Con esta expresión se da a entender que la ley es fácilmente manipulable según quien la aplique, algo así como “la ley va donde quiere el que manda” o “el poderoso se hace la ley a su medida”.
Se cuenta que Alfonso VI, rey de Castilla y de León, dispuso que se abandonara el rito mozárabe para decir misa y se adoptara el romano. El clero no lo aceptó y el rey decidió que se organizase un combate entre dos caballeros: un lucharía a favor del rito romano y otro a favor del mozárabe. Ganó quien luchaba a favor del mozárabe. A pesar de todo, se hizo otra prueba: se arrojaron dos misales a una hoguera, el romano y el mozárabe; el mozárabe resultó indemne y el romano ardió por completo.
A pesar de que las pruebas eran favorables al rito mozárabe el rey, presionado por el papa Gregorio VII, instauró definitivamente el rito romano, ante lo que los clérigos partidarios del mozárabe, especialmente los toledanos, exclamaron “Allá van leyes, do quieren reyes”. Esto sucedía en 1078.
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