Hasta el día en que se lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima, el día en el que habían muerto más hombres en una guerra era el 1 de julio de 1916, que fue el primer día de la batalla de Somme.
Lo más triste de esta tragedia es que fue planeada como parte de un proceso de paz. Desde finales de 1915, los alemanes estaban lanzando mensajes de que querían suspender las hostilidades y sentarse a negociar. La guerra se había desmandado, las pérdidas eran cien veces superiores a lo que se había previsto, y estaba claro que ninguna de las dos partes tenía fuerza para lograr una victoria rápida. Pero ambos adversarios querían sentarse a negociar en una posición de fuerza. Los alemanes decidieron obtenerla en Verdún: 770.000 bajas entre alemanes y franceses en la batalla más larga de la Gran Guerra (diez meses).
Los alemanes atacaron por sorpresa Verdún el 21 de febrero de 1916. Esto obligó a los franceses a centrar sus esfuerzos en la defensa de la ciudad, disminuyendo el número de tropas que podían aportar al nuevo frente del Somme y cediendo, por tanto, el papel protagonista en éste a los británicos. Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por completo la estrategia alemana.
La artillería había realizado un bombardeo de barrido durante seis días, y el mando británico pensaba que las defensas alemanas estarían desintegradas. Les dijeron por tanto a los soldados que no avanzaran corriendo, sino andando pausadamente, manteniendo las líneas de formación.
A las 7.30 de la mañana sonaron los silbatos y 150.000 hombres empezaron a salir de sus trincheras a lo largo de un frente de 28 kilómetros. Los oficiales iban fumando sus pipas y algunos soldados llevaban balones de fútbol; iban a celebrar la conquista jugando un campeonato entre regimientos en territorio enemigo.
Pero hubo un error de cálculo. Las defensas alemanas estaban demasiado bien hechas y no les había afectado el bombardeo. De modo que empezaron a disparar las ametralladoras. Los alemanes dicen que era como el tiro al blanco en una barraca de feria. Los atacantes alineados, moviéndose despacio, caían en perfecto orden, como si la tópica figura de la Muerte los segara con su guadaña.
Fusileros irlandeses en el primer día de la batalla |
Sacar de las trincheras y lanzar al ataque a 150.000 hombres lleva mucho tiempo, pero nadie reaccionó en el Estado Mayor británico, nadie tomó nota de que las cosas no estaban saliendo según el plan. Seguían lanzado líneas y líneas de hombres al ataque, mejor dicho, a la muerte segura. De una brigada surafricana sobrevivieron 140 hombres de 3.100, por citar un ejemplo.
Al cabo de unas horas la situación afectó a la moral de los alemanes. Los soldados se sentían asesinos de masas, y los oficiales tuvieron que ponerse pistola en mano tras los que manejaban las ametralladoras, amenazando con pegarle un tiro en la nuca a quien dejase de apretar el gatillo. Muchos alemanes lloraban mientras disparaban. La masacre duró hasta la puesta del sol. Luego vino una noche inolvidable para ambos bandos, oyendo los ayes y lamentos de miles y miles de heridos que habían quedado abandonados en tierra de nadie.
La primera estimación aliada sobre el número de bajas en el Somme se realizó durante la Conferencia de Chantilly del 15 de noviembre, donde se estableció que habían resultado muertos, heridos o hechos prisioneros un total de 485 000 británicos y franceses frente a 630 000 alemanes; este dato se usaría más adelante para reclamar la batalla del Somme como una victoria para el bando aliado. Sin embargo, ya en su momento comenzó a desarrollarse cierto escepticismo acerca de estas cifras y el sistema utilizado para calcularlas. Un nuevo recuento, realizado tras el fin de la guerra, estableció las bajas aliadas en 419.654 británicos y 204 253 franceses; un total de 623 907 hombres, 146 431 de los cuales constaban como muertos o desaparecidos.
Las cifras son espeluznantes: en menos de 24 horas murieron 19.240 soldados británicos, 35.493 resultaron heridos, 2.152 desaparecieron y 585 fueron hechos prisioneros. Desde que empezó la guerra en 1914, los periódicos ingleses publicaban a diario la lista de bajas británicas, pero aquel día tenían un problema técnico. Ni si quiera dedicando todas sus páginas a ello cabían los nombres de los 20.000 muertos y 35.000 heridos de aquel 1 de julio de 1916.
Las bajas alemanas del primer día no se pueden precisar con exactitud, porque los alemanes hacían recuento sólo cada diez días. La cifra debió estar alrededor de 8.000 bajas, 2.200 de los cuales serían prisioneros.
Cementerio británico de Marincourt |
Las cifras totales de la batalla son: 623.907 bajas por parte de la Entente, de las cuales 146.431 corresponden a muertos y desaparecidos; por parte alemana entre 465.000 y 600.000 bajas, correspondiendo 164.055 a muertos y desaparecidos. Una idea del horror del Somme nos la da la lista inglesa de desaparecidos, 72.094 nombres. Pero no se trata de soldados que no se sabe si murieron o no, todos éstos es seguro que murieron. Simplemente nunca se pudo encontrar sus cadáveres, despedazados por las bombas o enterrados entre el barro.
Y todo ello con el único resultado de la conquista de una franja de terreno de 32 kilómetros de frente por 10 de profundidad. Desde luego no cumplía el objetivo de lograr una posición de fuerza para empezar la negociación. Como los alemanes también fracasaron en el mismo propósito en Verdún, no hubo negociaciones de paz en 1916. Todavía duraría dos años más la Gran Guerra.
Hasta 1916, Inglaterra había mantenido la guerra a base de voluntarios, gente de todas las clases sociales llena de patriotismo, que tenía fe en el buen hacer de su gobierno y sus jefes militares, pero a partir de entonces los soldados desconfiaron de sus oficiales y sólo pensaban en cómo sobrevivir. Fue preciso recurrir al reclutamiento obligatorio.
Los números propuestos para las bajas alemanas son aún más dispares. El historiador británico James Edmonds defendió que las pérdidas alemanas fueron de 680 000 hombres, mientras que de acuerdo a un informe del British War Office éstas sólo serían 180 000. Hoy en día ambas estimaciones están desacreditadas y tienden a aceptarse cifras de entre 465 000 y 600 000 caídos alemanes. En su biografía del general Rawlinson, Frederick Maurice se basó en documentos del Reichsarchiv para cifrar en 164 055 el número de alemanes que resultaron muertos o desaparecidos.
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