La batalla del Golfo de Morbihan (también conocida como batalla del Golfo de Quiberón o de Las Puertas) fue el encuentro más importante de la campaña de Cayo Julio César contra la tribu gala de los vénetos, que dirigían una coalición de tribus rebeldes de la región de Armórica, en el año del 56 a. C. como parte de la guerra de las Galias
Aunque las crónicas recogen algunos escarceos previos en la zona, el primer gran enfrentamiento en este océano se produjo en el año 55 a.C. Fue un combate en el que los hombres de César lucharon contra los vénetos, procedentes de Armórica (territorio que corresponde hoy a las regiones francesas de Bretaña y Normandía).
Poco habituado a las hazañas navales, César ordenó construir nuevas galeras, y reclutó remeros y marineros que se unieron a las legiones. Mandados por Décimo Bruto, se dirigieron hacia la desembocadura del río Liger (Loira). Allí se encontraron con más de 200 navíos de grandes dimensiones, capaces de resistir fuertes embestidas enemigas.
Sin embargo, la flota romana contaba con un arma secreta: unas largas pértigas, en cuyos extremos se habían colocado unas hoces metálicas. Con estos instrumentos engancharon los cabos y lograron abatir las velas. De esta forma, los barcos vénetos quedaron totalmente inmovilizados e indefensos. Ese fue el momento propicio para que los romanos abordaran con eficacia las galeras bárbaras, que expoliaron y quemaron.
La flota de César se apuntaba así una importante victoria naval.
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