conocen saben que si hay algo que me pone los nervios de punta es que películas de cine y series de televisión usen temas históricos, pervirtiéndolos, desvirtuándolos,  volviéndolos del revés, alterándolos, mofándose de la verdad de los acontecimientos,  inventando personajes inexistentes u ocultando otros a conveniencia, según hacia donde quieran empujar los sentimientos y creencias de la masa. Guionistas y productores saben muy bien que casi nadie, después de visionar estos bodrios va a molestarse en leerse un libro serio o ni siquiera consultar la Wikipedia, porque salen del cine o se levantan del sofá totalmente convencidos de "saber ya TODO lo que hay que saber sobre el tema". He escrito sobre series como "Los Tudor" o "El ala oeste de la Casa Blanca" `poniendo los puntos sobre las íes, señalando todos los errores, tanto por acción como por omisión en la primera de ellas y todas las absurdeces del guión en la segunda.  Y tengo pendiente escribir unas palabritas sobre "Ágora", pero estoy esperando a tener los dientes lo suficientemente afilados como para hacer toda la sangre que el tema merece. Desgraciadamente no voy a poder escribir con libertad porque creo que lo que le diría de Amenábar como guionista es ya hasta delito.  Mientras espero, me dedico a otras cosas.

El caso es que en los últimos días estoy disfrutando como un cochino en un charco  con  un libro que es la biografía de María Antonieta escrita por Stefan Zwueig. Son casi 800 páginas, pero cada una se disfruta tanto que cuando llegue al final me voy a reenganchar a la biografía de María Estuardo del mismo autor. Os animo a leerlas, se pueden descargar en internet LEGALMENTE en pdf porque los derechos de autor ya no existen. Son obras de dominio público. No sólo es que Zweig escribe como los ángeles, sino que además escribe como Dios manda, consultando las fuentes. Como se conserva la abundantísima correspondencia entre María Antonieta y su madre, la emperatriz María Teresa, que estaban en contacto permanente. El inconveniente es que introduce con frecuencia frases o expresiones en francés, tomadas de esa correspondencia donde me pierdo. Realmente estoy descubriendo a una María Antonieta que no conocía y ahora comprendo mejor muchas cosas y la compadezco sinceramente. Ahora estoy en mitad de un capítulo llamado  El asunto del collar y es un asunto tan increíble que pide a gritos una novela o una película (que las tiene, ya veremos más adelante). Y no he podido resistirme, es superior a mis fuerzas, tengo que incorporarlo este blog sobre curiosidades históricas . Voy a intentar contarlo con mis palabras, aunque sé que esto me va a costar un dolor de espalda, pero, ya digo, no me puedo resistir. No es una biografñia al uso,  sino una biografía psicológica. El autor hace un estudio psicológico de los personajes, de forma que comprendemos perfectamente xómo y por qué sus historias fueron cono fueron.

Empezaré presentando a los personajes de este sainete:

En primer lugar, el asunto es una estafa. Hay, por tanto, estafadores y estafados. Los estafadores son, básicamente, una banda formada por tres personas:


- Jeanne Valois, la cabecilla y probablemente la que planifica el engaño. Es muy inteligente y excelente manipuladora y maneja como a marionetas a sus dos cómplices y al principal estafado.  Jeanne es la hija de un descendiente ilegítimo de los Valois y de una criada. Su padre, Jacques de Saint-Remy,  no tiene otro medio de subsistencia que la caza furtiva. A la muerte de su padre, Jeanne y sus hermanos se quedan en la calle. Su madre se dedica entonces a la prostitución y obliga a la niña a mendigar. Esta golfilla callejera, a los siete años, mientras pedía limosna por un camino cercano a París, se cruza con el coche de la marquesa de Boulainvilliers, a la que grita que  aunque pide limosna, es una persona de sangre real. La marquesa, intrigada, detiene el coche, escucha la historia que le cuenta y decide tomarla bajo su protección. Por aquel entonces existían instituciones para educar a los vástagos de ilustre abolengo en precaria situación, aunque fueran bastardos, y la crédula y bienintencionada marquesa llevó a Jeanne a  un pensionado para hijas de nobles pobres. Pero Jeanne tenía GRANDES ambiciones y se escapó de alli a los 22 años. Vaga por Francia unos años (probablemente sin aprender nada bueno) y reaparece en Bar-sur-Aube, donde estaba acantonado un destacamento del ejército francés. La precoz adolescente se casa con un individuo mediocre llamado Nicolás de la Motte (que aparentemente no tiene muchas exigencias en cuanto a esposa). La desilusión de Jeanne es grande cuando se hace evidente que el marido es un pobretón. Está claro que así no va a conseguir la vida que ella ambiciona y decide recurrir a a persona de más alto rango que conoce,  la marquesa de Boulainvilliers. La marquesa, que en ese momento se encuentra en el castillo del cardenal de Rohan, la recibe allí y la presenta al cardenal, de quien hablaremos más extensamente al llegar al grupo de los estafados. Jeanne y su marido viven fastuosamente (a crédito), los acreedores y prestamistas acucian y hay que pensar a lo grande. Jeanne y su marido pasan a presentarse como condes Valois de la Motte (título inexistente) para tener acceso a los círculos de la nobleza. Jeanne embauca  al cardenal de Rohan, consigue que este pague todas sus deudas, compre un puesto de capitán de la guardia real para su marido y los presente en círculos de la nobleza.

- Nicolás de la Motte es un simple sinvergüenza que se deja arrastrar por su mujer y se aprovecha de los dineros estafados por ésta para darse la vida padre.

Marc Rétaux de Villette, un gigoló de baja nobleza que se convierte en amante y cómplice de Jeanne. Ante la gente se presentaba como secretario del "conde", pero se implicó tanto que llegó a falsificar la firma de María Antonieta en un documento y escribió varias cartas dirigidas al cardenal de Rohan fingiendo ser ella.

El trío de estafadores principales  se completa y utiliza a con varios secundarios menos importantes: 

- Alessandro Cagliostro, un truhán que se hizo notable  recorriendo las cortes europeas como "curandero magnético", alquimista, ocultista, cabalista y mago, todo en uno. Fundó el Rito Egipcio de la Francmasonería en La Haya, donde se iniciaba a hombres y mujeres en la misma logia. En el momento de la estafa estaba al servicio de Rohan, pero, sobornado por Jeanne Valois, lo convenció de que si colaboraba con esta, llegaría a alcanzar sus sueños, según había visto con sus "dotes adivinatorias".

- Una prostituta de nombre Nicole Leguay que se hace pasar por María Antonieta, en una cita secreta con Rohan, en la oscuridad de la noche, en el Jardín de Venus del Trianon.

Y vamos ahora con los estafados:


Louis René Éduard de Rohan, príncipe de Rohan, obispo francés de Estrasburgo, político, cardenal de la iglesia católica y cadete de la familia Rohan (que remonta sus orígenes a los reyes de Bretaña).  Riquísimo, landgrave de la Alsacia,  Gran Limosnero de Francia, (máxima autoridad religiosa de la corte de Versalles, por lo que controlaba todos los donativos y obras de caridad del Rey de Francia), abad de la riquísima abadía de Saint-Vaast, y provisor (financiador) de la Sorbona. Sin embargo, todo eso no le satisfacía suficientemente. Estaba obsesionado por ser otro Richelieu, otro Mazarino. La posibilidad de ser primer Ministro de Francia le nubló el juicio y posibilitó que fuera engañado por una pandilla de pícaros de poca monta. Fue el gran pagano. Le costó más de un 1.000.000 libras y no obtuvo ningún beneficio. muy al contrario, fue arrestado, encarcelado en la Bastilla y acusado de haber usado el nombre de la reina fraudulentamente.


- Charles Boehmer y Marc Bassenge, los joyeros de la corte. Habían recibido de Luis XV el encargo de un extraordinario collar de diamantes para Madame du Barry, apasionada de los diamantes. Pero la muerte de Luis XV frustró el encargo. Los joyeros, que habían invertido todo su capital en el collar y pensaban cobrar por él dos millones de libras, recuperando su inversión, se vieron abocados a la ruina. Se lo ofrecieron a Carlos III  de España que no quiso comprarlo. Desesperados, lo pasean por Versalles, dispuestos incluso a bajar el precio a 1.600.000 libras. Hasta María Antonieta lo admira, aunque sabe que está completamente fuera de su alcance.



Y, presentados los personajes, vamos ya al desarrollo de la estafa.

Jeanne, que ya ha comprobado lo fácil que resulta sacarle dinero a Rohan, se dice que por qué conformarse con miserias y planea un gran golpe. Rohan está obsesionado con ser Primer Ministro y cree (o le hacen creer) que sólo le falta el beneplácito de María  Antonieta. Rohan sabe que la madre de la reina lo aborrece y la reina está influida por esa animadversión. por un asunto del pasado. Richelieu envió a Rohan en 1.771 a Viena  en una misión diplomática a Viena al objeto de tomar parte en las negociaciones de las particiones de Polonia. Rohan llegó a Viena en enero de 1772, destacando pronto por su conducta disoluta y sus lujosas fiestas de caridad. Esta actitud lo enemistó con la emperatriz María Teresa I de Austria (austera, prudente y profundamente religiosa), quien no soportaba tales comportamientos en un miembro del clero; esta hostilidad no sólo logró desbaratar su misión, sino que además influyó negativamente la percepción que de él tenía la hija de la emperatriz, María Antonieta. Rohan se autoconvence de que si lima asperezas con la reina será Primer Ministro. Jeanne fomenta esta creencia y le hace creer que es posible porque ella es muy amiga de la reina (María Antonieta ni la conoce, ni la ha visto jamás ni ha oído hablar de ella) y para apuntalar esto le trae una cartita, supuestamente escrita por María Antonieta pero en realidad, escrita por Rétaux, amante de Jeanne y supuesto secretario de su marido. Aunque la carta tiene un error garrafal (Rétaux firma Marie Anttoinette, pero la reina tiene la costumbre de firmar con un solo nombre)  Rohan, ciego de ambición, no se da ni cuenta. Jeanne le va diciendo como poco a poco está hablando en su favor y que la reina se está ablandando y, como prueba le dice a Rohan que la próxima vez que coincidan en Versalles la reina le hará un gesto dirigido sólo a él, y Rohan cree ver cumplida la promesa de la reina cada vez que la reina mueve la cabeza o una mano. Para que Rohan caiga completamente en la farsa Jeanne busca a una joven prostituta llamada Nicole Leguay, encarga para ella un vestido exactamente igual al que María Antonieta luce en un conocido retrato, que ha llegado a nuestros días y entrega a Rohan otra carta falsificada en la que "María Antonieta" le cita en un oscuro rincón del Jardín de Venus, del Trianon. Ambos acuden;  la falsa reina  a la que, entre la peluca, la oscuridad y el sombrero apenas se le ve la cara. La chica está muy nerviosa, no sabe a qué juego se está prestando, no conoce al caballero que, nervioso también, le hace reverencias y sólo acierta a balbucear una frase que le han hecho aprender de memoria. De la Motte, que vigila escondido y se da cuente de que Nicole va a meter la pata, grita avisando que se acerca gente. Rohan sale corriendo y desaparece muy satisfecho, decidido a hacer cualquier cosa que le diga Jeanne La "condesa" , dando el definitivo golpe le dice que hay algo que puede hacer para asegurar su victoria y le explica: la reina está encaprichada de un collar de diamantes, pero no tiene en ese momento el dinero necesario para pagarlo y estaría muy agradecida  si Rohan lo comprara en su nombre, en secreto, pues no quiere hacerlo  público por cuestiones de imagen.  El cardenal, que ya se ve Primer Ministro, compra el collar el 29 de enero de 1785,   por un millón seiscientas mil libras pagaderas a dos años en cuatro plazos semestrales, y se lo entrega a la de la Motte el 1 de febrero de 1785 quien, a su vez, se lo da en presencia del cardenal, y en medio de un gran secreto, a un supuesto lacayo de la reina, en realidad su cómplice Rétaux de Villette disfrazado. Por haber favorecido esta negociación el joyero le regalará a la estafadora varias joyas. Lo estafadores se ven con una fortuna fabulosa en las manos, desmontan el collar y comienzan a vender los diamantes sueltos. Empiezan pidiendo un alto precio por ellos, pero no hay joyero en París que pague tanto y comienzan a venderlos a bajo precio. Y entonces comienzan a torcerse las cosas. Un joyero va a la policía y les cuenta que "alguien" está vendiendo diamantes a un precio irrisorio. esto hunde el mercado de diamantes en París. y el denunciante y sus colegas se están viendo perjudicados. Además, deja caer que teme que esos diamantes sean producto de un robo, porque no es normal que salgan al mercado tantos diamantes de golpe.  La policía de París detiene a Rétaux y lo interroga sobre la procedencia de los diamantes; al enterarse que son de la supuestamente poderosa condesa de Valois de la Motte, lo dejan en libertad. Esta, no obstante, se da cuenta de lo arriesgado de la operación. pone unos puñados de diamantes en los bolsillos de su marido y lo envía a Londres, para que los venda allí, donde nadie haga preguntas.

Con los ingresos de la venta de los diamantes, los Valois se retiran a Bar-sur-Aube, donde habían adquirido previamente una residencia, y comienzan a vivir por todo lo alto, sin que su fastuoso estilo de vida levante sospechas sobre el misterioso origen de su fortuna. Solamente el cargamento de alfombras, vajillas, plata que la condesa compra para la casa  y otras nimiedades (como un vestuario fastuoso para ella y para su marido)  ocupa 24 carretas.  Dan banquetes espléndidos y reparten dinero a manos llenas, lo que refuerza en todo el mundo la certeza de que son inmensamente ricos.

 Mientras tanto, ni tan siquiera en el propio cardenal de Rohan, que no puede ser más tonto, se hace preguntas sobre esa repentina fortuna. Sólo se pregunta por qué la reina no luce nunca el collar que le ha comprado. La condesa justifica esto con que la reina no desea que su esposo Luis XVI sepa que lo tiene hasta que esté completamente pagado, por si acaso el rey, conocido por su prudencia económica, deseara devolver el carísimo collar. El cardenal se da por satisfecho, mientras que, en medio de una vida de exorbitante lujo, la condesa se convence a sí misma de que, en caso de que el cardenal de Rohan se dé cuenta de la estafa,  preferirá pagar y  mantenerse en silencio para evitar la pública humillación de reconocer que los Valois de la Motte le han estafado, en total, cerca de dos millones de libras. Conforme se acerca el 1 de agosto de 1785, día de vencimiento del primer pago de 400.000 libras que había de hacer la reina al cardenal, y éste a su vez a los joyeros, la condesa comienza a darse cuenta de que toda su estafa es tremendamente endeble, y aunque cuenta con que el cardenal, una vez descubra que la reina no le va a pagar el collar, y con ello la estafa, no aireará el asunto, decide por si acaso ganar tiempo pidiendo a los joyeros, en nombre de la reina, una rebaja del precio del collar de 200.000 libras, con la que espera desviar la atención. Los joyeros, que apenas pueden sostener su penosa situación, deciden al fin acceder a la rebaja. Pero, en vez de comunicárselo a la condesa, Charles Boehmer aprovecha que el 12 de julio ha de reunirse con la reina para entregarle unas joyas para, igualmente, entregarle una carta en la que le comunican, en un lenguaje un bastante  opaco por lo alambicado y muy elogioso, que "aceptan humildemente su petición (de rebaja)". María Antonieta lee la carta, y no entiende nada. Por su carácter superficial, descuidado e imprudente destruye, como es habitual en ella, la carta, y se despreocupa inmediatamente del asunto creyendo que se trata de un oscuro agradecimiento escrito por parte de Boehmer. Boehmer, por su parte, cree cerrado al fin el negocio.

Conforme se acerca el día del primer pago, no obstante, la condesa se va dando cuenta de que el joyero va a exigir el pago. Desesperada, decide destaparles a los joyeros el fraude: les envía una carta en la que reconoce que la garantía de pago que el cardenal posee en nombre de la reina es falsa, pero que el cardenal, siendo rico, puede pagarles él mismo el collar. Sin embargo, los joyeros desconfían del cardenal, que siempre anda endeudado, y desesperados como están, se presentan ante la reina, creyendo que es ella la que tiene en sus manos  el collar. Boehmer se presenta en Versalles el 13 de agosto, María Antonieta lo recibe, y en menos de un minuto descubre el joyero que la reina ni tiene el collar, ni ha sabido nunca nada del asunto. Al interrogar a Boehmer, la reina  descubre que el collar fue comprado por el cardenal de Rohan en su nombre; María Antonieta, que, por influencia de su madre María Teresa, desprecia profundamente a de Rohan, se siente ultrajada por esa estratagema, en la que cree ver una venganza del propio cardenal, a quien considera su enemigo. No se muestra dispuesta a pasar por alto cómo de Rohan ha usado, supuestamente, su nombre en su propio provecho, mezclándola en una estafa. Así, la reina María Antonieta informa de manera casi inmediata a su marido Luis XVI, y el 14 de agosto le exige que actúe inmediatamente contra el cardenal de Rohan, a quien acusa de haber usurpado su buen nombre. Al día siguiente, el 15 de agosto, cuando el cardenal –que es capellán del rey- se prepara para celebrar con gran ceremonia la fiesta de la Asunción, el rey lo llama a su despacho privado y, en presencia de María Antonieta, se ve obligado a dar explicaciones acerca del expediente presentado contra él. Rohan se muestra confundido, pues todavía creía contar con el favor de la reina; poco a poco se va dando cuenta de la estafa de la que ha sido objeto, y confiesa al rey la novelesca implicación de la condesa de Valois de la Motte, de quien ni el rey ni la reina han oído nunca hablar. La ira de María Antonieta, que cree que el cardenal la insulta aún más con esa historia, crece hasta el punto de que urge a su marido a que detenga inmediatamente al cardenal; Luis XVI cede, y, ante toda la corte reunida para la Asunción, el cardenal de Rohan es arrestado públicamente y encarcelado en la Bastilla. Al detener al cardenal de Rohan de manera pública estalla un gran escándalo. La nobleza francesa, desde siempre enemistada con la reina, se siente atacada e insultada por tal maniobra. El cardenal de Rohan es miembro de una de las primeras familias de Francia, y el trato que ha recibido, siendo detenido de manera pública como un vulgar ladrón, indigna profundamente a la nobleza, que, considerando a Luis XVI como una persona débil y bonachona, no duda en acusar a María Antonieta de haber orquestado todo el asunto para humillar públicamente no sólo a de Rohan, sino a la nobleza francesa en su conjunto; inmediatamente, toda la vieja nobleza se posiciona a favor de Rohan, y comienza a instigar una campaña de desprestigio contra la reina. Al tiempo, conforme se van conociendo los detalles de la estafa, una ola de indignación sacude al pueblo de Francia, al conocer que mientras ellos malviven con unos pocos sous (centésima parte de la libra), hay nobles que gastan millones en estrafalarios collares de diamantes.

Poco después de la detención de Rohan, la propia condesa de Valois de la Motte, claramente implicada en el asunto, es detenida; su marido, por su parte, está en Londres con los últimos diamantes, y Rétaux de Villette ha huído a Suiza. Igualmente, son detenidos Nicole Leguay, la prostituta que se hizo pasar por la reina, y Cagliostro, sospechoso de estar de acuerdo con la condesa.

La instrucción del caso, pretendidamente discreta, se hace en realidad de manera pública, y levanta un gran interés tanto dentro como fuera de Francia. Por último, los soberanos le permiten escoger al cardenal entre la Justicia del Rey o la del Parlamento de París (una suerte de Tribunal Supremo de Francia, que había sido reinstaurado por Luis XVI tras su abolición en el reinado de Luis XV). El cardenal elige, hábilmente, esta última, forzando un proceso público dirigido por miembros de la propia nobleza, que componían el tribunal.

El 22 de mayo se abre el proceso en el Parlamento de París. Desde un primer momento, queda claro que el proceso va más allá del asunto material del collar, al enfrentarse, por un lado, la reina María Antonieta, que tan torpemente ha forzado el asunto, y por otro la nobleza francesa que tanto la odia. Cualquier sentencia condenatoria hacia el cardenal queda excluida, al estar claro que ha sido víctima de una estafa. Sin embargo, el Parlamento debe elegir entre una absolución con reprobación hacia la conducta del cardenal, que ha usado el nombre de la reina sin su consentimiento, lo cual afianzaría la posición de María Antonieta, o una absolución completa, lo cual hundiría a María Antonieta. Las presiones sobre el tribunal son inmensas, y tras una larga deliberación el Parlamento absuelve, por veintiséis votos frente a veintitrés, de manera completa al cardenal de Rohan, a Nicole Leguay (la prostituta) y a Cagliostro, humillando públicamente a la reina y a la monarquía francesa, cuyo prestigio interno se derrumba. Igualmente, condena in absentia a Rétaux de Villette al destierro, al conde de la Motte a galeras a perpetuidad, y la condesa fue marcada a fuego con la V de voleuse (ladrona) es condenada a prisión perpetua en la Salpêtrière de donde escapa a los seis meses. Furiosa, María Antonieta le pide al rey que el cardenal de Rohan presente la dimisión como capellán del rey y sea exiliado a la Maison de Dieu, una de las abadías usufructuarias del cardenal. El Rey acepta, y tras la sentencia destierra al cardenal, acto que el pueblo y la nobleza ve como un atropello a la decisión del Parlamento, lo cual socava aún más si cabe la imagen de la monarquía francesa. El destierro, no obstante, sólo durará tres años, ya que el 17 de marzo de 1788 el rey lo autorizará a regresar a su diócesis. Como se ha dicho, la condesa de Valois de la Motte huye a Inglaterra: alguien (se desconoce quién) le abre la puerta de su celda y la ayuda a salir de prisión. Conforme la indignación general por los detalles del proceso, que ponen de manifiesto el despilfarro de la corte, crece en Francia, la condesa, refugiada en Londres, se dedica a airear aún más el asunto. Publica unas memorias en las que muestra a María Antonieta como a una sádica lesbiana dada a todo tipo de infidelidades, orgías y derroches, y contribuye con ello a hundir la imagen pública de la reina. 

Tras estallar la Revolución francesa en 1789, la Convención, que ve en ella a una suerte de heroína trágica víctima de la maldad de María Antonieta, la invita a regresar a Francia en 1791 con todos los honores. Sin embargo, poco antes de regresar, la condesa se arroja, en 1791, por la ventana de su casa de Londres. No se puede afirmar que fuera un suicidio de una mujer enajenada, ni un asesinato cometido por agentes monárquicos o un simple accidente.  Con la misma frivolidad que se afirma cualquiera de las posibilidades anteriores, se ha incluido este asunto entre las causas de la Revolución Francesa, pero la realidad es mucho más compleja. La reina estaba ya muy desprestigiada desde tiempo atrás. La nobleza más antigua estaba resentida porque la reina los había sustituido por una camarilla de gente joven, divertida y bella en la corte de juguete que montó en torno a ella en el Trianon, donde pesaba más saber contar historias pícaras, que el abolengo o los servicios prestados al país.  Y el pueblo ya tenia acceso a los libelos difamatorios,  a las cancioncillas satíricas y a los chismes (mucho más exagerados que la realidad) que desde hacía años corrían por París.  El escándalo del collar no fue necesario para "abrirle los  ojos a nadie".

Es fácil comprender que esta trama tan novelesca haya inspirado obras literarias y cinematográficas. Entre las obras literarias se pueden citar el poema "El Gran Copto", de Goethe y la novela "El collar de la reina", de Dumas. En cuanto al cine, solo mencionaré la película "El misterio del collar", de 2.001, dirigida por Charles Shyer, (es la última que conozco). Si alguien sabe de más, le ruego me lo haga saber para incluirlas aquí. La pelìcula mencionada tiene por protagonistas a Hillary Swank (Jeanne Valois), Adrien Brody (Nicolás de la Motte) y Simon Baker (Marc Rétaux de Villette) y cuenta con secundarios de mucha categoría como Brian Cox y Jonathan Pryce. La película cuenta a su favor con haber sido rodada en Versalles, lo que le otorga una reconstrucción de época por encima de lo habitual y un vestuario muy destacable. por lo que fue nominada al Oscar, aunque no lo ganó (se lo arrebató Moulin Rouge). Pero también hay que decir en su contra con alteraciones como presentar como víctima  Jeanne Valois y  como antagonista a Rohan, además de introducir un personaje inventado que es un chambelán que hace de narrador y el que descubre la estafa. En una crítica de la película leo lo siguiente: 

Pese a sus virtudes, El misterio del collar no es un film que haya quedado en el recuerdo precisamente. En parte porque desaprovecha sus enormes posibilidades al decantarse por un tono algo romántico y superficial, a la vez que un estilo narrativo excesivamente dependiente de ese pasado de la protagonista dulcificando lo que en realidad debería ser el relato de un enorme fraude. En ese sentido, quizá hubiera sido más efectivo un enfoque pícaro y desenfadado, pues es precisamente en las escenas de ese cariz cuando mejor funciona. El resultado es la carencia de alma, de pulso.


Quizás yo debería aceptar  que quien sabe escribir guiones no tiene conocimientos históricos, y viceversa. Qu la única solución es que un guionista que aborda un tema histórico o de época, se preocupe de contratar un asesor histórico solvente ytrabajen codo con codo.


Una reciente serie de Netflix, Lupin,  que ha cautivado al mundo, ha vuelto a recordar a muchos este episodio. La serie comienza con una subasta celebrada en El Louvre de un extraordinario collar de diamantes, que es robado por el protagonista aprovechando la subasta. He visto en internet multitud de artículos que giran sobre "La serie Lupin se inspira en un suceso real" y en los cuales organizan un embrollo ante el que hay que decir:

1. Si alguna de las 20 novelas de Maurice LeBlanc protagonizadas por el personaje ficticio Arsene Lupin menciona que existe un collar que perteneció a María Antonieta que sea susceptible de ser subastado en el Louvre o en cualquier otro lugar estuvo alguna vez en manos de Rohan o la falsa condesa, Maurice LeBlanc  se equivoca. El collar de la estafa fue desmontado y los diamantes fueron vendidos, parte en Francia y parte en Inglaterra,  a fines del siglo XVIII. Punto.

2. Y si encima de meter en una serie del siglo XXI un collar que protagonizó aquel episodio se aprovecha para contar MAL aquella historia (incluyendo que Luis XVI compró el collar para la reina y que esta no lo quiso, argumentando "que Francia tenía necesidades más importantes"  o que Jeanne Valois era amante de Rohan). Apaga y vámonos.


Si alguien se pregunta como  pudo ocurrir todo, hay que decir que porque coincidía con lo que todo el mundo conocía (o creìa conocer) de María Antonieta: frivolidad, imprudencia, adicta a la diversión y al lujo. Por eso Rohan,  los joyeros, todos esos nobles que creyeron a  la Valois y la recibieron en sus salones, cayeron en la trampa. El carácter y el comportamiento previo y continuado de María Antonieta propició que la estafa pudiera existir. A ninguno de los implicados les pareció que el asunto era demasiado extraño para ser verdad o que aquello oliera a chamusquina  Por otro lado, opino que  María Antonieta, y no Rohan fue la gran perjudicada en este asunto.