lunes, 17 de agosto de 2020

9. Los celos de Josefina

Retrato de Josefina, por François Gérard
El matrimonio entre Josefina y Napoleón fue muchas cosas, pero sobre todo accidentado. Lo mismo se hacían mucho daño el uno al otro, que se perdonaban cualquier afrenta mutuamente. Hubo periodos de tiempo en que Napoleón estaba como embrujado por ella, a pesar de su despilfarro, de sus infidelidades cuando él estaba en el extranjero, y que él conocía, pero entonces le perdonaba todo.Cuando la campaña de Italia, Napoleón le suplicaba constantemente que acudiera a visitarlo, pero ella lo ignoraba y se negaba a  moverse  de París, donde llevaba una vida muy divertida. Él le escribía constantemente afligidas cartas donde  de una forma conmovedora se convertía en un lacrimoso felpudo. No le importaba humillarse.  Napoleón se enfrentaba por ella incluso a su dominante madre. Doña Leticia no la podía ni ver, y Napoleón estaba ahí, entre dos fuegos.


Pauline
  Sin embargo, él no era ningún santo, y también tuvo muchas amantes. Entre ellas Pauline Belisle Foures, que debía ser de cuidado. Pauline estaba casada con un militar que estaba retirado por heridas de guerra, pero estando recién casado con Pauline fue llamado para reincorporarse al ejército, acompañando a Napoleón en la campaña de Egipto. Ella decidió irse con él, y cuando resultó que no permitieron a las esposas acompañarlos. Pauline no se arredró, se disfrazo de soldado y se embarcó en el transporte de tropas La Lucette como si nada. Logró pasar desapercibida y llegó hasta Alejandría 54 días después  sin ser descubierta. A partir de reunirse con su marido volvió a vestirse de mujer. 

Napoleón estaba entonces muy disgustado porque habían llegado a sus oídos las infidelidades de Josefina, y estaba decidido a pagarle con la misma moneda. Pero cuando le llevaron seis señoras locales, no le gustaron nada y las rechazó.

Napoleón había puesto sus ojos en Pauline (que al principio no cedía, a pesar de que Napoleón le enviaba a personas de su confianza para presionarla ), así que quitó al marido de en medio, enviándolo  a entregar un mensaje a Francia para el Directorio y se lanzó "al ataque" Pero en 1,798, Napoleón invitó a Pauline y a otras señoras francesas a almorzar. Durante la comida (en la que Napoleón se sentó junto a Pauline, prestándole toda la atención), una jarra de agua se derramó (¿inadvertidamente?) Sobre el vestido de Pauline. Pauline fue llevada apresuradamente a las habitaciones privadas del comandante en jefe para resolver el problema. Como dice Masson con delicadeza, "las apariencias se mantuvieron más o menos al día". Pero solo “más o menos”. La ausencia ligeramente prolongada de Napoleón y Pauline hizo que los invitados a la comida tuvieran ciertas dudas sobre el verdadero significado del incidente ». 



Pero, lamentablemente, Fourès regresó antes de lo esperado. Su barco había sido interceptado por el barco británico Lion y había sido enviado de regreso a El Cairo. Fourès, furioso al enterarse de lo sucedido, trató a Pauline con extrema violencia, por lo que Pauline exigió el divorcio. Esto fue concedido y ratificado por el comisionado de guerra Sartelon. Napoleón estaba profundamente apegado a Pauline y no ocultó el hecho de que si ella le diera un hijo, se divorciaría de Josefina. En El Cairo vivió una vida de gran lujo y exceso. En sus cartas, Napoleón también la llamaba "mi Cleopatra" y "La Generala". Al regresar a Francia se separaron, pero Napoleón no la olvidó. Pauline, a su vuelta a Francia, dió mucho que hablar: fumaba, frecuentaba círculos militares, tuvo sospechosas amistades con militares rusos y llevaba su perro a la iglesia.


Poco a poco el embrujo de Josefina se disipaba. Napoleón se creía culpable de la falta de hijos, puesto que ella había tenido dos con su primer marido. Pero cuando su amante polaca  María Waleska tuvo un hijo de él, cayó definitivamente la venda de sus ojos. La dominante madre de Napoleón también ayudó. Leticia no soportaba a Josefina e intentaba convencer a Napoleón para que la dejara.



Y la obsesión por fundar una dinastía hizo que el emperador se planteara el divorcio. Cuando Josefina comprendió que su posición estaba en peligro y sintió la inseguridad, fue ella la que empezó a montarle tremendas escenas de celos, aunque su sistema era más refinado, porque Napoleón odiaba que le montara escenas y Josefina no quería enfadarlo aún más.


En la época en que Napoleón tenía de nuevo como amante  a  Pauline Belisle Foures (1), en la víspera de un baile que iba a dar en palacio, se enteró que la dama acudiría con un vestido verde. En una conversación con un pintor éste le había dicho que la combinación del verde con el azul resultaría chillona y chabacana. Así que Josefina ordenó que el mobiliario del salón del baile fuera de inmediato tapizado de azul, que las alfombras fueran verdes y que el papel pintado se cambiase por uno verde claro, lo que se hizo a toda prisa a tiempo para el baile. Cuando Josefina llegó al baile, iba espléndidamente vestida de blanco. Rogó a la dama que la acompañara y deambuló por el salón hasta sentarse en un sofá que conservaba una antigua tapicería en  un verde muy diferente al del vestido de Pauline. Ésta no no tuvo más remedio que sentarse a su lado. Mientras Josefina lucía esplendorosa en su vestido blanco resaltando sobre el asiento. Pauline parecía un papagayo rodeada de azul y verde. 

Y todo ello sin levantar la voz ni provocar el enfado de su marido.
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Fuentes: conocí la historia hace muchos años, prácticamente en mi infancia, en una revista que leía mi padre.  Y ahora he completado esos recuerdos con ayuda  de la web https//www.napoleon.org




(1) No he podido averiguar las circunstancias en las que Pauline volvió a ser amante de Napoleón. Pero lo que cuento a continuación fue bastante después de lo de Egipto.

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