Reproduzco el relato que hace Ana Gracia Téllez, tal como lo he encontrado en la web de la revista QUO
En la Sima de los Huesos, en Atapuerca, encontraron los restos de al menos 28 individuos de una misma población de Homo heildebergensis. Es una población de hace alrededor de medio millón de años. Desde el punto de vista filogenético son pre neandertales, los antecesores de los neandertales. En ese conjunto de restos estaba Benjamina. Benjamina es como la niña que no tuve. Yo sólo tengo hijos varones. En la campaña de excavación del año 2001, trabajábamos en la Sima de los Huesos, un yacimiento que reúne 7500 restos fósiles de 28 individuos de ambos sexos, más o menos mitad y mitad.
Aquel año empezó a aparecer un cráneo bastante completo, muy roto, porque todos los huesos de La Sima de los Huesos están rotos. Normalmente están mezclados unos individuos con otros y además con restos de carnívoros, fundamentalmente huesos de osos. Nos hizo mucha ilusión encontrarlo, porque bóvedas de cráneo medianamente completas tenemos muy pocas.
Al sacarlo, en el laboratorio, se deshizo en mil trozos como un jarrón de porcelana china.
Nos costó toda la campaña de excavación recuperarlo completo. Desde el principio, por el grosor, vimos que probablemente era de un individuo inmaduro, infantil. Al sacarlo, en el laboratorio, se deshizo en mil trozos como un jarrón de porcelana china.
Pero este yacimiento es mágico también en el sentido de que no deforma los huesos. Y entonces es cuestión de limpiarlos, lavarlos, consolidarnos y luego hacer el puzle.
Empezamos a recomponer el rompecabezas, el profesor Ignacio Martínez, mi compañero, por detrás y yo por delante, y pronto vimos que era un cráneo que estaba muy deformado. Así que pensamos: «¡vaya, nos ha tocado el raro!”. Tenía la frente muy vertical, y eso es una característica que solo tenemos los Homo sapiens. Nos decíamos: «¡Madre mía! ¿Qué pinta este individuo aquí?»
Cuando lo acabamos de componer, restaurar y pegar, nos dimos cuenta de que la deformación máxima estaba en la parte posterior del cráneo, y cuando lo miramos más de cerca nos dimos cuenta de que la sutura que une el occipital, la nuca, con el parietal izquierdo estaba soldada.
Nos quedamos de piedra, porque ya habíamos confirmado que era un individuo infantil (una niña) y algo así no ocurre en nuestras poblaciones hasta los cincuenta y muchos años. Nos quedamos perplejos y nos preguntamos: ¿puede ocurrir algo así en la actualidad en una niña? Y efectivamente existe. Pero es una patología que entra dentro de las enfermedades raras, se llama craneosinostosis. En la actualidad, en nuestra población hay un caso cada 200.000 nacimientos.
¿Qué hace un individuo así en la Sima de los huesos? ¿Cómo consiguió sobrevivir?
Le hicimos un TAC y reconstruimos su encéfalo.
Sabemos que Benjamina vivió al menos hasta los diez años. ¿Cómo lo consiguió? Quisimos saber si estaba realmente muy enferma, y si la enfermedad le producía un problema de desarrollo psicomotriz. Así que le hicimos un TAC, reconstruimos su encéfalo y, para mi sorpresa, tenía signos típicos de la gente mayor en nuestra población, de más de 70 años. Las membranas del encéfalo (duramadre, piamadre y aracnoides) pierden elasticidad con los años, se acumula el líquido cefalorraquídeo y la sangre, y se forman bolsas. Esto deja huella en el hueso. Y Benjamina tenía eso. La presión intracraneal tenía que ser muy elevada y eso sí que hace altamente probable que le produjera lesiones que causaran problemas psicomotrices.
A Benjamina se le empezó a soldar el cráneo cuando estaba en el tercer trimestre de gestación, en la semana 28
El siguiente paso que dimos en la investigación fue intentar ver si nació con el problema. Sabemos que los parietales, las paredes del cráneo, crecen al principio como los anillos de un árbol. Van añadiendo capas concéntricas a partir de un punto, y luego ya crecen en grosor. Pues bien, lo que hicimos fue calcular el punto donde empezó a fusionarse el cráneo de Benjamina, y buscamos qué tamaño tendría ese pequeño parietal cuando se produjo la sutura. Descubrimos que a Benjamina se le empezó a soldar el cráneo cuando estaba en el tercer trimestre de gestación, en la semana 28.
Es decir, nació con el cráneo ya empezando a fusionarse.
Probablemente nació ya con el problema psicomotriz, lo cual indica que la cuidaron, y que necesitó más cuidados de los que podían dar solos unos padres a un hijo en ese momento de la prehistoria. El grupo decidió cuidarla. Y, ¿hay algo más humano que elegir cuidar a alguien? Por eso la llamamos Benjamina. Porque Benjamina en hebreo significa La más querida.
La reconstrucción de Benjamina es de dos artistas holandeses, los hermanos Kennis, y se publicó en la portada de la revista Child’s Nervous System). Hasta aquí el artículo de Quo.
Hace ya tiempo, publiqué algo en otro blog, pero viene tan al pelo que no puedo evitar repetirlo.
Hace años, un estudiante le preguntó a la antropóloga Margaret Mead cuál consideraba ella que era el primer signo de civilización en una cultura. El estudiante esperaba que Mead hablara de anzuelos, ollas de barro o piedras de moler.
Pero no. Mead dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur que se había roto y luego sanado. Mead explicó que en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. No puedes huir del peligro, ir al río a beber o buscar comida. Eres carne de bestias que merodean. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.
Un fémur roto que se ha curado es evidencia de que alguien se ha tomado el tiempo para quedarse con el que se cayó, ha vendado la herida, le ha llevado a un lugar seguro, le ha alimentado y le ha ayudado a recuperarse. Mead dijo que ayudar a alguien más en las dificultades es el punto donde comienza la civilización.
Es decir, según el punto de vista de M. Mead, que comparto, aquellos antecesores de los neandertales de hace medio millón de años ya eran seres civilizados, porque se hicieron cargo de aquella niña con una grave deficiencia y la cuidaron durante toda su vida (como mínimo hasta los 10 años) con algo que no podemos llamar sino amor, mientras que esos estados actuales donde se hace presión sobre las madres para que aborten al niño que va a nacer porque viene con el trastorno genético que conocemos como síndrome de Down ya no son "tan civilizados".