Hay cosas que damos por hechas como si siempre hubieran sido así. He reunido aquí varias curiosidades sobre el tema.
LA RAYA DEL PANTALÓN
Eduardo VII de Inglaterra era conocido por su elegancia en el vestir.
Un día, al inclinarse para entrar en su carruaje, se le rompió el pantalón. Sus ayudantes no supieron reaccionar pero él, sin dudarlo, se encaminó a la tienda más cercana a comprarse otros pantalones.
Los pantalones habían estado en la tienda doblados por su parte central, y mostraban una raya muy pronunciada en las perneras. A él no le importó y se vistió con esos pantalones, pasando el resto del día con ellos puestos.
Al ver la gente que una persona tan importante y elegante llevaba raya en los pantalones, al día siguiente muchos londinenses lucían una marcada raya en sus pantalones. Eduardo VII había sido tomado como referencia de una elegancia exquisita. Esta costumbre se fue extendiendo por otros países y aún perdura en nuestros días.
LOS VESTIDOS DE NOVIA
Vestido de boda hecho para la serie |
En realidad, no existía ningún color "ni obligado ni recomendado". Las novias se vestían de cualquier color, exceptuando el negro, reservado para el luto (y curiosamente, tampoco el rojo porque para entonces se relacionaba con la prostitución ). Pero en 1.840 la reina Victoria de Inglaterra eligió un vestido blanco para casarse (como podía haber elegido cualquier otro). Como el retrato oficial de la boda tuvo una gran difusión, un montón de novias la imitaron y en poco tiempo..., parecía que siempre había sido así.
PANTONE
Si pensáis que sois libres de vestir del color que os apetezca, no es cierto. Recuerdo que no hace mucho tiempo quise comprar un jersey de color burdeos, y no había forma. TODOS los escaparates de TODAS las tiendas estaban llenos de gris, gris y más gris. Busqué en todas las tiendas de Cádiz y también en Madrid y en todas partes era lo mismo. Finalmente, tuve que esperar a otro invierno. Se ve que el color Pantone del año era el gris.
¿ES NIÑO O NIÑA?
Cuando un amigo, familiar, persona que te roba el asiento en el metro te anuncia que espera un bebé de los que después poblarán Facebook, lo habitual es preguntar “¿Niño o niña?”. En la respuesta no buscamos el interés en conocer el sexo del retoño –como si eso importara algo–, sino en planificar cuanto antes si tendremos que comprar el dichoso regalo de nacimiento en tono azul, si es chico; o rosa, en el caso de que sea chica. (Luego está la gente más lista del mundo que compra todo en amarillo para no fallar, aunque ese es otro tema).
Mirando el lado positivo de esta situación género-cromática, resulta práctico pintar a brochazos y clasificar en un tono definitorio a los bebés, porque de pequeños todos son iguales y puede llevar a equívoco. Pero, ¿qué pasaría si esta convención social no hubiese sido así siempre? ¿Qué sucedería si tradicionalmente el rosa fuera para los niños y el azul para las niñas? Os confirmamos que esto era así hasta que lo cambiamos.
Hemos crecido con la idea de que todo lo rosa es de chicas y todo lo azul es de chicos, y así lo hemos continuando asociando en nuestra madurez. Sin embargo, hubo un tiempo en el que los bebés no tenían color, todos vestían de blanco y con vestidito de algodón hasta los 6 ó 7 años. Por un lado, el algodón blanco era más fácil de lavar y blanquear si se pringaba y, por otro, “se evitaba el riesgo de vestir al bebé con la ropa errónea y que creciera pervertido”, según Jo B. Paoletti, historiadora de la Universidad de Maryland y autora de 'Pink and Blue: Telling the Girls From the Boys in America'.
Los tonos pastel llegaron como tendencia en el siglo XIX, pero en ningún caso para definir género. No es hasta después de la I Guerra Mundial cuando encontramos la primera diferenciación entre estos dos colores. Y aquí viene la sorpresa: la revista Earnshaw's Infants' Department publicó en 1918 lo siguiente: “La regla generalmente aceptada es rosa para los chicos y azul para las chicas. La razón es que el rosa es un color más decidido y fuerte, más adecuado para los niños, mientras el azul, que es más delicado y refinado, es mejor para las niñas”. Esto era la tendencia y, como todo, tardó en calar en la sociedad, eso y que cada gran almacén decidía por sí mismo qué color asignar a cada sexo, como recogió la revista Time en 1927.
La concepción final que tenemos hoy en día respecto a estos dos tonos, llegó hacia 1940, cuando después de la II Guerra Mundial se decidieron cambiar las tornas básicamente porque sí y porque, por moda, decidieron establecerlo de este modo. Y nosotros, lo aceptamos. O casi, porque entre que la masa lo aceptaba y el conato feminista de los años 60, en el que las madres decidieron vestir a sus hijas igual que a los chicos por la igualdad de género, vistiendo a las niñas de rosa, el color de los niños, (hecho que provocó que durante dos años los grandes almacenes Sears no produjeran ropa de bebé rosa), las prendas sin género para bebés continuaron prácticamente vigentes hasta mediados de los 80, cuando definitivamente se asentó la idea de niños de azul y niñas de rosa.
Si volvemos al inicio del párrafo anterior, a los años 40, debemos recordar el efecto babyboom tras la II Guerra Mundial, niños que, nacidos tras este periodo, alcanzaron la madurez en los 80, que crecieron con la nueva onda genero-cromática y que comenzaron a aplicarla a sus propios bebés a finales del siglo XX. Y aquí está la explicación.
En resumen, todos los bebés vestían fácilmente de blanco hasta que llegaron las modas y los grandes almacenes decidieron separarlos por sexos y color. Y no fue hasta fin de los 80 cuando se generalizó lo de niña=rosa y niño =azul. Ahora que cada uno haga lo que quiera.
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